Capítulo 15

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Entró a la habitación sin pedir permiso, sabía que lo que ocurría entre ellos no era muy bueno. Pero tampoco podía permitir que se arruinara la vida, después de todo, quería lo mejor para ella.

— ¿Te vas a ir? — dijo atrás suyo, al oír su voz dejó de empacar.

— ¿Ahora te importa? ¿De repente a todos les intereso?, pensé que tenían vidas más interesantes — se volteó para mirarlo —. Porque mejor no vas con tu amiguita, no tan amiguita, diría yo con derechos. Pero eso no importa, el punto es que ella debe necesitar más ayuda que yo — su tono era frío, vacío.

— ¿De qué hablas? — se puso nervioso, suplicó dentro suyo —. ¿Por qué con derechos?.

— Simón, te juro que yo pensaba ser la mala y la que jugaba con los sentimientos, pero terminaste igual. No te hagas, te ví — se cruzó de brazos — Decís estar loco por mí, y terminas con ésto.

Arruino todo lo que había progresado, arruino la poca esperanza.

— ¿Me viste qué? — rodeos y más rodeos...

— ¡Te ví besarte con Luna, Simón! — le dijo enojada, celosa, triste, con un poco de todo.

— No, no... — susurró desesperado, con sus manos revolvió su ruloso cabello castaño —. No es lo que piensas, Ámbar.

— ¿Entonces qué?, contáme, no sabes mejor no. No me interesa, me voy — cerró sus maletas y tomó cada una con una mano diferente —. Nos vemos en el Red — dispuesta a marcharse, el castaño la detuvo con un agarre en la muñeca.

— No te vayas... — musitó —. No quería que pensaras cosas con ese beso, yo... Ese día estaba peleando con ella. Y de repente, solo pasó.

— No me importa — le dijo —. No te confundas, que yo nunca te dije que ese beso significó algo, eh — lo alejó de ella —. Además, si no mal recuerdo te lo dejé muy en claro, no me pidas regresar.

 El auto se estacionó frente al ph, no era de las cosas a las que ella solía estar acostumbrada, pero era suyo y de nadie más. Respiró el aire fresco que pasaba por ahí, le sonrió a su mejor amiga.

— Al fin llegas Ámbar, ¿Qué pasó? — dijo con curiosidad.

— Nada de que preocuparse, problemas inferiores — minimizó el tema —. ¿Y bien?, ¿Entramos?.

— Por supuesto — ambas metieron sus pertenencias al lugar donde vivirían por un largo tiempo.

Compartirían la misma estancia, los pagos, pero sus cuartos serían diferentes. La mamá de Emilia se solidarizó y le dió una gran suma, un poco más de lo que tenía la argentina, para que tengan un comienzo con el pie derecho. Veamos a nuestra protagonista, inspeccionó cada parte de su habitación, chica y acogedora. Suficiente para ella; tenía un pequeño escritorio, la cama de una plaza junto a una mesita de luz, un armario y un baño en la habitación.

— Es todo tuyo — se dijo a sí misma —. Nadie más te lo puede quitar —  sacó inmediatamente de su valija un pequeño espejo de esos que se pueden colocar en las mesas. Se miró en éste, su estado era desalineado, se daba miedo a ella misma sin maquillaje puesto, sin dudas.

  De su bolso, sacó una cartuchera de maquillaje. A la misma vez que miraba con atención cada facción de su rostro buscaba su delineador, con este objeto remarcó con cuidado el contorno de su ojo, luego tomó un brillo labial para resaltar más sus labios. Sonrió nuevamente, nadie podría arruinarle el día, arreglaría todo el fin de semana, total, apuros no tenía.

— Emilia... — llamó a su amiga mexicana, quién estaba fascinada ordenando su habitación y admirando de cada ángulo todo —. Emilia...

—¿Qué sucede? — asomó su cabeza por el marco de la puerta.

— ¿Vamos al Red a entrenar? — preguntó con muchos ánimos, tenía que comenzar con tantas cosas.

— Eh, yo, te alcanzo luego, ¿Sí? — Ámbar asintió, tomó la copia de sus llaves y salió en marcha al Red Shark.

Pasó por la vidriera de un restaurante, ahí estaban los dos, conversando de quién sabe qué. Le daba mucha curiosidad, pero era mejor mantener distancia.

— Luna, ella nos vió... — sus ojos se cristalizaron.

— ¿Ámbar vió cuando te besé? — se sentía pésimo, había pisoteado los sentimientos de su mejor amigo.

— Sí, gracias a eso no me quiso escuchar — bajó la mirada —. No quería perderla Luna, pero Benicio, lo del beso, sus amigos, su mal carácter. ¿Será realmente que ella no es la indicada?.

— Simón, tú te enamoraste de la persona más inesperada, en el momento inesperado — le tomó las manos —. Y oye, eso no es malo, tal vez piensas que no es la indicada. Pero porque lo dice tu mente, ¿A caso escuchaste lo que dicta tu corazón, amigo mío? — sonrió con dulzura —. Ya sé la he cagado, disculpa por el término, pero prometo hacer que recuperes a Ámbar, aunque no esté de acuerdo con eso. Mira, todos seremos como el Ying y el Yang, todos tendremos nuestra parte oscura y nuestra parte clara. Quiero creer, que muy en el fondo, ella tiene su parte clara. Sería como el Claroscuro.

— ¿Tú crees? — asintió, ambos se unieron en un cálido abrazo fraternal.

Bajó la mirada y negó con la cabeza, volvió a seguir su camino, ¿Hace cuánto tiempo se habrá quedado allí a ver cómo perdía de nuevo?. Ya le daba igual, a cada uno le llegaría su parte correspondiente. Cada uno tendría el resultado de una venganza bien hecha.

Ya no hay más Claroscuro, solo oscuridad.

Claroscuro©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora