Capítulo 17

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Capítulo 17:

Necesitaba un abrazo, era una más de esas noches en las que se sentía sola, y admiraba con tristeza la foto de perfil que tenía el contacto del mexicano. Sonreía con melancolía a su vez que soltaba silenciosos sollozos.

— Te hice daño... — musitó —. Nunca te vas a olvidar de mí, te lo prometo — aseguró con amargura.

— ¿Quién no te va a olvidar? — preguntó apoyada en el marco de la puerta, con un rostro serio.

Cerró sus ojos con fuerza y limpió sus lágrimas rápidamente, tomó una bocanada de aire. Volteó su cabeza y se encontró con una Emilia preocupada.

— ¿Qué haces? ¿No estabas durmiendo, ya? — intentó sonar molesta.

— Ay amiga, no me digas que estás llorando por Simón otra vez — rodó sus ojos cafés y se acercó a la rubia —. Ya te dije mil veces que el no te conviene, es un perdedor, y lo único que hizo es arruinarte la vida. Tenés a Benicio que está muerto de amor por ti, ¿Pero te dignas a sufrir por ese azteca? — se sentó a su lado y la abrazó —. Quiero lo mejor para ti, amiga. Suficiente de Simón, ¿Ok?.

— Emilia a mí no me interesa Benicio, que él se muera de amor si quiere, a mí me seguirá gustando Simón aunque no quiera. Aunque me duela — susurró en voz baja —. No entiendes.

— Pero estoy preocupada por ti, no podes estar todo el tiempo con esos ánimos, vale, hagamos algo. Hagamos una pijamada ahora mismo — sonrió —. Aunque al conocernos te dije que llorar es de débiles, tal vez, no sea tan así, digo, no es necesario que les demuestres que estés rota al resto. Pero, cuando estás con personas de confianza, por ejemplo conmigo, no tienes la obligación de ocultar lo que sientes, si quieres llorar solo hazlo. Ámbar, tú eres mi mejor amiga, no te juzgaré por hacerlo — se fundieron en un cálido abrazo —. Y por favor, deja de decir chorradas, obvio que te entiendo, me sucede lo mismo.

— Te quiero amiga.

La duda quedó allí, en el aire, ¿Quién será el enamorado de su fiel amiga mexicana?. No le importó, no quería quebrar tan buen momento.

Para ambas, ésta era una noche crucial, obligarían a Simón cantarle una canción de amor a Ámbar. Tenía que estar todo de acuerdo, no podía escaparse ningún mínimo detalle, habían empezado una semana antes, puesto que la mexicana también quería preparar su presentación ante el público.

— Simón, ¿Qué te parece si cantamos andaremos? — consultó por audio, en un break que se habían tomado para merendar aquella deliciosa comida que la madre de ella había ofrecido —. Y por cierto, gracias por aceptar cantar conmigo.

— Mirá Luna, capaz le guste esto, ¿No te parece muy lindo? — le mostró un anillo de corona de las mejores joyerías en el centro de Buenos Aires, con pequeños diamantes incrustados, de plata original.

— Sí, está muy chévere, ¿Cuánto cuesta? — consultó a la de lentes.

— Dos mil pesos, ¿Podrás comprarlo?.

— Claro, todo por mi mejor amigo — ambas sonrieron.

Estaban preocupados, rondaban de acá para allá preguntándose qué hacer con la argentina que se había escabullido hace un día.

— ¿Qué puedo hacer? — inquirió con inquietud el mayor —. Digo, pronto cumplirá dieciocho y ahí sí que la puedo perder.

— Señor Alfredo, creo que Ámbar ya está grande, dejemos que pruebe. Eso sí, tratemos de apoyarla en todo, y tener los brazos abiertos por si un día decide regresar a la mansión — propusó Miguel.

— Tenés razón, tal vez, deba dejarla ir... — junto sus manos.

»— Porque vos, se nota que no me querés, se nota que ya no hay amor. Entonces ya no hay más que hacer, y yo me dedico al alcohol. — Cantaban con cierta amargura al compás de la canción, en este momento, no escuchaban lo que solían escuchar, habían elegido algo diferente. Porque esta noche, era especial —. Porque vos, se nota que no me querés, se nota que ya no hay amor. Entonces ya no hay más que hacer, y yo me dedico al alcohol.

Era una noche para reírse, recordar mal de amores, pero sobretodo, comer mil porquerías tratando de llenar ese vacío en sus corazones.

» — mentías y yo te creía, me destrozabas el corazón con tus mentiras — cantaban a coro —. Con tus mentiras. «

— Bien, suficiente ráfaga por hoy, ja — sonrió de lado la rubia —. Tomemos un shot por cada cosa de hicimos, ¿Vale?.

— Me parece una idea genial — sonrió de oreja a oreja.

—  ¿Alguna vez fuiste a alguna Matinée o boliche a escondidas? — sirvió un poco del líquido en un pequeño vasito de vidrio —. Cómo le dicen acá, tú sabes.

— No.

— Ay, Ámbar sos una amargada, ¿Al menos fuiste a bailar? — ella bajó la mirada avergonzada y negó lentamente con la cabeza —. ¡Eres una santa! — soltó una carcajada bromeando.

— Nunca quise ir porque no me llamaba la atención, además, ¿De qué me iba a servir?. Dejemos por alto está pregunta Emi, seguí con otra — trató de seguir con el juego, con tranquilidad.

— Bueno, sabes qué, no importa, no te sientas mal que no es la gran cosa del mundo ir a bailar. Hagamos algo, cómo estamos aburridas y mañana no hay nada más que hacer, terminemos el juego en un boliche, prometo que la pasaremos genial — su amiga se notaba tan entusiasmada, que estaba dudando, claro, tenía más ganas de decir no. No solo por el confort del hogar, simplemente porque ya eran las diez de la noche.

— ¿No es muy tarde ya? — preguntó.

— Son las diez, ¿Bromeas?, la fiesta apenas debe comenzar — sonrió.

— Oh, pues... — su amiga la detuvo.

— Invitemos a los chicos — la argentina arqueó una ceja —. A Benicio y Ramiro.

— A Benicio no... Sigo enfadada con él — rodó sus ojos.

— Bien estupendo, un trío de amigos — mordió su labio —. Bueno, solo si el se anima, porque ya no seríamos tres en ese caso, ja.

Iba a ser una noche media alocada, divertida y nueva para Ámbar. Tal vez y desataba más problemas, o quizás, más oportunidades.

— Hola Sylvanna — su voz la reconoció apenas, igual, prefirió preguntar.

— ¿Quién llama? — atemorizada, se preparó mentalmente para la respuesta.

— Tobías, ¿Recordas? — quedó congelada, sus sospechas eran ciertas —. Estoy en Buenos Aires de vuelta y necesito hablar con vos, sobre nosotros, sobre todo.

Debía evitar la verdad a toda costa.

Él por su parte, iba a averiguar la verdad, cueste lo que cueste.

Ya no hay más Claroscuro, solo oscuridad.

Claroscuro©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora