Kate Sprayberry, siempre pensó que no tenía nada de especial, vivía en un viejo edificio en Queen, iba a una escuela pública y tomaba el metro como cualquier otra persona, pero luego de que el vagón del metro donde viajaba hubiera quedado en medio d...
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- ¿Si viste lo que paso anoche en una de las torres de industrias Stark?
Cerro lo ojos un momento mientras un momentáneo dolor de la herida me invadía.
Solo serán unos días.
Termine de guardar mis cosas en el casillero mientras disimulaba escuchar la conversación de Liz con una de sus tantas amigas.
- Si, dicen que son unos ladrones profesionales –respondió la rubia.
Ja, ladrones profesionales.
- ¿Cómo va esa herida?
Al escuchar su voz quise meterme en el casillero y nunca volver a salir, o al menos hasta que bajara la marea. No sabía cómo demonios hacia para siempre enterarse de todo, era como si fuera mi sombra y lo supiera todo.
- Michelle... -murmure dándome por vencida y cerré el casillero. Estaba recostada en uno con su típica pose de: me vale verga la vida, solo soy una acosadora.
Asintió con la cabeza en forma de saludo.
- ¿Qué haces aquí? –pregunte acomodando mi cabello.
- Aquí estudio, ¿no?
- Me refiero, a que haces hablando conmigo, teníamos un acuerdo, te lo decía todo mientras mantuvieras distancia.
Michelle Jones, estaba en mi clases y me conocía desde que ingrese a la escuela y aunque para las personas nosotras no nos relacionáramos la verdad era que Michelle sabia de mi vida inconscientemente. Aunque si mencionamos lo de Ethan, no sé cómo demonios se entero de eso, no se lo había mencionado antes y aun es un interrogante en mi cabeza. Fue un día en el que pensé que hasta ahí llegaría mi vida, tenía una crisis existencial bastante grande y no sabía qué hacer ya. Fui al café que hay cerca a la escuela en horario de clases y me senté a esperar que algo desde el más allá sucediera y me solucionara la vida. Estábamos por perder el departamento, no habíamos pagado los servicios y no teníamos para comer. Stella seguía en una etapa de su vida en la cual vivía depresiva e incluso llego a recaer en drogas. Maya por otro lado, tenía tan solo 3 años y no podía ir a la guardería porque no teníamos dinero con que pagarla.
