Capítulo 2

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Estar solo en la casa con música clásica de fondo permitía tener el ambiente perfecto para pensar mientras no hubiera nadie más que sus propios pensamientos. Llevaba menos de una semana viviendo y todavía no se acostumbraba al trabajo, más bien, la cantidad de personas y la tecnología por todos lados era lo que costaba ingerir. 

El mundo urbano estaba rodeado de novedades, personas que no se conocían en lo más mínimo y el interés era inexistente, para él era fácil quedarse viendo todo su alrededor, tratando de habituarse. De donde venía, todos se conocían entre sí, habían buses para el traslado pero no a tal cantidad que en la ciudad, donde por cada calle había en promedio dos autobuses llena de personas. 

Pero no por ello se negaba a vivir tales experiencias, había aceptado las condiciones de buscar mejores oportunidades en la ciudad central, al mismo lugar donde su hermanito tuvo un cambio de aires, donde consiguió el amor. Siendo honesto, estaría extrañando como nunca su área de confort si no fuera por la beatitud de aquella villa donde vivía actualmente; era sereno y pacífico, con árboles que ofrecían sombra y frescura.

También le gustaba la casa, los muebles estaban distribuidos y había mucho espacio, todo estaba iluminado ya sea por las ventanas o por las luces que estaban en cada habitación. Todo el esfuerzo de la mañana valía la pena si llegaba recibiendo tan bellas vistas y un lugar cómodo para descansar; ni mucho menos ignorar que no estaba solo, recibía el apoyo y acompañamiento de Geno, habían hecho buenas migas.

Soltó un bostezo tras tanta reflexión, se levantó estirando su espalda dispuesto a experimentar con el tiempo casi infinito que le quedaba. En su casa siempre tenía que trabajar, había poco descanso y no le permitía tener pasatiempos que lo sumergieran, ahora, era libre de especializarse en cualquier cosa. Fue a la cocina sobándose la nuca, el agua ya estaba tibia y lista para la infusión de hierbas traídas de su hogar de campo, era lo último que le quedaba, después debía ir a comprar.

La puerta se abrió mientras él revolvía el té, no había notado que Geno había llegado más tarde de lo que usualmente demoraba. Se asomó para ver que llevaba varias bolsas casi arrastrando, algo preocupado dejó la taza en la mesa para ayudarle con las compras, dejándolas en el mismo mueble.

— Gracias, Blard.

— ¿Por qué no llamaste? Podía haberte ayudado.

— Tranquilo, ya estoy acostumbrado a traer esta cantidad de mercadería. —Se arregló la bufanda, su orgullo predominaba en sus palabras pero se notaba el ligero desorden en su respiración, estaba agotado. No pudo protestar cuando Blard se llevó las bolsas a la cocina para guardar las cosas en las alacenas.

Resignado se fue a cambiarse ropa, cuando volvió, Blard llevaba la mitad de los objetos guardados.

— No era necesario. —Se quejó el menor.

— Déjamelo a mí, es lo menos que puedo hacer. 

Era sorprendente que con un tono amable podía hacerlo quedar sin palabras, suspiró impotente y se retiró al living sentándose en el sofá, no estaba acostumbrado a que las personas hicieran las cosas por él, Blard era servicial y muchas veces lo había dejado sin cosas que hacer en esa semana. 

Sin rendirse, tomó una lata de atún que había quedado abandonada en la mesa y se acercó a la cocina, buscando un lugar donde poner la lata. Se demoró un poco al ver la organización adversa, le costó pillarlo pero al lograrlo, suspiró satisfecho de haber hecho algo.

— Agradezco tu ayuda. Aunque todo está tan ordenado que siento que cualquier descuido y lo estropeo.

— No pienses eso, son viejas manías que si te molestan, puedo intentar dejarlas, de todos modos yo soy el extraño en tu hogar. 

— No, no, me llena de alivio saber que llegaré a casa con un buen aroma. —Parpadeó varias veces al darse cuenta— Espera, ¿Aroma? No quise decir eso.

El mayor soltó una risa grave y palmeó el hombro impropio mientras caminaba al comedor, Geno le siguió, siendo recibido con una taza de té, le sonrió.

— Estaba haciendo una infusión especial de hierbas, es un concentrado equilibrado, lo único que me quedaba está acá.

— Huele muy bien. —Sonrió también, pero que la taza fuera ofrecida le hizo titubear— ¿Me lo estás dando?

— Sí, es muy bueno para los músculos agitados, realmente has hecho mucho esfuerzo con esas bolsas.

— Oh... No no, no puedo aceptarlo, es lo último y lo habías hecho para ti.

— Puedo ir a comprar más hierbas para hacerlo otra vez, además de que ya he tomado por años esto y es primera vez que lo probarías,  sé que te gustará.

— Puedo esperar, de verdad. —Insistió.

— Mhh... Ya sé. —Chasqueó las dedos, dejando caer parte de sus párpados,  una de sus sonrisas más encantadoras que le hizo dudar al de bufanda roja— ¿Qué tal si compartimos? Ninguno de los dos quiere que el otro no tome, así que es la mejor opción.

Geno no respondió en el momento, no sabía qué decir al respecto, la idea no estaba mal. Asintió y con ello Blard rápidamente fue a buscar otra taza y vertió la mitad en esta.

Caminó junto al mayor para sentarse en el sillón, no necesitaron prender la televisión, con la música clásica del fondo y su conversación era más que suficiente. Era cómodo compartir un momento juntos para conocerse más,  después de trabajar, dejar a un lado el esfuerzo y peso de las mañanas para relajarse, una amistad confortable.

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Día dos.
Compartir bebida.

Hogar de Dos | 30 días de OTP [Editado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora