19. Si es tan solo amor

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"...Si es tan sólo amor,

Si es tan sólo amor,

Algo tan hermoso no puede quemar

Más que leña al fuego,

Si es tan sólo amor..."

El día siguiente fue una avalancha de visitas. Compañeros de Anna en el hospital, gente del comedor, amigos de la familia... Daniel se sentía mareado entre tanta gente.

En un momento de descanso, llegó Marta, con expresión preocupada tras sus gafas de pasta. Lo miró de tal modo, que por un momento pensó que iba a darle una bofetada.

-Has vuelto. –dijo con cierto desprecio. –Espero sea para bien. ¿Sabes lo que ha sufrido por ti esa criatura? –señaló a Anna, que los miraba curiosa desde la cama.

Daniel se puso colorado como un tomate. No esperaba esa reacción de la dulce Marta. –Supongo que tanto como yo he sufrido en las islas. Ni siquiera he sido capaz de ver a mis hijas... -la miró con reproche. –Además, Marta, nunca dije que no iba a volver...

-¡Ni que no lo harías! Te has portado como un bastardo desagradecido, Daniel. Precisamente con la persona que más ha hecho por ti... -Marta jadeaba un poco después de su arrebato.

-¿Crees que no lo sé? –contraatacó el, indignado. -¡Ni siquiera me dejó decirle que iba a volver! ¡Me tiró un adorno, que si me da, me mata y me echó de su casa!

-Eso es verdad. –intervino Anna, tan roja como Daniel. –Me puse furiosa... y celosa, lo reconozco. –Daniel se volvió a mirarla, sorprendido y le sonrió, arrobado.

-Pero he vuelto. –le replicó a Marta. –Y te juro que no voy a volver a dejarla sola nunca más. ¿Sabes cuantas horas llevo aquí sin dormir apenas? Treinta y seis. –Marta lo miró sorprendida. –Y no me vanaglorio de ello. Es mi novia, es mi deber estar aquí con ella, cuidándola. Y lo hago encantado, no por agradecimiento. Sino por amor.

Anna se sorprendió al escucharlo. Era la primera vez que hablaba de amor delante de ella. Su corazón dio otro vuelco en su pecho. Sintió ganas de dejar la cama para besarlo, pero la maldita pierna se lo impedía, así que se limitó a sonreír. Aunque aún tenía que explicarle muchas cosas. Su sonrisa desapareció.

Marta se sentó en una silla, procesando toda la información que le había dado Daniel, un poco arrepentida. –Lo siento, creo que he sido un poco impulsiva. –lo miró con sus expresivos ojos verdes tras las gafas. –Pero reconoce que esta espantada nos ha dolido a todos. Te lo voy a decir claro. Desde que la vi, no me gustó tu ex. Tiene mi respeto porque es la madre de tus hijas, pero no me gustó un pelo.

Daniel movió la cabeza negativamente. –Sara ya no forma parte de mi vida. Marta. Salvo como la madre de mis hijas y la he llamado ya varias veces y salta el buzón de voz. Estoy harto de dejarle mensajes. Creo que esta vez lo he estropeado todo a base de bien. –se sentó a su lado, con la mirada perdida. Marta sintió lástima por él.

En ese momento entró una enfermera y les pidió por favor que salieran, ya que iban a quitarle la sonda a Anna, puesto que tenerla durante más tiempo, podría provocarle una infección de orina y el médico había ordenado retirarla.

En el aséptico pasillo del hospital, Marta se disculpó con él por su actitud otra vez y al alzar la vista, vio venir a Enriqueta, su marido Miguel y a Antonio, sus compañeros voluntarios en el comedor. Cuando llegaron a su altura, Enriqueta envolvió a Daniel en un cálido abrazo de bienvenida y le estampó dos sonoros besos en las mejillas. Miguel y Antonio también lo abrazaron y le palmearon cariñosamente la espalda. Pocas veces, Daniel se había sentido tan contento de ver a unos amigos. En aquel momento, también vio en el fondo del pasillo, acercándose, a su jefe, Tomás, quien también lo abrazó efusivamente, como los otros dos hombres, cuando llegó donde estaban todos; preguntando por la salud de Anna. Traía un enorme ramo de flores para ella, igual que Antonio, que también llevaba flores para Anna. Enriqueta y Miguel llevaban una bolsa con una caja gigante de bombones.

Segundas Vidas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora