Algo dentro de mí está dominándome. Siento la necesidad de enredar mis manos en el cuello de Zabdiel pero a la vez soy consciente de que toda su familia está mirándonos y... ¡su familia está mirándonos!
Abro mis ojos de golpe y me aparto lentamente. Zabdiel me mira a los ojos y por un solo segundo me pierdo en sus profundos ojos color chocolate. Una pequeñísima sonrisa se instala en sus labios pero no soy capaz de corresponderle porque estoy demasiado ocupada dando un repaso mental a mis pensamientos.
— ¡Dios mío! ¡Que linda demostración de amor nos acaban de dar, chicos! Pero sí parecen los protagonistas de una película de Nicholas Sparks...—chilla Sabrina y mis ojos automáticamente vuelan hasta ella para encontrarla mirándonos como si fuésemos una especie de cachorritos a través de un aparador de cristal.
Bien, no es que alguna vez haya visto a un perro a través de un parador de cristal pero supongo que de esa manera es como la gente lo miraría.
— ¡Basta, Sabrina! ¡Estás avergonzándolos!—se queja la madre de Zabdiel.
Me rio nerviosamente buscando con la mirada un lugar donde dejarla estática sin que sea el rostro risueño de cualquiera de los integrantes de esta familia porque siento tanto nerviosismo que casi puede palparse.
—¿Podría...pasar a su tocador?—pregunto en voz baja soltando la mano de Zabdiel para poderme poner de pie y salir huyendo como la cobarde que soy.
—Claro que sí, Leire. Ya sabes donde está—murmura la señora Noemí sonriéndome ampliamente. Le devuelvo la sonrisa y me retiro del comedor abarrotado de gente que de manera inmediata comienzan a charlar acerca de algo que no puedo escuchar.
Entro en la habitación y apenas pongo llave pego mi espalda en la puerta y pequeñas lágrimas comienzan a recorrer mis mejillas de manera lenta sin detenerse un solo momento. Siento mi corazón estremecerse y luego partirse en dos recordando el beso de Zabdiel. Porque ese fue el primer beso que di en mi vida, fue con Zabdiel y para hacerlo todavía más interesante fue falso. ¡Un beso falso! Me dejo caer lentamente en el suelo procurando no hacer ruido porque soy incapaz de dar una explicación coherente del porque estaría llorando en casa de "mi novio" luego de haber compartido un "beso perfecto". Llevo mis rodillas hasta mi pecho y me abrazo a mí misma incapaz de detener el llanto.
Quiero irme a casa ahora mismo pero no tengo corazón para arruinarle su cumpleaños a Alex. Apoyo mi cabeza en mis rodillas y permanezco en silencio observando la pared blanca. No sé cuánto tiempo ha pasado porque he perdido la noción del tiempo pero cuando alguien viene a golpear la puerta mi corazón vuelve a estremecerse de inmediato.
Me limpio las lágrimas de las mejillas y me pongo de pie para observarme en el espejo. Mis ojos están rojizos y mi nariz tan roja que podría ser la competencia directa de Rodolfo el reno en este momento.
—¿Leire?—la voz de Zabdiel llega impetuosa hasta mis oídos del otro lado de la puerta.
—¿Si?
—¿Estás bien?—pregunta sonando preocupado.
—Sí.
—Uh, Alex va a partir la tarta ¿quieres que te esperemos?—vuelve a preguntar pero estoy tan ocupada tratando de hacer que mis ojos vuelvan a lucir normales que no soy capaz de responder—¿Leire?
—No. Está bien...es...me duele un poco el estómago—inquiero sintiéndome demasiado ridícula.
—¿Quieres que revise el botiquín de mamá? Tal vez pueda encontrar algo para el dolor—niego de inmediato.
¡Estúpido chico bonito! ¿Por qué tiene que encontrar una maldita solución para todo? ¡Lo odio!
Avanzo hasta la puerta una vez que he decidido que mis ojos ya no están tan rojos y tiro del pomo para encontrarlo con las manos apoyadas en el marco de la puerta. Me observa fijamente con el ceño fruncido pero no dice nada.
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DIEZ RAZONES PARA NO AMARTE (DRPNA #1)|ZABDIEL DE JESÚS|Terminada.
FanfictionLibro uno: DIEZ RAZONES PARA NO AMARTE. Libro dos: DIEZ RAZONES PARA ESTAR A TU LADO. No choco en las esquinas de los pasillos con chicos guapos con el físico de Dylan O'Brien y con el rostro de Harry Styles. No. Mi enemiga número uno no suele ser...