Capítulo 24

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Capítulo 24:

Terminamos de entrenar, tomé mi bolso y con mis patines puestos me marché a casa. Esta última semana me hacía muy abrumada, quería aire fresco y pensar un poco las cosas, ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Por qué no soy feliz?, mas no recibí respuesta alguna. Patiné hasta llegar a un parque, muchos recuerdos inundaron mi memoria.

— ¿Me vas a decir que no fuiste tú la que tiró bebida sobre el Rack? — con mis ojos cristalizados balbuceé, no, no podía perderlo. No ahora.

— ¿No fuiste tú la que quemó toda la pista, Ámbar? — negué con la cabeza, lo había descubierto todo.

— No, no fue así... — murmuré.

— ¡No me mientas Ámbar!, porque yo entregué mi corazón a ti — yo también, pensé —, yo confíe en ti y tu no y es horrible.

— P-Pero... No...

— Por una vez en tu vida dí la verdad Ámbar — veía su lindo rostro, mojado por lágrimas que yo había causado.

Cerré mis ojos al llegar al parque, di vueltas y vueltas alrededor de él, mientras recordaba más y más.

— Simón, te pido por favor que no me dejes — supliqué entre el llanto —. Si no estás a mi lado todo se vuelve oscuro — sentí como lágrimas rodaban por mis mejillas —. Yo sé que sin vos no puedo, te necesito — quise tomarle las manos pero se alejó.

— No puedo volver a confiar en ti Ámbar — me miró por última vez con enojo.

Comencé a llorar, me era totalmente inevitable, él causaba toda una tormenta en mi interior. Miles de recuerdos que dolían, que no podía dejarlos ir.

— ¿Cuál te gusta más? — le mostré dos prendas de ropa.

— Para mí, todo te queda hermoso — sonrió.

Una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios.

— Tengo reservado para ti los primeros tres años — me miró.

— ¿Tres años nada más? — reímos, sonreí.

Mordí mi labio, ese día había sido el mejor de mi vida, recordar eso me ponía feliz y a la misma vez muy triste, ya que me hacía recordar todo el dolor por el que cause. Sí, definitivamente, Simón es mi dolor y alegría.

— Tienes los ojos más bonitos que he visto en mi vida — sentía mis mejillas arder, su mirada y hoyuelos me estaban derritiendo por dentro.

Frené en seco, era ahora o nunca, miré por última vez el espacio que me rodeaba. Suspiré pesadamente y volví a patinar, ésta vez en dirección al ph que compartía con mi amiga Emilia, prepararía las últimas cosas para el Festival. Mañana sería un día sumamente especial, tenía que estar preparada, antes de cruzar para llegar a mi nuevo hogar – aún lo sentía así – ví a una mujer rubia y un hombre igual, esperando en la puerta. Un escalofrío me recorrió por la columna, patiné deprisa y los detuve cuando estuvieron a punto de tocar el timbre.

— Hola — los interrumpí, ellos me miraron como asustados y... Emocionados —. ¿Ustedes qué hacen acá? — miré sus rostros, era ella, ¡Era Sylvanna! —. ¡Vos sos mi mamá! — grité con miedo —. No lo puedo creer.

— Ámbar yo...

— No, déjame en paz, ¿Cómo me encontraste?, ¡No quería verte nunca más! — le grité totalmente enojada —. ¡Vos sos la culpable! ¡Vos me arruinaste la vida! ¡Me dejaste sola! — comencé a llorar —. ¡Ahora sufro las consecuencias de una miserable soledad por vos y tu egoísmo!. ¿Y vos qué?, adivino, sos su nuevo esposo, ¿el papá de sus nuevos hijos o qué sos? — ambos cruzaron miradas atónitos y sonrojados.

— Ámbar, yo... — su mirada se dirigió hacia mí, con una sonrisa tímida, fruncí el ceño —. Yo soy...

— Ay, ¿Qué es todo éste griterío? — salió mi amiga con una toalla en el pelo y una cara de disgusto —. Ámbar, deja de pelear con estos vagos.

— No son vagos Emilia, son... — pensé que decir.

— Somos sus papás — terminó el señor rubio de ojos azules, con una sonrisa cálida dedicada a mi persona —. Ámbar yo soy tu papá, y he vuelto para conocerte.

No lo podía creer, sentí como algo dentro de mí se quebrase, todo había pasado tan rápido. Estaba decepcionada, dolida, rota, ¿Cómo tenían el derecho a venir así?, ¡Con esta noticia!. Sólo querían arruinarme lo poco que he conseguido parecido a felicidad, ellos no eran mis papás.

— Déjate de chistes, no estoy de humor — dije con desdén, aguantando mis lágrimas.

— No, es cierto, dame una oportunidad, te lo pido — suplicó, mordí mi labio.

Ámbar, estás sola ya, ellos pueden capaz juntar los pocos pedazos que quedan. Anímate. Después de todo, se han tomado la molestía de volver, no cualquiera lo hace.

Tenía razón, mi subconsciente tenía muchísima razón y por primera vez, me dejaré guiar por mi corazón, mi pequeño y adolorido corazón. Me lancé a los brazos de aquel señor que decía ser mi papá y lo abracé con todas mis fuerzas.

— Amiga, es mejor que entremos... — murmuró.

Sentí como acariciaban mi pelo, con dulzura y cuidado. Cerré los ojos, rompí en llanto. ¿Cuántas veces habré fingido por Sharon ser mi madrina sabiendo realmente que era mi mamá?, ¿Cuántas veces me habré preguntado, de pequeña, que era sentirse feliz junto a un papá y una mamá que te quieran?. Así se sentía, paz y tranquilidad, después de mucho tiempo volví a recuperar un poco de felicidad.

— Ámbar — advirtió.

— Emilia, déjame sola un momento, ¿Sí? — le pedí dulcemente, mientras me separaba de él.

Escuché como soltaba un bufido y azotaba la puerta, por un segundo sonreí ampliamente y luego volví a mi postura fría.

— Si ustedes prometen quedarse, yo les permitiré quedarse en mí vida — les dije.

  Ambos corrieron a abrazarme.

— Te queremos Ámbar — murmuraron a coro.

— Por cierto... ¿Mañana vendrán a la presentación de mi equipo? — pregunté curiosa, con timidez por dentro, esperando un de su parte.

— Claro, hija — mi vista comenzaba a nublarse, ¿Hija?, claro, así se sentía escuchar la palabra.

Por dentro, daba brinquitos de felicidad, porque por primera vez tendría a una familia como correspondía.

Ya no hay Claroscuro, solo oscuridad.

Sigan mi nueva cuenta donde habrá muchas novelas Simbar Its_Sabb.

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