Capítulo 9

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Capítulo 09:

Ámbar.

— Ámbar, ahí estás, ¿Dónde te metiste? — me interrogó Alfredo, como lo odiaba, ¿Por qué se hacía el preocupado?.

— No te importa, total, creo que Luna ya te lo va a buchonear — sonreí falsamente, quería ahorrarme pretextos.

Subí a mi habitación, y ahí me quedé encerrada por varias horas, muchas.

No tenía razones para llorar, no, pero aún así lo hice. Todo me salía mal, seguía siendo esa misma idiota sensible que tanto odio, ¿Es que el tampoco podía ponerse en mi lugar?, ¡Me duele! ¡Me duele, maldita sea!. Odio mi vida, la aborrezco. Si no fuera porque esa chiquita mexicana pisó Argentina, todo esto no estuviera sucediendo. Seguiría probablemente con Matteo, mis amigas seguirían siendo Delfina y la hueca de Jazmín, sería la Reina de la pista y el escenario. Mi madrina, o mi mamá, estaría acá criticando mi persona para ser cada día mejor. Sigo sin creer como el tiempo te lo quita absolutamente todo, en un parpadeo, puedes estar al borde de la muerte, como yo.

¿Cuándo será el día qué diga que estoy feliz plenamente? ¿Cuándo será el día en que me dejen de criticar sin pensar que me sucede detrás de todas esos comentarios absurdos? ¿Cuándo será el día en que me dé cuenta yo misma lo horrible que soy y me deje de creer algo que no soy?.

Revolví enojada mis cabellos rubios, mientras soltaba un grito ahogado de furia y tristeza cargado en él, luego me miré al espejo que seguía ahí, en el mismo lugar, pero todo fragmentado. Tomé mis mejillas y clavé en éstas mismas, mis largas uñas teñidas de un azul opaco, las dejé ahí, hasta que sintiera dolor insoportable. Después tomé uno de mis perfumes y lo estrellé contra el vidrio, los fragmentos comenzaron a caer al piso.

— ¡La...! — maldije al sentir como un vidrio me rozó la piel, lo suficiente para crear una herida.

Comencé a sangrar, me ardía y mucho a decir verdad, pero me iba aguantar. Yo misma me lo busqué, así que decidí ir a buscar el botiquín de primeros auxilios que se encontraba en un clóset que estaba en una de las habitaciones de los Valente. Bajé cuidadosamente sin hacer ruido, pero mi pequeño rastro de sangre no ayudaba en nada, se formaba un camino de gotitas rojas a medida que caminaba. Que mala suerte la mía.

— ¡Pssst, psssst! — toqué la puerta de mi... Mi... Mi prima, ¿A caso realmente debería llamarla así a Luna?.

— Ya voy — murmuró una voz irreconocible, algo grave.

La puerta se abrió lentamente, causando un chirrido, entonces ví su cara, se le notaba el cansancio y mal. Pero no tenía nada que ver, el siempre se vería así, lindo, o más.

— Ámbar — dijo atónito, maldita sea,¿Por qué?.

— Che, no penses que te dije lo anterior en broma, pero necesito en serio la ayuda de Luna o tal vez... Vos — mordí mi labio, escondí mi mano ensangrentada —. ¿Sabes dónde está el botiquín, Simón?.

— Oh, no te preocupes por eso — se adentró a la habitación, después de unos minutos, salió con una bolsa con zipper, y dentro de ella se encontraba una gasa, un alcohol, un agua oxigenada y algodón —. Siempre llevo esto a la mano en mi mochila. Patinando, nunca sabes cuándo puedes herirte. Toda tuya.

— Sí, ajá — le quité de sus manos la bolsita, y caminé rápido a la cocina para auxiliarme, vaya Ámbar, eres un genio.

Controla tu ira.

— ¿No me vas a decir porque te cortaste? — habló detrás mío.

— Esteeeee... — parpadeé, caminó hasta llegar enfrente mío.

Estaba en problemas, no quería que él se diera cuenta de mi ataque notable de ira, no quería otro sermón de los suyos. Porque suficiente tenía con lo sucedido hace tiempo. Estaba cansada, quería cerrar mis ojos y olvidarme un poco de esto.

— Yo, eh, ¿Vos qué haces acá? — coloqué un algodón con alcohol en la cortada, luego cubrí mi mano con la gasa.

— Luna me invitó, bonita.

— Cállate. Te dije que no me llames así, ni tampoco me hables, ¿Es que vos nunca entendes una orden? — me fastidié, y él no ayudaba mucho, peor, me sacaba de mis casillas.

— Creo ser bastante grande como para recibir órdenes de otras personas, sobretodo como tú Ámbar — se cruzó de brazos, examinando lo que hacía —. Está bien, no quieres contarme, me lo merezco. Rompí lo único que quedaba de tu corazón.

Rompí lo único que quedaba de tu corazón.

Ay, Simón...

— Está bien, solo cierta tu maldita e insoportable boca — me levanté de mi asiento rápidamente, sin prevenir, terminé tropezando con la silla.

Sí, la torpe, ¿Qué me sucede?.

— cuidado — avisó, me sostuvo entre sus fuertes brazos, acogedores también.

Sentía una ráfaga de sentimientos desconocidos rozar mi cuerpo, era raro, verlo así de esta forma me daban nuevos deseos. Nuestros rostros estaban peligrosamente cerca, mucho, demasiado. ¿Realmente arriesgaría todo?, mi respiración se volvió acelerada, estaba nerviosa. Había luchado tanto para poder liberarme al fin, y volvería a ser presa de un amor prohibido ante un posible beso, entonces sería cuando caería a la tristeza y sensibilidad de antes.

— Tus ojos azules se ven mejor de cerca — musitó con voz ronca, no, no, no.

Ya me lo veía venir...

Una mano de las suyas descendió a mi cintura, y la restante a mi cuello, acercando cada vez más mis labios a los de él.

Prométeme, digo, promete Ámbar no caer a sus encantos. Sigue el plan. Esta vez será muy diferente, capaz y así consigues algo a tu favor, algo que perjudique a los loosers. Que arruine a Luna Valente, Sol Benson o tu prima, como le llames.

Mis labios estaban entreabiertos, cada vez quedaba menos, me concentré en sus penetrantes ojos cafés, su mirada reflejaba un brillo desconocido, e inocencia también. ¿Sería la misma sensación de antes?.

No esperó más, abruptamente me acercó más a él, juntando nuestros labios. Era rápido, como si descargaramos furia en el beso, coloqué una de mis manos en su mejilla profundizando la acción.

Se sentía bien, demasiado.

Ya no hay claroscuro, solo oscuridad.

Claroscuro©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora