Capítulo 8

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Al día siguiente Yoongi se encontraba en la cafetería de la escuela comiendo una deliciosa hamburguesa mientras sus amigos hablaban sobre un supuesto nuevo pretendiente de Jin.

— Es en serio Tae, no le he podido encontrar ningún defecto. Es más alto que yo, cosa que me es difícil de conseguir, es inteligente y realmente humilde, tiene todo lo que pido en un chico — le contó emocionado el pelinegro a su amigo, quien lo miraba con suma atención.

— ¿Todo eso pudiste saber solo con haber tomado su orden en la caja? — preguntó Yoongi con burla luego de masticar todo el trozo de hamburguesa. Al pelinegro le causaba gracia la facilidad con la que su amigo se enamoraba. Trabajaba en una pequeña cafetería cerca del metro y se encargaba de atender a los clientes en la caja, y todo el tiempo llegaba al almuerzo diciendo que había encontrado al chico perfecto para él.

Jin lo fulminó con la mirada al notar su fingido interés y el tono divertido en su voz.

— Ya ha ido otras veces, para que lo sepas — responde el mayor a la defensiva.

Yoongi solo se dedicó a encogerse de hombros, restándole importancia al asunto.

Había otras cosas en las que pensar.

Ya habían pasado dos horas de clases y Jimin no había hecho acto de presencia.

Obviamente Yoongi no esperaba que se aliviara tan pronto, pero realmente esperaba verlo después de lo que sucedió en su casa.

No sabía cómo debía de actuar ahora frente a Jimin después de cómo lo cuidó la tarde pasada. Y es que, para ser sinceros, cada vez que se inclinaba hacia el rubio para colocar la toalla mojada en su frente tenía que resistir las ganas de quedarse en esa posición y solo dedicarse a admirar al menor.

Y luego estaba el hecho de que le confesó que fue él el culpable de las bromas infantiles. No se sentía cómodo con Jimin sabiéndolo pero no podía omitir ese detalle, no quería que el rubio se hiciera ideas equivocadas del porqué fue a cuidarlo a su casa.

Porque nunca hubo segundas intenciones con su visita.

Sus acciones habían tenido el calmar la culpa que crecía en su pecho como único objetivo, todo con el fin de tener su conciencia limpia.

Eso si, lo último que Jimiin le preguntó fue que si ahora “estaban bien” y aunque Yoongi le respondió que si, aún no estaba seguro de lo que eso significaba.

¿Estamos bien de te seguiré ignorando? O, ¿estamos bien de que podemos hablar en clase? No dejaba de preguntarse el pelinegro.

Yoongi se sentía frustrado por la situación y no podía esperar el momento en el que se encontrara con Jimin. Aún no sabía cómo actuar, por lo cual decidió dejar que el rubio se dirigiera a él primero y solo le seguiría la corriente.

De tan concentrado en sus asuntos que estaba no se percató de la chica que se sentó a su lado, dejando su bandeja de comida en la mesa.

Era rubia, su cabello caía lacio hasta llegar a su espalda baja. Sus ojos eran grandes y por sus rasgos faciales en general, Yoongi supo que no era coreana. Con respecto a su vestimenta, usaba una camiseta sencilla de algún grupo que desconocía y unos jeans rotos de las rodillas.

No pudo evitar verla con el ceño fruncido. No la conocía de nada y lo empezaba a poner incómodo tenerla cerca. Yoongi no era una persona muy sociable, además de que no le gustaba que la gente se le acercara tanto. Esa era la razón del porqué sus amigos siempre se sentaban juntos de un lado para que Yoongi tuviera el otro para él solo.

Miró a sus amigos con confusión, tratando de pedirles que les explicara qué sucedía.

Taehyung sonrió nervioso y cuando abrió la boca para explicar la situación, Yoongi sabía que no le iba a gustar para nada.

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