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Luci, vas a llevarme a casa ¿verdad?

Abrió los ojos, cansada. Esa pequeña voz y ese extraño nombre se habían estado repitiendo en su cabeza cada vez que se distraía. Se estaba cansando de preguntarse el por qué. Y tal vez, si esa vez le hubiera dicho la verdad a Diane, no se encontraría en esa situación; tal vez habría podido encontrar una respuesta.

O tal vez sólo lo estaba pensando demasiado.

Frotó sus ojos y soltó un largo suspiro. Se levantó.








—¿Qué les parece tomar unas vacaciones todos juntos?

La inesperada propuesta de Diane la hizo atragantarse con la cucharada de cereal que tenía en la boca. Toció un poco y terminó tragando de manera forzada. Ugh, las hojuelas habían raspado su garganta. Miró a los demás en la mesa con curiosidad.

—¿Hablas en serio, mamá? —exclamó su hermanastra rubia—. ¡Eso sería genial!

Claro que ésa iba a ser su respuesta. Buscó a Leo, esperando de él una reacción un tanto más razonable.

—¡Por supuesto! Ah, podríamos ir a ese lugar en las cascadas que les mostré antes.

Y ahí terminaba su búsqueda de racionalismo. Alzó la ceja, queriendo reír por la absurda y fingida emoción que su familia, repentinamente, estaba mostrando. De acuerdo que ninguno de ellos era apático o malhumorado —a excepción de ella—, pero ese tipo de salidas sorpresas definitivamente no era algo que fuera de acuerdo a ellos. Quería decir, Ángela había hecho un completo drama el año anterior cuando Bee había propuesto salir de día de campo, todo eso debido a que su hermanastra ya había hecho planes con unas amigas y, según palabras suyas, no podía sólo planear algo de la nada.

Y ahora pretendía que se tragara ese cuento de que todos estaban de acuerdo con las vacaciones. Se echó a reír.

—Eh... Discúlpenme pero, ¿de qué va esto?

Todos en la mesa la miraron, Diane le sonrió.

—Vacaciones familiares, cariño. ¿No te agrada la idea?

Okay... Ya no estaba entendiendo. ¿Era en serio?

Bee ladeó la cabeza, recelosa.

—¿Y cuándo se supone que empiecen?

—Si no hay ningún problema, mañana.

Frunció el ceño.

—¿Mañana? —dudó. Diane asintió—. Mañana es Lunes.

—Lo sé, hice una cita con la directora a primera hora mañana, no habrá problema.

—Ajá —siguió—, y la directora va a estar de acuerdo en que faltemos a la escuela por quién sabe cuánto tiempo sólo porque a ti se te ocurrió que era una buena idea tomar unas vacaciones todos juntos.

—¡Bee! —la reprendió Ángela.

—Mamá sólo quiere que pasemos tiempo juntos —expuso Leo—. Incluso se hizo un tiempo en su trabajo, ¿no crees que todo lo demás no importa?

—¿Disculpa? —Bee se sintió bastante indignada. ¿Era la única que estaba razonando realmente las cosas?—. Tenemos responsabilidades, Leonardo. Y no sé si a ustedes se les ha olvidado, pero la semana de exámenes da inicio justamente mañana.

Leo soltó una risa cargada de bastante ironía.

—¡Ha! ¿Y resulta que ahora se te da por preocuparte por la escuela? —entrecerró los ojos—. Deja de intentar poner trabas para zafarte de ésto. Mamá está haciendo lo posible por pasar tiempo con nosotros por primera vez en mucho tiempo, y tú sólo estás...

—Ah, entonces soy yo ahora —explotó—. ¡Soy la única aquí tomándose las cosas de una forma racional, porque no sé qué les ha dado a ustedes por querer tirar todo por la borda sin poner ninguna objeción luego de que en el pasado armaron un alboroto por cosas mucho más pequeñas que ésta!

—¿Racional? ¡Siempre estás actuando de forma egoísta! Sólo por una vez en tu vida piensa en otras personas antes que...

—¡Basta! —las palmas de Diane se estamparon contra la mesa, haciendo que tanto Bee como Leo pegaran un brinco.

Bee miró a su madre, que había endurecido su rostro y alternaba la mirada entre ella y Leo; y luego observó a su hermana, quien se había encogido en su lugar con las manos fuertemente sostenidas en su regazo. Ángela siempre había odiado las peleas, mucho más cuando se trataba de su familia. Agachó la cabeza, comenzando a sentir vergüenza.

—Lo siento.

¿Por qué había explotado de esa forma? Era su familia después de todo, no había necesidad de estar a la defensiva con ellos. ¿Sería posible que esas alucinaciones suyas comenzaban a afectar su actitud de esa forma? No, no. Les estaba dando demasiada importancia, ese era el problema.

Diane se inclinó sobre la mesa, mirando a sus tres hijos.

—Entiendo que mi propuesta es algo apresurada —alcanzó la mano de Leo y luego la de Bee— y brusca. No esperaba que la aceptaran de una sola vez. Y sé que tienen planes, cosas importantes, pero de verdad espero que acepten este viaje. —sonrió.

Bee la miró fijamente, y luego comenzó a retirar su mano.

—Sólo quiero preguntar dos cosas.

—¿Si?

Miró a Leo de reojo.

—¿Qué quieres decir con todos?

No era ninguna sorpresa para nadie el hecho de que Bee era incapaz de soportar a su padrastro, de modo que aquella pregunta logró sacar una sonrisa a todos los presentes.

—Jerry no irá.

Bee asintió.

—¿Y la otra pregunta? —Leo ladeó la cabeza.

—¿Por qué? —dudó—. Quiero decir, ¿Por qué la prisa, cuál es el motivo del viaje?

Bee observó a Ángela rascar su mano con nerviosismo, y a Leo moverse en su lugar. ¿Qué diablos le estaban ocultando?

Las manos de Diane volvieron a tomar las de ella, haciendo que volviera su atención.

—Pasar un tiempo juntos.

No se lo tragaba ni por un segundo.

 [PAUSADA] Érase una vez: El secreto detrás de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora