El albino llevaba en sus manos varias bolsas que tenían distintas semillas, entre las de principiantes y las que nunca había oído hablar, pero según su pareja, eran las más importantes para lograr preparar las infusiones, las veces que había aprendido hacer algunos tés solo eran los más básicos, se había interesado mucho más cuando el castaño le contó que no solo servían para consumir, otros podían ser cremas pero eran más difíciles de hacer. Geno quería ver lo que hacía Blard, siempre estaba en el jardín cuando el albino seguía fuera de casa o no podían hacer algo juntos por diversas razones, según su visión, estar en el jardín era una forma de estar en casa y distraerse de todo.
Lo que sí le había parecido agradable, es que el ojiverde en vez de aceptar que le observara cuidar las plantas, hubiera propuesto nada más y nada menos que también cultivar junto a él, de todas formas no era solo su jardín, también lo era de Geno y compartir tal actividad le alegraría mucho.
Ahora de vuelta en el patio, además con una ropa apropiada para ensuciarla con tierra, se arrodilló al lado de su pareja, quien estaba haciendo unos espacios entre las plantas en distintos lugares para nada al azar, haciendo algunos agujeros con unas herramientas y después las manos. Ya terminado con tal preparativo irguió su espalda sonriéndole a su curioso novio.
— Acá irá las de menta, a la izquierda romero, y a la derecha, agujero que harás será la de canela, yo me encargo de la lavanda.
—... ¿Cuál es cada cual? Siento que todas las semillas son iguales.
Blard rió, y por solo ser cariñoso le dio un beso en la mejilla de su pareja sin tocarle debido a sus manos cubiertas de tierra, según él, solo trabajaba con los guantes cuando tenía que quitar la maleza, ortigas, cardos y entre muchos nombres que no creía haber visto jamás, debido que solo crecían en los huertos más grandes que en un jardín.
— Las bolsas tienen sus nombres, tomatito, así que no ha de ser un problema. —Le sonrió, y tomó los paquetes para dejarlos frente a los agujeros correspondientes, y tomar la restante para ponerse al otro lado del menor y entregarle la herramienta— Debes tener cuidado al hacer los agujeros, el orden es importante para que sea más mutualismo que competencia entre las plantas, así que intenta no cavar tan profundo, puedes tocar sus raíces y dañar a las plantas, imita los agujeros de al lado o mírame a mí.
Geno asintió y para estar seguro, se quedó viendo como el adverso hacía nuevamente el lugar donde dejó el contenido del paquete de lavanda; el albino algo inseguro ejecutó los pasos y al terminar, ganó una breve risa por parte ajena.
— Nada mal.
— Vamos... es solo cavar. —Dijo Geno, no por arrogancia, si no que no entendía la delicadeza de cada acción.
— Pero para que algo funcione mejor, hay que dedicar con cariño cada acción que hagas. —Aprovechando ahora que Geno estaba con las manos ya sucias, las tomó para guiarlas al montículo de tierra y llenar las semillas con esta, tapándolas, después deslizar con suavidad sobre la superficie— Las plantas están vivas, amor, un trato brusco y no será lo mismo. Son delicadas, pero muy fuertes también, y pueden ser utilizadas para muchos beneficios de salud y entre otros.
El albino escuchaba atentamente dejándose hacer, terminando por reír al final.
— Dices que están vivas, pero las matas para tus infusiones.
— Pff. —Rió— Las plantas no viven mucho, como dije, igualmente pueden salir dañadas ante cualquier cosa, es mejor tener plantas saludables a que verlas marchitar.
— Pero tú las cuidas bien.
— Mis manos no son milagrosas, Geno. —Cerró sus parpados, esbozando una extraña sonrisa, melancólica— Yo antes solía plantar flores por gusto cuando era joven, y allí hay muchos más peligros. Sufrí bastante cuando un día después de llegar de la escuela vi que las flores ya habían dejado caer sus pétalos, de un día para otro, ya no eran hermosas. Mi madre me contó que las flores existían para polinizar, y tras ello, días después le dejaban a sus descendientes el mismo ciclo.
— ¿Y qué pasó?
El mayor le miró, riendo nasalmente.
— Acabé junto a Stave que solo tenía cinco años totalmente picados por las abejas. Yo creí que mataban a mis flores y no resultó muy bien. —Se encogió de hombros— Mi mamá me regañó y también a mi madre por no contar la historia completa y pues nos contaron el ciclo completo. Ahí me di cuenta entonces que las flores sí o sí iban a morir, pero lo hacían por algo bueno, hacer que nosotros estemos vivos al fin y al cabo, pero todavía me dejaba muy decaído que por más que me esforzara, no iban a vivir tanto como yo deseaba.
Blard empezó a regar las plantas, el albino se quedó un poco atrás para no salir mojado, el castaño prosiguió en su charla.
— Miré más de lo que mis deseos egoístas me permitían, y saqué la resolución de que, si no iban a vivir más, ¿Por qué no hacer que las plantas por lo menos hicieran más de lo que hacían naturalmente? Había pasado un año desde lo ocurrido con las abejas y mi profesora de ciencias nos había mencionado sobre el trigo, que servían para hacer comida. Que traían beneficios, y pues investigué como pude los beneficios que traían cada planta que conocía y las que no. Pedí que me compraran las semillas y empecé mi propio proyecto, uno que me hizo sentir conforme; podía disfrutar de cuidarlas, apreciarlas, y una vez las abejas cumplieran su trabajo, las recolectaba y con ayuda las preparaba. Después de un tiempo supe como quitar sus semillas y que sean suficientes para volver a plantarlas y no dañar el ciclo natural.
— Wow... Me sorprende mucho lo proactivo que eras. —Mencionó— Y lo amable.
El castaño se ruborizó un poco.
— Eso dijeron mis madres. Y me llenó de orgullo como el joven que era, proseguí en mis acciones pero lo hice por gusto, me quedaba un buen tiempo recostado en el pasto para ver como mis plantas eran visitadas por las abejas, y a Stave le interesó bastante verlas, empezamos a recolectar insectos y pues ahí a mi hermanito le dejó de interesar las plantas, yo me quedé con el gusto.
— No me imagino a Stave cuidando plantas.
— Se aburría mucho a veces. Se iba a jugar con las gallinas.
Ambos rieron, toda aquella conversación era mientras seguían haciendo jardinería, ya con lo último, se lavaron las manos con la manguera y Blard aprovechó de regar el pasto. Geno se arregló el sombrero, y se quedó viendo que su amado siempre hacía sus pasatiempos al aire libre con sus camisetas sin mangas ni protector, quizás por eso su piel tenía ligeras marcas de bronceado, pero no eran tan notorias, dándole la idea que quizás hasta trabajaba en el campo sin parte de arriba.
Comparó su piel con la ajena, se notaba la diferencia, y al recordar a Stave, también casi albino en piel, le daba ideas bastantes probables.
— Blard... ¿Usas protector solar?
— Uso de las cremas que hago, pero antes no.
— Es decir...
— Sí, estoy algo quemado por el sol.
—... Tostado.
— ¿Hm?
— Tostadito, un apodo para ti.
Blard dejó la manguera guardada y se le quedó observando incrédulo, Geno creyó que no le había gustado, pero... Como siempre, terminó riendo.
— Tomatito y Tostadito, me gusta.
Geno sonrojado le devolvió la sonrisa divertida, se dieron un pequeño beso antes de que el castaño propusiera entrar, ya habían terminado con las plantas fáciles, ya después harían las más especializadas.
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Hogar de Dos | 30 días de OTP [Editado]
Fanfic- Historia Fluff - Capítulos normales. - Dedicado a una de mis personitas especiales. - Personajes humanos. El Bleno es el nombre de la pareja Blard x Geno, no es primera vez que hago alusión a esta pareja y me gustaría que le dieran oportunidad. ...