Las arengas del crepúsculo

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EL AZOTE DE DIOS

Capítulo 34: Las arengas del crepúsculo


Bajo un cielo estrellado y dentro de su tienda de comandancia general, Urd recibió con el ceño fruncido el reporte tanto de los lobos blancos y sus jinetes, como el de las unidades aéreas. Las cosas se mostraban complicadas en el mejor de los casos.

«Toda la cuesta del San Gebir está sembrada de trampas», pensaba contrariada. «Nos costará mucho tiempo desmantelarlas todas. Además, la maldita fortaleza humana consta de un triple muro defensivo.»

Urd despachó a sus exploradores una vez finalizado sus informes y luego evaluó su difícil situación.

«Las apariencias engañan, aunque sean empalizadas de madera, forman un obstáculo impresionante. Cada una de las entradas no está situada en un área convexa de la empalizada, sino en áreas cóncavas, muy adentro de la empalizada, debemos atravesar unos corredores que nos dejarán expuestas a los disparos del enemigo».

«No tengo el suficiente número de infantería para derribar o tomar por asalto las tres empalizadas, fue un error no movilizar también al ejército de logística para esta batalla. Aunque les llame, les tomará mucho tiempo ir desde Mordor hasta este lugar. No queda otra, tendré que combatir con las pocas fuerzas de asedio que dispongo en este momento».

Urd mandó de nuevo a llamar a los gatos y estos le confirmaron que mañana haría un buen clima.

«Una buena noticia», pensaba Urd. «Nuestros jinetes no tendrán problemas en subir las numerosas cuestas que conducen a la primera empalizada. Lo que me preocupa son las trampas que construyó el enemigo para ralentizar nuestro avance, esas fosas ocultas con púas no son un problema ante una avanzada de pocos jinetes, pero son muy efectivas para crear aglomeraciones y cabalgatas a paso de tortuga para números más grandes».

Ordenó a un buen número de las pocas unidades de infantería que contaba, de neutralizar estos peligrosos obstáculos, deberían hacerlo a la brevedad posible ya que su ejército atacaría con las primeras luces del alba.

También ordenó la construcción de varias torres que avanzarían hacia la empalizada, así como también les informó acerca del plan de batalla a todas las unidades aéreas.

La infantería de Urd, avanzaba diligente para desmantelar todas las trampas y luego preparando el terreno para que la caballería de su señora no tuviese problemas para cabalgar a toda marcha sobre el lugar.

―¡Ya retiramos todas las púas envenenadas! ―gritaba uno de los soldados para informarle a su comandante.

―¡Ya oyeron!, ¡cubran con tierra esa trampa y no se olviden de apisonar fuerte ese sector para que quede compacta para la llegada de la caballería! ―ordenaba el voceador.

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A la tienda de Imrahil, le comunicaron respecto al avance de varios efectivos del enemigo y su labor para neutralizar las trampas y obstáculos que él había ordenado erigir para la batalla.

―¡Mirad, mi señor! ―le decía Anborn, uno de los hombres de Faramir, quien fuera el que capturó a Gollum cuando tomaron como prisioneros a Frodo y Sam en el estanque vedado―, el enemigo se moviliza por toda la cuesta y se agrupa junto a las trampas que erigimos.

―Veo que Urd no deja nada al azar ―reconoció Imrahil, una vez llegó a la empalizada exterior y vio con sus propios ojos la labor del enemigo.

―Imrahil, debemos mandar a la caballería a detener al enemigo, antes de que eliminen todas las trampas ―le sugirió Angbor, señor feudal y uno de los altos comandantes en el fuerte, quien, durante la Guerra del Anillo, se le encomendó detener a los corsarios negros.

El azote de Dios (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora