Síndrome de la bruja vieja

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Es una incapacidad transitoria para realizar cualquier tipo de movimiento voluntario que tiene lugar durante el periodo de transición entre el estado de sueño y el de vigilia.

Puede ocurrir en el momento de comenzar a dormir o en el de despertarse y suele acompañarse de una sensación de gran angustia. Su duración suele ser corta, generalmente entre uno y tres minutos, tras los cuales la parálisis cede espontáneamente. Durante el episodio, la persona está totalmente consciente, con capacidad auditiva y táctil, pero es incapaz de moverse o hablar, lo que puede provocar gran ansiedad.

Sin embargo, no existe peligro alguno para la vida, pues los músculos respiratorios siguen funcionando automáticamente.

Se cree que ocurre cuando la persona se encuentra bajo mucha presión o estrés, y al momento de dormir el cuerpo aún sigue estando alerta sobre la amenaza (estrés), lo que dificulta la posibilidad de recuperar el organismo. Algunos circuitos neuronales siguen sobreexcitados y producen algunas pesadillas que la persona puede sentir que son reales, se despierta abruptamente para defenderse, pero el organismo no responde rápidamente. Esta falta de respuesta se debe a que el organismo está en momento de profunda relajación.  

Se reconocen tres tipos: las formas aisladas, las asociadas a otra patología y las de tipo familiar.

* Formas aisladas: Puede aparecer de manera aislada en individuos sanos. En estos puede asociarse a niveles altos de estrés y ansiedad, o a un sueño demasiado fragmentado y un horario irregular de descanso. Los casos aislados ocurren más frecuentemente al levantarse, mientras que en la forma familiar y en la asociada a narcolepsia, la parálisis es más común al inicio del sueño.

* Forma familiar: La parálisis del sueño de tipo familiar sin que existan otros síntomas acompañantes como ataques de sueño o cataplexia es poco frecuente, con solo unas pocas familias descritas en la literatura. Se produce cuando varios miembros de una familia sufren del mismo trastorno.

Puede estar asociada a otra patología, principalmente narcolepsia. Entre el 40 y el 50 % de las personas que sufren narcolepsia presentan episodios de parálisis del sueño.

Son seis las experiencias típicas que suceden durante el transcurso de la parálisis:

Sensación de presencia: sensación de una o varias presencias en la casa a las que se considera como «intrusos». Es una impresión neutra acompañada de aprehensión y temor. Se presupone la presencia sin necesidad de corroborarlo sensorialmente. En algún momento sienten que la presencia se mueve, entra en la habitación, puede acercarse a la cama, incluso sentir presión en el colchón. La mitad de las personas relatan que saben que son observados fijamente, pero no saben identificar desde dónde.

Presencia amenazante: los encuestados interpretan que la naturaleza de la presencia y el ambiente que la rodea es peligrosa o malévola, y que intenta la posesión (a veces el rapto o abducción, en el caso de los visitantes de dormitorio). Se acompaña de un fuerte sentimiento de terror, peligro y urgencia; necesitan despertarse lo más pronto posible. Este estado de pavor no siempre se asocia a la posibilidad de sufrir daño físico, sino más bien al sentido misterioso particular de la maldad que desprende la entidad. Se siente la amenaza de fuerzas sobrenaturales y demoníacas que buscan robar el alma o poseer el cuerpo del durmiente.

Alucinaciones visuales: más o menos vívidas, inconstantes, vagas e indefinidas, cercanas a la pseudoalucinación; el estímulo externo percibido se reconoce como real. En el caso de la presencia, esta queda fuera de la vista, o en la periferia del campo de visión, o camuflada entre las sombras de la habitación; en algunos casos se relatan imágenes detalladas de objetos y seres como fantasmas, figura oscura a los pies de la cama, esqueletos, calaveras, etc.

Alucinaciones auditivas: al igual que en las visuales, se tiene la convicción de que los sonidos son reales y que provienen del exterior más que de su mente. Son sonidos elementales, mecánicos e intensos, como zumbidos, rumores, siseos, correteos, rugidos, campanadas, golpes, vibraciones, silbidos, chillidos, rechinadas y gimoteos. En otros casos son sonidos identificables concretos como timbres de teléfono, sirenas, herramientas, motor eléctrico, golpes de puerta, arrastrar de muebles, vidrios o vajilla que se rompe, música extraña, sonido de radio con ruido blanco o que recibe varias estaciones, sonidos de viento, rugido de olas del mar, etc.; las voces humanas son el sonido más frecuente en un 37 por ciento de los casos, en forma de griterío o leves susurros, sin mensaje identificable ni claro.

Alucinaciones táctiles: comunes y relacionadas con la presencia intrusiva; incluye la sensación de que el colchón se hunde, que alguien se sienta, que le retira las sábanas o que la agarra de las manos.
Dificultades respiratorias: sensaciones de presión en el pecho, dificultad para respirar, estrechez alrededor del cuello como si fuera estrangulado, y sensaciones de sofocación y asfixia; estas percepciones pueden explicarse por la parálisis de los músculos voluntarios; el estado de sofocación produce gran angustia, pánico y temor de morir asfixiado.

Se recomienda relajarse y no perder la calma, ya que se trata de un proceso temporal, en el que en realidad no corremos ningún peligro. Dado que la respiración se produce automáticamente, la persona solo necesita percibir que está respirando con normalidad para entender que se encuentra en una fase temporal de parálisis del sueño.

Puede ser útil intentar mover zonas del cuerpo lentamente, como las piernas, manos o brazos; también abrir los ojos. Tras vencer el episodio de parálisis, es conveniente levantarse de la cama y procurar estar despierto unos minutos, antes de volver a acostarse, para evitar que aparezca de nuevo el episodio.15 En algunos casos el médico puede recomendar la utilización de antidepresivos triciclicos, por su acción inhibidora de la fase de sueño.



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