Capítulo 9.

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Eran más de las ocho de la tarde y su compañero de casa aún no llegaba, se estaba preocupando bastante mientras movía el pie nervioso, había comenzado a llover y no parecía ser un llanto suave de las nubes, podría inundar las calles y el viento podía ser peligroso. El albino no podía sacarse de la cabeza la preocupación que sentía por la ausencia del mayor, no quería que nada malo sucediera. 

Entonces optó por tercera vez en la hora llamarlo al celular, rogaba que esa vez sí le contestara y no como las otras veces que era mandado al buzón de voz angustiándolo más. Afortunadamente sí habían descolgado desde la otra línea, sonando la voz del correspondiente propietario del celular al que llamaba hace bastante rato, un tono agotado pero a la vez medio ido, Geno suspiró mientras miraba por la ventana, teniendo la esperanza de verlo allí.

—...Al habla.

— Blard, por dios, ¿Dónde estás? Te he estado llamando hace un rato y no contestabas. —Expresó, mordiéndose una uña tenso, pensaba lo peor.

— No te preocupes, solo estoy... Pensando.

Aquello dio paso a que las piezas del rompecabezas se juntaran y aclararan lo que sucedía, eran de sus famosos momentos de reflexión donde podía quedar un buen rato sin pestañear por estar pegado en sus pensamientos. Ya los conocía desde hace meses, y sin duda a veces era divertido verle de ese modo, aunque ese no era el momento, no era un día para estar en el exterior y se podría enfermar si estaba en la intemperie por toda esa cantidad de horas.

— ¿Llevas paragua?

—... No.

Geno suspiró, sacándole una pequeña risa al contrario.

— ¿Dónde estás?, voy a por ti con un paraguas para que no te mojes más.

— No es necesario.

— Blard.

— Cerca de la tienda, una cuadra antes.

— Estaré en menos de cinco minutos.

Colgó guardando el celular en su bolsillo, se había separado de la ventana en media conversación para ir en busca de un abrigo y colocárselo además de otro que estaba en la silla del comedor perteneciente al castaño, y por supuesto, el único paraguas que tenía, cerró la puerta con llave y se encaminó hasta donde le habían indicado. Tenía que pensar qué había provocado para que su voz no sonara tan animada, por más que había reído, pese estar en medio del universo al pensar en cualquier cosa y sumergirse, su entonación no era la misma, estaba más melancólica.

Estuvo pensando todas las posibilidades, hasta poder llegar a su destino, la lluvia no daba piedad ni asomo de detenerse, pero por lo menos la brisa había disminuido, no era peligroso pasar al descubierto, pero sí si se trataba de agarrar un resfriado o una gripe. Logró visualizar al mayor con las manos en los bolsillos, con sus orbes hacia la nada, una expresión anormal en su rostro, impropia a la acostumbrada, su ropa estaba empapada y mojada, su cabello no tenía su habitual levantamiento en algunas mechas, y pese a ello no parecía molesto o frustrado por eso.

— Blard. —Llamó el albino, protegido por el paraguas que sostenía con firmeza, estaba parado al lado del contrario y todavía era invisible, suspiró— Blard, te pueden robar en cualquier momento.

Los iris verdes del aludido se desviaron a su emisor, respirando como si hace un instante no lo hiciera, sonrió dócilmente, quitando una mano del pantalón para saludar.

— Hola, perdona, ¿Te preocupé demasiado? Te oías alterado.

— Sí, no avisaste y temí lo peor.

Blard cerró sus ojos suspirando.

— Solo pienso en cómo estará mi hermano ahora.

El menor tras oírlo, miró al mismo lugar donde antes miraba su acompañante, Stave se había ido lejos de su ubicación, quedando a una gran distancia como para poder visitarle, era como si se hubiera despegado de la familia o así lo veía. Stave ya estaba casado, tuvo una bella boda y se había ido a vivir un nuevo momento de su vida, quizás lo que suponía el problema era el conflicto de hermano mayor, tener que verlo avanzar y ya no ser a quien recurrían cada vez que querían consejos, peticiones, o compañía.

Sabía cómo se sentía, y alzó su brazo para que la lluvia dejara de mojar el contrario y así pasarle el abrigo.

— Sé que no sirve de mucho pero es mejor a que sigas con la ropa tan húmeda. —Dijo Geno sonriendo, esperando transmitir los sentimientos de compresión que le brindaba. El mayor sin rechistar se quitó el suéter que portaba para colocarse el abrigo tomando el paraguas para a los dos tapar, Geno prefirió no quejarse sobre eso y proseguir— Él está bien y seguro pensando en ti. Yo también he vivido eso... Antes mis hermanos siempre estaban conmigo, vivíamos juntos, les apoyaba, ayudaba y tuteaba, son como mis hijos. Pero al tiempo... Crecieron y me costó dejarlos atrás.

— Sé que está bien. —Se corrigió, llevándose una mano al cabello para arreglarlo, el agua había hecho un desastre— Pero como dices... Siempre estaba yo por él, hemos vivido tantas cosas en nuestra infancia. —Rió aunque poco a poco su risa se iba haciendo más baja hasta anularse junto a su sonrisa— Es inimaginable como el tiempo pasa.

— Sí... Por eso en su momento compartí casa, quería llenar mi vacío de alguna forma.

— ¿Y se llenó?

Ambos caminaron de vuelta a casa, Geno ahora era quien estaba con su mirada fija en la nada recordando el tiempo donde él y sus hermanos podían estar todo el tiempo juntos, ya que sus diferencias de edades no eran más allá de dos y seis años, ahora todo era distinto, pero ¿Se arrepentía de algo? Pudo conocer ante su método a sus dos amigos actuales, a Ink y a Blard, quien pese podía tener otra vía de hacerse amigos, en ese instante podía verlo todos los días, y podía comprender que no se trataba de llenar el vacío que habían dejado sus hermanos al crecer, solo le hicieron devolver la razón que por más que estuvieran lejos seguían estando unidos en lazos más que sangre, y la amistad solo ayudaba a comprenderlo y de alguna forma ser el consuelo que puede necesitar. No era reemplazar, sino, aceptar y seguir.

— Algo así.

El de bufanda le sonrió, y comenzó a hablar de su visión mientras seguían avanzando hasta su destino, comprender que al principio costaría pero pronto podrían verse, seguir y sonreír. Como ambos hacían y seguían charlando tras prepararse un buen café caliente para ambos.

Ninguno se arrepentía de compartir hogar.

Hogar de Dos | 30 días de OTP [Editado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora