« CAPÍTULO 17 »

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Felix sumaba otro día de mierda cuando su alarma sonó. 

Había perdido tanto las ganas de siquiera moverse, que deseó que su madre le pudiese dar el permiso para quedarse en la cama todo el día sin hacer nada. Y aunque eso es lo que más le apetecía, sabía que jugaría en su contra, su habitación vacía y silenciosa lo atormentaría con recuerdos de dónde alguna vez, estuvieron aquí con Changbin.

Se levantó, cansado -esa noche había podido descansar bastante comparado con los días anteriores, pero aún así, se levantó algunas veces porque sí, sin ningún motivo en mitad de la noche-, abrió el armario y escogió lo primero que vio, si quiera le importó su apariencia o lo marcadas que se le veían sus facciones ahora que tenía sus rasgos tan endurecidos de no haber sonreído ni un momento.

A pesar de que hacía mucho calor, no le importó taparse con la capucha y meter sus manos dentro del bolsillo, no es que quisiera llamar la atención, solo que se sentía un poco más protegido, no podía llegar a ver las miradas de la gente sobre él -aunque las notaba- y eso le hacía bien, no quería hablar con nadie, no ahora.

Cuando vio desaparecer a Changbin por la esquina, (imaginándose que esa iba a ser la última vez que quizá le iba a dirigir la palabra), el beso que le dedicó quemó en su frente, se sentía mal, quería que esa calidez se mantuviese ahí, sentía que se estaba solo y desprotegido, una de las cosas que amaba de Changbin, es que se sentía querido (era decepcionante pensar que todo el amor que vio que el mayor le transmitía era una farsa, aún no lo asimilaba) pero sobretodo se sentía protegido.

Ese día, fue hasta un banco para sentarse y acurrucarse ahí, con las piernas dobladas contra su pecho y la cabeza entre ellas. Se permitió llorar hasta que no pudiese más, deshacer el nudo que tenía y que le recorría la garganta y el estómago, intentando calmarse.

Cuando sintió que ya había dado bastante pena y hecho bastante el ridículo -pues escuchó algún que otro murmullo de gente que aconsejaban a sus hijos que no se le acercaran- intentó llamar a HyunJin. Echaba de menos a alguien con quién llorar y que lo consolase porque en ese momento, porque él no podía solo.

—Hey, Lix —saludó alegre, ajeno a todo —Dime, qué querías.

—J-Jinnie... —y fue todo lo que necesitó para saber que algo iba mal —P-pue-... N-necesito hablar contigo... ¿P-Puedes?

—Sabes que sí, —oyó como se calzaba a través del teléfono; sorbió la nariz al darse cuenta de que estaba llorando, no lo notó hasta que su vista se volvió borrosa y tuvo que parpadear, provocando que una lágrima cayese —¿Dónde estás?

No tardó mucho en encontrarlo, y cuando llegó en su moto, tampoco le importó lanzar el casco al suelo para poder correr a abrazarlo.

Felix lo recibió agradecido, realmente necesitaba ese apretón, Hyunjin lo meció, rodeándolo y acariciándole la espalda, susurrando palabras intentando recomponer y juntar los trocitos esparcidos del corazón del rubio.

—¿Quieres explicarme qué ha pasado...? —Felix alzó la cabeza cuando oyó que le hablaban, a lo que Hyunjin aprovechó para retirar sus lágrimas —¿prefieres contármelo en casa, verdad?

—Sí... —se frotó él mismo los ojos, intentando mantenerse firme, inhaló hondo antes de continuar —Por favor, sácame de aquí.

[...]

Hyunjin le había preparado un té para que se calmase, había visto a su amigo llorar muchas veces, y realmente apreciaba que tuviesen ese grado de confianza; pero odiaba cada vez que sus ojos se humedecían, podría ser capaz de hacer cualquier cosa.

PHOTOPHENES 『HyunMin / 현민』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora