Se removió, rodó a la izquierda, luego a la derecha. ¿Qué era esa sensación? Se sentía como si estuviera siendo arrastrada. Soltó un suspiro. ¿Alguien estaba hablando? ¿Qué sucedía? De pronto tenía la necesidad de volver a dormir, volvía a sentirse tan cansada...
Aunque, ¿en qué momento se había despertado?
—¿Bee? —un par de manos sacudieron su cuerpo—. Bee, despierta.
La sensación desapareció. Sus ojos se abrieron, parpadeó y se incorporó perezosamente.
—¿Leo? —murmuró, vislumbrando a su hermanastro junto a ella en medio de la obscuridad.
—Menos mal —suspiró aliviado—. ¿Estás bien? ¿Tenías una pesadilla?
Bee sacudió la cabeza, negó y frotó sus ojos.
—No, estoy bien —dijo—. ¿Por qué? ¿Qué sucede?
—¿Qué sucede? Pues te estabas moviendo mucho y balbuceabas una que otra cosa, parecía que la estabas pasando realmente mal. ¿Segura que no tuviste un mal sueño?
—¿Un mal sueño? —frunció el ceño. Había algo, algo había pasado antes de que despertara pero ¿qué había sido? Sacudió la cabeza—. No lo recuerdo. Lo siento.
—Nop —miró hacia afuera, a través de la abertura para entrar a la tienda de campaña. Suspiró y se giró de nuevo hacia ella—, no tienes que disculparte. ¿Estás bien durmiendo aquí sola? No tenías que ofrecerte a tomar esta casa de campaña sólo porque Ángela quería dormir con mamá, ya lo sabes, yo podía dormir contigo.
Bee sonrió y resopló.
—¿En un lugar tan pequeño? —repuso, alborotando el cabello de Leo—. No habríamos entrado.
—¡Ah, cielos, deja en paz mi cabello! —se quejó—. Como sea, tengo mucho sueño y me da mucha pereza regresar a la casa de campaña —la miró de reojo, luchando por parecer molesto, el pequeño rubor de sus mejillas delatándolo, y se dejó caer en un lado de la colchoneta—. Voy a dormir aquí, si tienes algún problema eres libre de irte a la otra casa de campaña. Después de todo, es tu culpa que viniera hasta aquí.
Por un momento, Bee pareció bastante sorprendida, pero terminó rompiendo a reír y lanzándose encima de su hermanastro. Se acurrucó a su espalda, abrazándolo con una gran sonrisa en el rostro.
—Sí, sí —murmuró y sus ojos se cerraron—. Tomo la responsabilidad por haber preocupado a mi hermano menor.
—¿Hermano menor? —refunfuñó Leo, casi en un murmullo—. Pero si sólo nos llevamos días.
La sonrisa no desapareció. Ah, se sentía tan cálido... y familiar. ¿Había hecho eso antes? Oh, sí. Lo había hecho una vez antes, la noche en que había habido una enorme tormenta y Bee y Leo se habían quedado solos en casa. Esa vez, Leo había entrado corriendo a su habitación. Bee seguía preguntándose cómo es que él se había atrevido a irrumpir así en su cuarto; si no mal recordaba, para ese entonces, Bee todavía no podía llevarse bien con sus hermanos. Solía ignorarlos y pasar encerrada en su habitación tanto como fuera posible. Pero esa noche, Leo había entrado, y cuando Bee iba a reprenderle por entrar, se dio cuenta de que él estaba llorando. No había podido evitarlo, al final, había intentado consolarlo.
—Bee, ¿ya estas dormida? —el susurro de Leo la hizo regresar al presente y arrojar ese recuerdo al final de su consciencia.
—Casi —respondió—. ¿Qué pasa?
La respiración de Leo era lenta, relajante, y los latidos de su corazón llevaban un ritmo uniforme. Bee se sentía casi como si estuviera siendo arrullada.
ESTÁS LEYENDO
[PAUSADA] Érase una vez: El secreto detrás de la historia
FantasyBee Wesley es una chica preparatoriana de diecisiete años de edad, de mediana estatura y un tanto buscapleitos... Probablemente, lo típico en una adolescente que tiene detrás una gran historia familiar, una madre adoptiva, un padre adoptivo (al cual...