El falso combate singular y glorioso

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EL AZOTE DE DIOS

Capítulo 11: El falso combate singular y glorioso


Al Norte de las montañas de ceniza, las que enmarcaban el límite norte de Mordor, la nieve caía persistente haciendo todavía más miserables las condiciones que tenían que afrontar los orcos en el aglomerado y malsano campamento de Zugul, caudillo de los orcos que insistían en pelear con todos los que se encontrasen en su camino.

A Zugul le rugían las tripas debido al hambre y su lengua estaba hinchada y pastosa por la falta de bebida alguna. Sus fuerzas fueron rechazadas en el oeste cuando intentaba dirigirse a Dol Guldur. Los refugiados de Rhun y los esteparios parecían una presa fácil, sin embargo, lucharon con tenacidad y, para empeorar las cosas, fueron ayudados por la caballería de Rohan, al final, sus orcos se vieron obligados a huir a toda carrera.

―¡Maldita tierra!, sin animales ni agua que nos sustente. Todo esto no es más que una extensión más de la pútrida tierra de Mordor ―gruñía Zugul y sus tripas comenzaron a rugir.

La nieve que caía junto a la ceniza expulsada por el monte del destino, hacía imposible sacar algo de agua de la nieve y cualquier orco que bebía de la nieve ya sea directa o hirviendo esta, luego sufría una horrible muerte al escupir sangre.

El ruido de una gran pelea sacó al orco de sus lamentaciones y fue a ver qué pasaba.

«La misma porquería de siempre», pensó Zugul mientras maldecía a todos los dioses oscuros que había y que vendrían.

Los orcos presos del hambre discutían seguido y como siempre en estos casos había varias cabezas cortadas aquí y allá, lo único bueno resultante de todo esto era que los débiles perecían y volvía la carne al menú del campamento, sin embargo, toda esta situación hacia que los orcos se preguntasen si su líder era el más apto para comandarlos, y se preguntaban si tal vez deberían "votar" por un nuevo líder.

«Lo único que detiene a todos estos hijos de huargo de arrancarme la cabeza, es que no se deciden si deben retarme para que surja un nuevo líder o ir al sur y pedirle perdón de rodillas a Agog para que los deje vivir y servirle», pensaba Zugul mientras escupía al suelo, o al menos eso trataba de hacer ya que su boca estaba seca.

Viendo que ni siquiera podía dar un escupitajo al suelo, decidió que lo mejor era irse al este como lo había planeado.

Zugul gritó a sus orcos y les mandó ir al este, en ese lugar habría tierra más dócil y gente más indefensa a la cual podrían asaltar.

Los orcos aceptaron gustosos esto ya que no querían seguir al norte de las montañas de ceniza, a merced del hambre y la sed, y con el riesgo de tener el campamento de las chicas gato al norte. Los rumores decían que el enemigo se cebaba en la carne orca y que la degustaban con un retorcido refinamiento mientras los orcos aún seguían con vida.

Toda la desnutrida hueste se dirigió con paso lento y arrastrando los pies hacia el este, pegados lo más posible a las faldas de las montañas de ceniza, como si esta fuese una madre que los protegería de los crueles y retorcidos monstruos del norte, encarnados en las terribles chicas gato.

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Muy lejos al norte en Thranduil, en el bosque verde, los límpidos copos de nieve caían sobre el suelo ensangrentado del lugar lo mismo que en el este, en los alrededores de la montaña solitaria, antes un reino enano antes de su total destrucción por el ejército de chicas gato.

Los elfos quisieron bajar los cuerpos empalados, el cual, como un bosque salido de una mente enferma, cubría lo que antes era la desolación de Smaug, fatal error, puesto que fueron sorprendidos por el ejército de Hikari y fueron a engrosar el sombrío bosque de hombres, enanos y elfos empalados.

El azote de Dios (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora