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Exactamente a las ocho con treinta minutos, la puerta de la entrada principal de la escuela se había abierto, y Bee había observado a su madrastra salir con una gran sonrisa. Ah, Diane realmente podía ser persuasiva. Qué miedo.

—¡Declaro nuestras vacaciones oficialmente inauguradas! —fue lo primero que dijo al entrar en el asiento del conductor—. Y bien ¿a dónde deberíamos ir entonces?

—¡Ah, las pirámides! Siempre he querido visitar las pirámides.

—Qué dices. Hay que ir a un lugar mucho más interesante que ése. ¡Como el gran cañón! —protestó Leo.

—¡¿Eh?! ¡Eso no es justo, yo también quiero...

Y ahí, Bee dejó de prestarles atención. No entendía aún qué era lo que querían lograr con todo eso, pero no tenía el mínimo interés en participar en ello. Pirámides, cañones, ¿qué se suponía que intentaban? Sólo hacían que todo resultara más sospechoso. Qué fastidio.

—... ¿Bee? —volteó a medias, los tres la miraban.

—Lo siento. ¿Dijeron algo?

Diane sonrió.

—¿A dónde te gustaría ir?

Se volteó por completo, paseando su mirada por los tres y deteniéndose en su madrastra. Lo dicho, era un fastidio.

—El gran cañón es el que queda más cerca —dijo y se giró hacia la ventana—, y las pirámides no están muy lejos después de eso. No creo que importe si vamos a los dos, ¿verdad?

—¡Ah, cierto, cierto! Esa es una excelente idea, Bee.

¡Wuu-juh! —exclamaron sus hermanastros al mismo tiempo.

—Como se esperaba de Bee. —repuso Ángela.

—Eres bastante considerada a pesar de siempre actuar como si no te importara. —se burló Leo.

Frunció el ceño.

—No molestes.

Ah... Suspiró. En serio era un verdadero fastidio.







En algún punto, andando en el camino que se ocultaba en el interior del bosque, Bred y Treyn discutían. Esta vez la rabieta había sido empezada por Treyn, quien de pronto había comenzado a insistir en que era una pérdida de tiempo ir a una villa tan pequeña como la que se encontraba junto a Bradford.

—¡Vamos, ni siquiera tiene un jodido nombre! —exclamaba Treyn.

Bred le respondió con un chasquido.

—Treyn —gruñó—, ¿en serio quieres discutir por algo como ésto?

—Ehh... Viejo, no es necesario que te enojes —hizo una mueca—. Sólo digo que deberíamos sopesar nuestras prioridades. Satanás no suele ser tan paciente y ya nos hemos tardado más de lo...

Crack. Los lentes oscuros, que Treyn había conseguido hacía dos años, se hicieron añicos sobre su rostro. Soltó un largo suspiro.

—Amigo, esos lentes eran mis favoritos ¿sabes?

Aceleró.





Habían pasado cuatro horas, dos paradas al baño y tres para tomarse fotos desde que Bee y su familia habían partido de su casa —luego de discutir finalmente cuál sería el plan de viaje y por cuánto tiempo estarían fuera. Bee tenía puestos los auriculares y miraba por la ventana, soltando un suspiro cada vez que sus hermanos insistían en hacer una parada para tomar una foto porque el paisaje ahí era demasiado lindo como para desperdiciar la oportunidad. Aunque intentaba mostrarse fastidiada cada que la arrastraban fuera de la camioneta, obligándola a posar con ellos para la foto, al final (irremediablemente) terminaba sonriendo. No era que le gustara mostrarse antipática o que quisiera arruinar su buen humor, simplemente era la forma de ser de Bee. Desde pequeña recordaba que le costaba ser sincera con sus sentimientos, siempre intentando hacerse la dura e indiferente. Y, probablemente, su tiempo en el orfanato —y lo que sea que hubiera pasado para que terminara en ese lugar— la habían hecho ser así; pero su familia nunca se mostraba molesta por su actitud. Nadie la miraba de mala forma ni se quejaba de ella, simplemente sonreían e ignoraban su mal genio por completo, lo cual a menudo provocaba que terminara siendo arrastrada por ellos para hacer lo mismo por lo que todos parecían disfrutar y divertirse. Realmente eran unas personas extrañas.

De pronto, algo se removió en la mochila que llevaba a sus pies. Inmediatamente echó un vistazo al frente, su madre y sus hermanos estaban demasiado ocupados riendo por algo que había dicho Leo como para percatarse. Después de todo había sido buena idea ir hasta el final de la camioneta. Se inclinó y deslizó el cierre con cuidado. Al instante una pequeña bola negra se asomó fuera y unos grandes y obscuros ojos la miraron.

Tengo hambre, podía leer en su mirada. Acarició su cabeza y volvió a echar un vistazo al frente; cada quien seguía en lo suyo. Se inclinó de nuevo y rebuscó en una de las bolsas que habían llenado con emparedados y demás comida. Tomó uno de ellos, intentando por todos los medios no hacer nada de ruido y...

—¿Qué estás haciendo?

Brincó, el sobresalto fue tal que su cabeza pegó en el techo y rebotó.

—Auch.

Leo comenzó a reír.

—¿Qué fue eso? —exclamó—. ¿Acaso te atrapé haciendo algo que no debías? ¿O será que no querías que te viéramos comer para luego tomar nuestras porciones sin que nos diéramos cuenta? —se burló, sonriendo de una forma que la hizo querer golpearlo—. Quién diría que nuestra hermana mayor pecaría de gu—¡Auch!

Bee sonrió con suficiencia.

—Te lo merecías.

—¿Qué, qué? ¿Están peleando? —Angela se asomó.

—Niños, compórtense. —exclamó Diane desde el asiento del conductor, echando un rápido vistazo a través del espejo retrovisor.

Bee miró un momento su bolso, tan rápido como pudo, y luego se unió a la discusión que acababa de comenzar entre sus hermanastros.

La mochila estaba vacía.


 [PAUSADA] Érase una vez: El secreto detrás de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora