Capítulo 3

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Yoongi miró en dirección a la puerta del salón, esperando con ansias que el dulce y popular rubio entrara para llevar a cabo su maravilloso plan.

Se había tomado muy en serio la conversación que tuvo con sus amigos ayer en la cafetería escolar, y haría lo que fuera para que Park Jimin decidiera irse de la escuela.

No le gustaba en lo absoluto que recibiera toda la atención de las chicas. Tampoco lo que sentía cada vez que se le quedaba mirando fijamente o le sonreía.

Esa maldita sonrisa de lado a lado que provocaba que sus ojitos se volvieran dos medialunas y que se viera realmente adorable.

¡Podía jurar que sentía animales en su estómago cada vez que le dedicaba una de esas miradas!

Y eso ya atenta a su salud, ¿y si eran parásitos?

Bueno, claro que eran parásitos, era la única explicación lógica que podía encontrarle a esos retortijones en su estómago.

Park Jimin era un peligro andante, y Yoongi haría lo posible para alejarlo lo más que se pueda de él.

Por eso mismo sonreía de oreja a oreja con entusiasmo al recordar su gran plan. Sus compañeros que se encontraban en el salón lo miraban con extrañeza.

Yoongi solo sonreía cuando estaba con sus amigos, los cuales eran de otros cursos y solo veía en el descanso.

A pesar de las miradas que le dedicaban sus compañeros, el pelinegro no dejó de mirar sonriente a la puerta hasta que Jimin apareció.

Como siempre, venía rodeado de chicas y sonriendo.

Por un momento, Jimin apartó la mirada de las chicas a su alrededor y alzó la mirada para buscar a alguien.

Para buscarlo a él.

Al ver en donde se encontraba, le sonrió sin mostrar los dientes y se abrió espacio entre el círculo que lo rodeaba para sentarse junto a él .

Pero se detuvo antes de tomar asiento en la silla, cosa que a Yoongi le preocupó.

Esperaba que Jimin no se haya percatado de lo que se encontraba en su silla, ya que si eso sucedía ya podía dar por fracasada su broma.

Pero para alivio de Yoongi, Jimin solo lo miraba a él, y abrió los ojos sorprendido cuando notó que el pelinegro le sonreía.

Yoongi le estaba sonriendo.

Había dejado de mostrar sus encías como hace unos minutos, pero aún así la expresión divertida no había dejado su rostro. Sus labios se habían curvado en una media sonrisa, y lo miraban solo a él.

Dicha acción bloqueó todos sus sentidos, y sin siquiera fijarse en su asiento, Jimin se apresuró a agacharse y sentarse a su lado como siempre lo hacía en todas las clases que tenían juntos, esperando esperanzado que el que Yoongi le estuviera sonriendo significara que ya no se cambiaría de lugar.

Pero Yoongi no estaba sonriendo por los motivos que Jimin pensaba. Lo hacía porque su plan había salido tal y como lo había esperado.

Lo supo cuando un gran estruendo se escuchó por todo el salón, callando al instante a todos los alumnos.

Era el ya conocido sonido de una flatulencia.

Y provenía de Jimin.

Yoongi esperó las risas burlonas y las muecas de asco de parte de sus compañeros al darse cuenta de que Park Jimin, el tierno y perfecto chico, se había tirado una flatulencia.

Pero en cambio observó sorprendido como varias chicas se acercaron al avergonzado rubio con expresiones preocupadas.

—Jimin oppa, ¿se encuentra bien?

—¿Algo le cayó mal en el almuerzo?

—¡Oppa, tiene que ir a la enfermería de inmediato!

Todas habían formado un círculo alrededor de Jimin, quien se encontraba rojo de la vergüenza y sin poder hablar. Cada vez que lo intentaba las palabras no salían de su boca.

Yoongi miró furioso la escena, ¡no se supone que eso debía de haber pasado!

Lo planeado era que todos creyeran que Jimin era un asqueroso que se echaba flatulencias muy ruidosas y que se burlaran de él o que lo miraran con desagrado. Y el rubio, sin poder soportar las burlas, se iría de la escuela.

¡Así de sencillo!

Pero, en cambio, las chicas se preocuparon por su salud y lo llenaron de preguntas sobre su alimentación.

De nuevo, Park Jimin había acaparado toda la atención de las chicas, ¡y sin siquiera intentarlo!

Yoongi se encogió en su asiento con enojo, borrando su sonrisa ladina por una mueca de enfado.

Su primera broma había sido un completo fracaso.

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