Kate Sprayberry, siempre pensó que no tenía nada de especial, vivía en un viejo edificio en Queen, iba a una escuela pública y tomaba el metro como cualquier otra persona, pero luego de que el vagón del metro donde viajaba hubiera quedado en medio d...
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Vivimos tan sumergidos en nuestras vidas que a veces omitimos pequeños detalles que la rodean, por años lo que pasara fuera de Queens no fue de mi interés. Cuando sucedió hace 8 años la invasión de los alienígenas, Stella me mantuvo a salvo omitiendo cualquier detalle de lo que sucedía afuera, me hizo creer que habían personas malas atacando a las personas buenas y por eso no debía salir, le creí porque en ese momento lo único que tenía era a ella.
Años después siguieron sucediendo muchas cosas en el mundo, ataques, ciudades volando en el cielo y demás cosas que ahora no recuerdo. Me siento como una ignorante porque por años, lo único que me importo fue mantenerme con vida ignorando cualquier ápice de peligro externo y creo que esa era le ley natural, ¿no? Porque de alguna manera u otra, lo que había hecho mi madre era para mantenerme a salvo y alejada de los problemas del mundo.
Subí las escaleras en completo silencio, sentía el acelerado palpitar de mi corazón y en mi cabeza se repetía lo mismo: no dejes que nadie salga herido. Al abrir la puerta que me dirigía a la azotea, el frio azoto mi cuerpo estremeciéndome, camine con cuidado hasta llegar junto a él.
- Pensé que tardarías más –hablo. Estaba de espaldas, mirando el panorama que se extendía ante él, los edificios de New York con sus luces y colores únicos en la noche.
- ¿Dónde está mi hermana?
- Estoy bien por si te lo preguntas –se giro sobre sus talones y rodee los ojos con irritación.- sabes que esto no será tan fácil.
- Entonces haz sencillas las cosas, Andrew.
Él soltó una leve risa y se acerco a paso lento a mí.
- Solo tenias que estar de mi parte, Katherine pero decidiste hacer las cosas a tu manera –se encogió en hombros.- nadie tenía que salir herido.
- Mi madre está muerta por tu culpa, así que no te hagas la victima que ya se perfectamente quien eres.
Sobre su pómulo derecho se extendía una cicatriz hasta la altura de sus labios, le daba una apariencia aterradora sino fuera que en un tiempo me pareció un tipo agradable y un poco atrayente. Ahora me da asco verlo.
