20: Unas visitas inesperadas

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Hoja Plateada suspiró de alivio al ver que Pelaje de Niebla dormía bien. Patas Rojas había mandado a los mejores aprendices a luchar, y también a Garra Veloz. Orquídea ya había sida tratada, y descansaba junto a segunda camada, Pequeño Búho, Granizillo y Pequeña Liebre. Aunque algo perturbaba sus pensamientos. Orquídea nunca había explicado quién era el padre de sus hijos. Hoja Plateada concluyó que él sería de otro clan. Y había otra cosa. Destello Rojo la quería, como había dicho aquel macho del Clan Rojo.

-¡Tenemos una prisionera! ¡Y los del Clan Rojo han huido por fin!-maulló triunfante Manto Rocoso, entrando al campamento.

<<Pero...¿qué?>>pensó.

-Por el Clan Estelar...-susurró Hoja Plateada.

La prisionera era Destello Rojo. La prisionera que la quería...tal vez muerta.

-¿No creíste que el Clan Rojo intentaría invadir el campamento para recuperarla? ¡Es su líder!-bufó Patas Rojas.

Destello Rojo tosió sarcástica y burlonamente.

-Deben regresarla.-demandó Hoja Plateada, acercándose.

El lugarteniente asintió.

-Lo siento...yo sólo quería apoyar.

-Me gusta que pienses así, Manto Rocoso. Pero no es la manera de demostrarlo.-ronroneó suavemente Tormenta Moteada, su pareja.

La líder del Clan Rojo suspiró con frustración.

-Necesito ir a mi clan, ¿sí? Yo no soy una cosa que ustedes pueden decidir quedarse o soltar. Así que me suelto a mí misma.-maulló la gata.

Esquivó ágilmente a los gatos y escapó antes de que pudieran reaccionar.

-¡Cerebros de ratón!-exclamó la gata antes de salir de vista.

Patas Rojas le dio un fingido arañazo a Manto Rocoso con garras envainadas.

-Ahora su clan se enemistará de verdad con nosotros.

-¿Por qué no simplemente eliminamos al Clan Rojo?-preguntó Doradita, mirando a Hoja Plateada ansiosamente.

El parecido a su madre, Estrella Leonada, era increíble.

-¡Ayuda!-sollozó una voz.

-¡Es Estrella Leonada!-chilló Pequeño León, sacudiendo su cola negra.

-¡Y Garra Veloz!-exclamó Noche.

Hoja Plateada detectó olor a sangre. La herida era muy profunda. Garra Veloz no mostraba señales de vida.

-¡Tenemos que curarlo!

Doradita, durante sus cuatro lunas de vida, había aprendido múltiples hierbas y tratamientos gracias a sus insistentes interrogaciones a la curandera. Doradita entró en la guarida de Hoja Plateada y trajo caléndula, hojas de romaza y un poco de cola de caballo.

-Gracias.-murmuró Hoja Plateada, masticando las hierbas y aplicándolas sobre la herida de Garra Veloz.

-¿Estará bien?-cuestionó la líder.

-Estrella Leonada, él ha perdido mucha sangre. Y...

-Espera. Lo que sea que vayas a decir, será mejor que los pequeños no estén.-dijo firmemente la hembra dorada, mirando a sus cachorros.

-¡No soy un pequeño!-siseó Pequeño León.

-Lo dice en tu nombre.-rio Noche.

-¿Estará bien Garra Veloz?-se preocupó Doradita, con ojos húmedos.

Hoja Plateada sintió su corazón partirse en dos. Él...era muy probable que no sobreviviera.

-Te...te diremos después, ¿de acuerdo?-prometió Patas Rojas simpáticamente.

Él siempre había tenido tacto con los más jóvenes. Manto Rocoso miró sus patas y jugueteó con el suelo.

Ala Blanca le hizo una señal a los cachorros de Garra Veloz y Estrella Leonada para que se acercaran a ella, en la maternidad. Después, los cuatro se metieron en la guarida, la cual estaba llena por Cola Manchada, Brisa, Orquídea y los cachorros de esta.

Hoja Plateada llevó a Garra Veloz a la guarida de curanderos. Allí le aplicó una cataplasma especial. Pero no parecía mejorar. Su respiración era cada vez más superficial. Estrella Leonada también lo notó. La hembra dorada tosió fuertemente. Seguía enferma. Sus músculos se veían agarrotados, y no sólo por la pelea. La gata ya envejecía. Si agarraba tos verde, no lo superaría. Pero ella se negaba a tomar hierbas medicinales o descansar. Ambas se quedaron junto a él, hasta que la líder le pidió unos minutos sola.

La curandera caminó unos pasos hacia la salida. Notó la mirada de sus compañeros del clan en su espalda. Se sentía tremendamente culpable por lo que le pasaba a Garra Veloz. Él moría. Cola...Cola Lluviosa lo habría logrado. Sus patas manchadas de hierbas le guiaron al lago.

El gran cuerpo de agua reflejaba las estrellas y la luna, una gruesa garra blanca en el cielo. Pronto se reuniría con los curanderos. Pero eso no importaba. Tal vez Hoja Plateada no era uno de ellos. Garra Veloz estaría en el Clan Estelar ahora.

<<¡Y todo por mi culpa!>>exclamó la gata blanca mentalmente.

Una figura estelar apareció desde las profundidades del agua. Era marrón grisáceo, de ojos verdes como una hoja de sauce y cara puntiaguda.

-¡Cola Lluviosa!-susurró la hembra.

-No te culpes por esto. Pasa, y muchas veces. No siempre puedes salvar a tus pacientes.

-Pero yo...-empezó Hoja Plateada.

-Garra Veloz ya cumplió con su destino. Sirvió bien al Clan del Trueno.-explicó Cola Lluviosa, agitando suavemente su cola.

Hoja Plateada se dio cuenta de que se veía más joven que antes.

-Mira, todos cometemos errores. A veces hay consecuencias muy duras.-siguió la atigrada.

Su mirada se perdió, como si estuviera recordando eventos pasados. Hoja Plateada trató de imaginar qué sería lo que la perturbaba.

-Recuerda que eres una muy buena curandera.

Y desapareció, dejando su olor herboso tras ella.

#3: Lago OscuroWhere stories live. Discover now