El día había sido perfecto. Me había levantado temprano, había salido con Jarvis y también había encontrado a la chica que me gusta en la tienda de discos, después fuimos a comer al restaurante vegetariano de la esquina. Todo había sido perfecto. Hasta que el puto Damon llegó a mi casa con la pierna rota. Eso solo fue el principio de mi desgracia, después tuve que lavar su herida, cargarlo para llevarlo en el auto (y vaya que pesa) y ahora mi madre ha dicho que lo llevará hasta que se recupere. Peggy, ¿por qué mierda eres tan amable?
—Por lo de antes, Liam. Me gustaría que consideraras volver. Tienes talento, sé que te saqué a la fuerza pero... Se acerca el concurso de talentos y me gustaría que te unieras con nosotros.—me dijo el idiota de Damon.
—¿Qué? Ah... Así que solo te rompiste la pierna para venir a decirme eso. Mami, detén el auto y dejemos a este lisiado por su cuenta.
—¡William! No seas grosero.
—¡Mamá!
—Si, Liam no seas grosero.—dijo Damon. Lo mire con odio, era... Ah, un imbécil.
—Cariño debes ser amable con este pobre muchacho, se ve que es buena gente.
—¡Es más tarado que Noel!—contesté molesto.
—Bien, como estoy viendo que no has considerado volver, me gustaría que compartiéramos el premio. Si te unes y ganamos, te daré una octava parte del dinero.
—¿Qué no era para comprar más instrumentos? Eres un tramposo, Damon.
—Vaya, me has llamado por mi nombre. Qué lindo.
Mi cara enrojeció de vergüenza, afortunadamente habíamos llegado a casa de Albarn.
—Liam, ayúdale a entrar.
—Tiene dos piernas, puede ir solo.
—De hecho son tres.—dijo. Le lancé una mirada de asco pero ni se inmutó.
Me bajé del auto y abrí la puerta del lado de Damon, lo cargué con cuidado y me dirigí a la entrada de su casa como si cargara un costal de papas.
—Bien, ahora...¡abre esa maldita puerta!— dije con el poco aire que me quedaba, Damon debía pesar al rededor de 70 kilos, lo cual era algo que mis débiles brazos no podían soportar.
Como pudo saco las llaves de su pantalón y las introdujo en la cerradura, después de algunos segundos la puerta de su casa se abría frente a nosotros. Entrar a casa de la persona que más odiaba cargándolo como princesa era la cosa más extraña que me había pasado en mis años de existencia.
—Puedes ponerme en el sillón amarillo.—dijo.
—Bien, ya estoy cansado.— lo senté en el piso y me fui mientras oía que gritaba: "Liam, regresa aquí, idiota". Caminé con tranquilidad al auto donde mamá me esperaba.
—¿Aquel muchacho está bien? Me pareció oír que gritaba tu nombre.
—Ups, creo que le di demasiado fuerte, la próxima vez me contendré.
Peggy arrancó el viejo auto y con velocidad condujo hasta nuestro hogar en el tranquilo barrio.
—Ahhh, por fin en casa.—suspiré y estiré mis brazos.
—Damon parece ser un buen chico. Deberías salir con él de vez en cuando.
—¿Estás loca, madre? Ese estúpido la trae contra mi.—respondí un poco alterado.
—Yo creo que no, no seas malo con él, es un niño muy lindo.
—¡Es un zoquete!—comenzaba a enojarme ante la incapacidad de mi madre de entender que Damon era efectivamente un idiota. Mire a mi madre y ella abrió los ojos como platos y se tapó la boca ahogando un pequeño "Ah".
—Liam...—se oía apenada.
—¿Qué ocurre, jefa?
—Olvidé bajar las muletas de Damon del auto.
—No... No me harás volver a casa de Albarn y regresarle las jodidas muletas ¿cierto?
La mirada amenazadora de mi madre me atravesó como una flecha envenenada.
—Si te apresuras, podrás llegar a casa antes de que comience a llover.—me dijo con falsa dulzura.
—AAASHH. Está bien, voy por ellas. Regreso en un rato.—salí de la casa realmente molesto, abrí el portaequipajes del auto y saqué las estúpidas muletas del rubio apestoso. Caminé hacia su casa, a cada paso me sentía más molesto, estaba tan enojado que sentía que mis cejas se caían. Al llegar a la puerta toque el timbre.
—¿Quien es?—escuché su voz desde adentro.
—Soy yo, Liam el guapo.
—Ah... no lo conozco.
—Bien, creo que estas muletas me servirán para venderlas así como esa bella bicicleta.—casi muero al oír como se arrastraba hasta llegar a la puerta, era divertido hacerlo sufrir. La puerta de metal se abrió violentamente, Damon estaba tirado panza abajo en el piso, miraba hacia arriba con cara de susto y estaba pálido.
—¡LA BICICLETA NO!
—Jajakaja ¡Deberías ver tu cara!—no podía contenerme, tenía que burlarme de él.
—Liam, precioso...¿podrías darme mis muletas por favor?—suplicó desde el piso.
—Ah, por fin me tratas como se debe.—sonreí y lo ayudé a pararse. Una vez que se puso en pie, pude sentir su mano estampándose dolorosamente contra mi bello rostro.
—Estúpido.
—¡Pero si te estoy ayudando!—dije sobándome el golpe. —¿Sabes que? Mamá me espera y no perderé el tiempo contigo. Nos vemos mañana.— me di la vuelta y caminé algunos pasos, en seguida oí como la puerta se azotaba. Para mi desgracia solo llevaba mitad de camino a mi casa cuando empezó a llover.
Mátenme, lo merezco cd
Perdón por haberlos hecho esperar taaaaanto, tuve problema en casa y por eso no tenía ganas de escribir ni nada :v pero en fin, volví, aquí estoy y quisiera preguntarles ¿quieren porno? Y si es así ¿quien les gustaría que sea el que da y quien el que recibe? Tengo que apresurarme con esto porque estoy súper atrasado juejuejue
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Weird Kid →Diam
Hayran KurguLa vida de Damon Albarn era monótona y aburrida, como la de cualquier chico de veintiún años que en pleno 2017 prefiere ir a la universidad en bicicleta en lugar de pedir un Uber para transportarse. El barrio en el que vivía era relativamente tranqu...