Capítulo 29: Maldito Imbécil

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Era de esos días en los que no provocaba levantarse de la cama.

Esos días en los que no quieres despertar porque sabes que no hay nada, porque todo se ha destruido.

Lidiaba con la constante culpa y el temor de ser juzgada por algo que sin querer busqué, pero de aquello que no me quiero deshacer.

Mi celular aún permanecía apagado desde hace una semana que abandoné la ciudad. Sola enfrentándome al mundo, sola en un lugar desconocido pero que me había acogido con tanto calor y protección.

Me levanté con pesadez y fui a lavarme los dientes en el pequeño baño de mi habitación.

Mi reflejo no era muy alentador, tenía ojeras marcadas, a causa las noches en vela por la preocupación. Qué habrá pasado con todo aquello que dejé atrás, quizás todo sea un caos, o quizás realmente no importó.

Tomé un rápido baño, la ropa comenzaba a quedarme ajustada, lo ignoré ya no tenía nada que ocultar.

-¡Niña, deberías dormir más!- dijo Clara en modo de saludo.

Clara era la dueña de la posada donde he vivido estos días. Era una mujer mayor de mejillas rosadas y cabello canoso, pero tan dulce como la miel, se podría decir que era la abuela que nunca llegué a tener, ya que una falleció cuando era una bebé y mi abuela materna cuando mamá nació.

-Eso intento, pero no es fácil-

-Lo sé- dijo colocando un tazón de avena y frutas delante de mí- Al menos come, ya está creciendo y necesitas comer por dos-

Clara cuidaba tanto de mi como de las otras chicas. No, no era una especie de refugio para chicas rebeldes sin hogar, era una posada dónde estás chicas podian quedarse mientras intentaban salir adelante solas.

Al terminar de desayunar, me fuí a mí ya no tan nuevo trabajo, era camarera  en una pequeña cafetería del pueblo y extrañamente amaban mis licuados de frutas y mi café. Si entiendo su cara de sorpresa, pero yo tampoco sabía que lo podía hacer, y mucho menos que les fuese a gustar.

***

-Cuando termines de atender a las mesas 7 y 4 puedes ir a almorzar, pareciese que te fueras a desmayar- dijo Lu Ann- la dueña de la cafetería y hermana mayor de Clara, no tan dulce como ella pero lo suficientemente atenta.

-¿Qué desean chicos?- dije mientras me acercaba al primer grupo de clientes que se interponia entre  mi almuerzo y yo.

-Dos hamburguesas, dos papas fritas grandes y...- deje de escuchar la orden cuando ví por el rabillo del ojo entrar una melena negra que me era aterradora y muy familiar.

Ante el pánico, me congelé y dejé caer mi libreta. Al parecer me veia muy mal porque uno de los chicos se levantó a sujetarme y me colocó en su asiento. Todos me miraban por el alboroto, hasta aquella chica que lo ocasionó, evitaba mirarla a la cara, hasta que lo hice fugazmente.

Respiré, no era ella. El color comenzó a volver a mi rostro y la debilidad desaparecía.

Lu Ann, me dió un vaso de agua y azúcar me envió a casa a descansar.

***

Decidí dar una vuelta por las afueras del pueblo, cerca del lago. Debía poner en orden mis ideas, solo el pensar que me habían encontrado casi ocasiona que me desmaye...

Creo que quizás no fue buena idea desaparecer del todo, seguramente me estaban buscando y pronto me encontrarían, respiré profundo.

-Creo que es momento de mandar una señal de vida- le dije a mi pronunciado vientre.

Caminé con pesadez a la posada.

-No te desaparezcas así, niña- dijo Clara al verme llegar.-Lu me llamó hace una hora preguntando si habías llegado bien, y cuando le dije que no estabas se preocupó y me preocupó, pensamos que te habías desmayado en la calle o que se yo-

-Perdona, decidí tomar un poco de aire- dije bajando la cabeza.

-Esta bien, para la próxima sólo avisa. No sabes lo preocupados que nos ponemos por ti y tu criatura, piensa en eso. Y ahora sube a tu cuarto y descansa-

Sonreí con nostalgia puesto que sentí que era mi madre la que me reclamaba, ese sentimiento, el imaginarla en esa situación de angustia avivó aun más la idea de llamar a casa.

Ya en mi habitación busqué en lo más profundo de mis cajones mi celular.

Suspiré antes de encenderlo.

20 mensajes sin leer
15 llamadas perdidas
45 mensajes sin leer
76 llamadas perdidas
270 mensajes sin leer
345 llamadas perdidas.

Solo miraba el celular mientras en cada vibración se actualizaba el número de mensajes y llamadas. Un nudo se formó en mi garganta, me matarían apenas supieran en donde estoy.

Tomé aire mientras leía los primeros mensajes.

Annabelle

Maddie, ¿dónde estás? Estamos muy preocupados. Aparece por favor. Tú madre me llamó llorando, no sabe nada de ti y está asustada. Por favor llama.

Liz

Madison Stewart... ¿Dónde estás metida? Todos estamos muy preocupados por tí, hasta el imbécil de Matthew se atrevió a preguntarme donde estabas y tus padres estan muy tristes.

Mamá

Mi niña, si huiste porque no sabías como reaccionaríamos ante tu embarazo. Tengo que decirte que estés tranquila. Tu padre y yo te amamos y jamás te dejaríamos sola. Por favor ven a casa.

Las lágrimas caían sin control por mis mejillas, comenzaba a jimotear, no estaba lista para volver, no quería. Pero tampoco quería que ellos sufrieran.

Parker

Stewart, por favor dime dónde estás, prometo no decirle a nadie. Soy tu mejor amigo, sabes que te amo... No me dejes con esta preocupación, solo llama y dime qué estás bien.

Matthew

Madison, tus padres vinieron a mi casa. Me preguntaron que te había hecho para que te fueras. ¿Por qué lo hiciste? ¿Ah? ¿Por qué hablaste con ellos sin decirme? Ahora soy el malo de la película, ahora creen que te dije que no te apoyaría  y por eso huiste. Deja de ser una niña y afronta las cosas como la mujer que se supone que eres.

Las lágrimas de tristeza ahora eran de rabia, sentía mis mejillas arder por las ganas de querer golpear su entrepierna.

-Maldito imbécil- dije a la pantalla del teléfono.

Decidí obviar a Matt de todo esto. Solo llamaría a una persona y debía decidir bien a quién.

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