Shinato Tártaros era una pequeña niña cuando su aldea desapareció por completo del mapa; rescatada por el que seria su maestro, es llevada a Konohagakure no sato para continuar con su vida.
"Mientras así lo quieras, nuestro vínculo será eterno..."
T...
- Me muero de ganas por ser su mujer - la pelirroja se dio el lujo de comentar en voz alta.
Shinato solo hacia como su estuviera ignorandola, pero en el fondo le era imposible si el tema se trataba acerca del rubio. Ya no podía negar que le gustaba mucho.
- Espero que vengas a la boda - le dijo una vez más, pero esta vez se acercó a ella con confianza mientras sus ojos se rasgaban debido a la respuesta que estaba esperando.
- Claro - está le respondió sin mas ocasionando un leve enojo en la pelirroja - Si me invitan - sin duda no esperaba esa respuesta.
- Ay, tonta, claro que vamos a invitarte - la abrazó por los hombros y río olvidándose de lo anterior.
En ese momento, Minato llegó junto a ellas y mandaron a hablar a Kushina. Esta al irse, le dejó un gran beso en la mejilla al rubio. Este solo lo recibió sin mas.
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- ¿Estaba molestandote de nuevo? - le preguntó, pero no recibió respuesta. En cambio, ella se levantó y se dispuso a ir a otro lugar hasta que le llamasen, en realidad no quería hablarle.
- Sueltame - le pidió en bajo cuando él rubio había sido más rápido que ella tomándole el brazo para que no se fuera.
- ¿Qué es lo que te pasa? - le preguntó a ciegas, ya que sabía perfectamente que le pasaba.
Pronto eran el centro de atención para los demás que se encontraban en la sala.
- El Sandaime-sama me dió esto para tí - le dijo una vez que notó las miradas de todos sobre ellos. Sabía que eso a Shinato no le gustaba, así que decidió que luego arreglaría las cosas con ella.
La peliazul con mala cara, recibió el pergamino del Hokage y lo abrió justo ahí frente al rubio. Paso su mirada sobre lo escrito y si no podía tener mala cara, la puso peor.
Al instante, se dirigió molesta a la oficina aunque no la hubieran llamado.
- ¡Shinato, espera! - el rubio le llamó, pero no le hizo caso, así que la siguió.
Sin importarle lo que le dijeran entró a la oficina después de haber empujado a la pelirroja que se encontraba saliendo con su pergamino feliz.
- ¿¡Qué significa esto, Sandaime-sama!?
Hiruzen la vió como siempre. Ya sabía que eso pasaría cuando leyera su pergamino y por ende, supiera su misión de ese día en adelante.
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