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¿Cuándo había sido la primera vez que había visto a aquel gato negro? La pregunta surgió de pronto, como si hubiera tenido rato dándole vueltas a ello pero apenas hubiera sido consciente. En realidad, si realmente lo pensaba... ¿no había estado con ella desde que vivía en el orfanato? O bueno, lo había encontrado poco tiempo después de haber llegado. Aún así ¿cuándo exactamente había sido eso?

Echó un vistazo a su regazo, debajo de la manta que cubría gran parte de su torso, y sonrió. Aquel pequeño gato dormía tranquilamente. Lo acarició casi por inercia y volteó de nuevo hacia la ventana; la luna brillaba, enorme en el cielo nocturno, y afuera del auto el viento parecía soplar con fuerza. Tal vez llueva, pensó.

Pronto, sus párpados comenzaron a pesar, y sus ojos fueron cerrándose. Sus hermanos dormían y Diane conducía, no pasaría nada si se dejaba vencer por el sueño ¿verdad?




Ah. Otro sueño... ¿o debería decir recuerdo? ¿Qué sería ésta vez?

Abrió los ojos y ante ella comenzó a dibujarse un escenario que sí recordaba: su habitación en el orfanato. Aunque, habitación era mucho decir, en realidad sólo se trataban de cuartos con tres literas y un gran clóset en el que las seis o cinco niñas que ahí dormían guardaban sus ropas.

Miró a su alrededor, dándose cuenta de que estaba sola. ¿Qué hacía sola ahí? Normalmente no se permitía que alguno de los niños subiera solo a los dormitorios, a menos que este fuera mandado a confinamiento como castigo...

Ah, era cierto. A ella la habían mandado a confinamiento varias veces. Aunque claro, siempre había sido por culpa de Cleo; ella solía hacer travesuras por las que luego la inculpaba.

Se preguntó ¿qué habría sido esa vez?

Pasos. Se giró hacia la puerta. Eran niños (varios) y estaban corriendo.

—El patio, el patio... —escuchó gritar a uno.

¿El patio? Corrió a la ventana, buscando ver algo lo suficientemente alucinante como para que todos ellos se atrevieran a correr y gritar por los pasillos. Luci, pensó, Luci vino a buscarme.

Por un momento, la parte de ella que sabía que era un sueño, recordó a la bestia saliendo de los arbustos y supuso que, tal vez, aquello había pasado tiempo después de este recuerdo. Si es que realmente ambos recuerdos eran reales.

Sin embargo, al mirar por la ventana, no pudo encontrar ese algo excitante que esperaba ver. Soltó un largo suspiro y comenzó a alejarse... Pero, un punto negro captó su atención. Regresó de inmediato y miró hacia abajo, hacia el punto negro que había visto moverse. ¿Qué era eso? Los niños ya habían llegado y se reunían con otros más, rodeando a aquel punto negro. Uno de ellos —parte del grupo que solía acompañar a Cloe a molestarla— tenía un balde con agua en las manos. Se acercó más; tres niños caminaban más cerca del punto negro y se abalanzaban sobre él. Al siguiente instante, el punto negro ya no estaba más en el área de juegos, si no que uno de los niños lo alzaba, colgando. Sus ojos se abrieron de par en par y sintió un escalofrío.

Un gato negro.

Sus ojos volaron de pronto hacia el balde con agua y de regreso al niño que ahora caminaba con el gato colgando de su lomo. Estaba claro, iban a ahogarlo. Apretó la boca y una sensación de náusea estalló en su interior. Los niños realmente podían ser crueles. No quería ver. Apretó las manos y comenzó a alejarse tan rápido como... De pronto, tuvo la impresión de que alguien la miraba. Sus ojos volaron directo hacia el pequeño animal, topándose con unos obscuros y aterrados ojos.

 [PAUSADA] Érase una vez: El secreto detrás de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora