Un poema bajo los gentiles copos de nieve

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EL AZOTE DE DIOS

Capítulo 8: Un poema bajo los gentiles copos de nieve


Los campos al este del bosque de Rhun se veían sombríos y la imagen de un grupo de jinetes con arcos custodiando a dos prisioneros elfos, no favorecía en nada al paisaje.

El grupo ya había cabalgado dos días enteros y Elladan junto con su hermano Elrohir, se sorprendieron al ver como los jinetes tártaros cambiaban en plena carrera de caballo sin necesidad de pisar siquiera el suelo o aminorar la marcha. Una agilidad tal era propia de los elfos, pero estos invasores del este eran muy ágiles.

La marcha solo se interrumpía cuando los prisioneros debían cambiar de cabalgadura para de esta manera no cansar a los caballos. La cabalgata era constante y los enemigos tomaban turnos para dormirse mientras seguían sobre sus caballos.

Los dos elfos trataron de hablar con los enemigos, pero estos se mantenían sin hablar con ellos, solo algunas ocasiones el silencio fue roto por alguno que otro intercambio de frases. Las palabras les sonaron alienígenas a los dos elfos por lo que concluyeron que sería vano cualquier intento de comunicación con sus captores.

Luego de pasar junto al bosque de Rhun, por fin llegaron al mar interior y los prisioneros se sorprendieron al ver que todo rastro de la batalla fue limpiado con pulcritud, luego, en una barcaza bien custodiada, pasaron al otro lado de la orilla, desde la cual siguieron su marcha al campamento que estaba ya muy cerca de ellos, en medio de la planicie de Dorwinion.

Los prisioneros fueron bajados de los caballos y les soltaron las amarras.

―Ustedes son líderes elfos, por lo que confiamos en ustedes ―dijo un guardia en perfecto dialecto elfo y ordenó a los elfos seguirle.

―¡Hablas nuestro idioma! ―dijo impresionado Elladan, pero ni el guardia ni sus acompañantes mostraron signo alguno de querer intercambiar más frases con los prisioneros.

Los dos elfos se sorprendieron con lo ordenado del campamento y las mamparas de seda que separaban de forma esquemática todo el lugar.

Fueron llevados a un claro del campamento, en este parecía que los esperaban varios comandantes enemigos los cuales se habían quitado los cascos. Los comandantes eran tanto varones como féminas y estos poseían cola y orejas de gato.

Elladan pudo reconocer a una joven comandante, tenía coletas y un extraño color de cabello, la cual había sido la comandante de la batalla naval librada hace dos días, los elfos se sorprendieron de lo joven y delicada que parecía.

El sitial en el que se suponía debía estar el líder se encontraba vacío, pero no por mucho tiempo, ya que con paso calmado se aproximaba lo que a los ojos de los elfos era un gigante en una extraña armadura de placas de color carmesí.

El gigante llevaba sobre sus hombros a un gato negro y a su lado iba con pasos rápidos un niño elfo de cabello rosa.

Los prisioneros elfos intercambiaron miradas sorprendidos, pero decidieron no decir nada. El gigante se sacó la máscara y pese a tener un rostro feroz que intimidaría al más valiente guerrero elfo, notaron que se trataba de una mujer.

―¿Son estos los comandantes elfos que se enfrentaron a ti, General Chaika? ―preguntó Urd, en un lenguaje que los prisioneros no entendieron.

―Así es, Urd sama, ellos fueron los que casi arruinan mi ataque al descubrir la naturaleza de la niebla ― afirmó Chaika en su idioma y los elfos no comprendieron nada, salvo el hecho que la joven chica gato había llamado Urd a la gigante delante de ellos.

El azote de Dios (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora