22

102 10 0
                                    

El ambiente en aquel lugar era excitante, repleto de esa abrumadora vitalidad que sólo los jóvenes podían emitir. La pista de baile se había vuelto técnicamente un mar de gente, tan apretujado que incluso llegaba a dificultar la respiración, pero a nadie parecía importarle, ni siquiera a Bee. Nada más tomar un trago de vodka se había dirigido a la pista, dejando a Leo y a Ángela en la barra, protestando. Había sido idea de su hermana ir ahí, y ella sólo había aceptado por eso, pero comenzaba a divertirse. Y estaba segura de que en ese lugar sus hermanos estarían bien, además estaban juntos. Confiaba en que Leo no dejaría sola a Ángela.

Bee se movió entre la multitud, justo en el momento en que la música cambiaba y el reconocible intro de Do I wanna Know empezaba a sonar. Ella comenzó a contonearse, y al siguiente segundo un chico le sujetaba las caderas. A Bee no le molestó en lo absoluto, se estaba divirtiendo. Se movió alrededor del joven, moviendo los brazos, sacudiendo la cabeza y el cuerpo al ritmo de la música... Y tuvo la sensación de que alguien la estaba observando. Sintió un escalofrío, abrió los ojos —que hasta el momento había mantenido cerrados— y miró a su alrededor. El chico con el que había estado bailando era un completo desconocido, y en definitiva no había sido él quien le había provocado aquel escalofrío. Entonces, completamente estupefacta, se dió cuenta de que, de pie, cerca de la barra y rodeado de mujeres, su profesor suplente la observaba. Bred... ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Más bien, ¿qué demonios hacía él ahí?

El chico con el que había estado bailando le sujetó la cintura, reclamando su atención, pero Bee fue incapaz de quitar los ojos de Bred. ¿Por qué, por qué, por qué? Por más que se lo preguntara, estaba demasiado anonadada como para encontrar una respuesta. De pronto, con un movimiento demasiado brusco, el chico la giró hacia él. Y Bee trastabilló un segundo. Alzó los ojos, cabreada, y estampó su palma en la mejilla del chico.

—No molestes. —le gruñó.

Y se alejó a zancadas de allí, hacia la barra y lejos también de donde estaba Bred. Sus hermanos ya no estaban ahí. Bee se recargó y rebuscó su celular en su busto (sí, lo había escondido en el sostén). Eran las nueve y cuarto, no llevaban ni quince minutos ahí. Tecleó un mensaje rápido para Leo, quien le respondió en cuestión de segundos que se encontraban bien, bailando cerca del DJ. Eso le bastó, pidió otro trago y se tomó el amargo líquido de un sólo movimiento. Cuando dejó el vaso de cristal en la barra, Bee quiso darse la vuelta y volver a la pista de baile, pero le fue imposible.

Dio un traspié hacia atrás, casi chocando con la presencia que estaba frente a ella. Alzó los ojos, medio aturdida por el trago y por la reciente sorpresa, y se topó con unos ojos bastante familiares. Bee volvió a retroceder, esta vez con disgusto.

—¿Le puedo ayudar en algo? —blasmó.

Tenía un rostro bastante bonito, y una piel que, a pesar de ser un poco pálida, parecía suave. Si lo pensaba bien, Bred se veía bastante joven como para ser profesor. ¿Cuántos años tendría, veinte? Sin embargo, algo que había observado durante aquel tiempo era que, para parecer tan joven, tenía una forma de expresarse demasiado extraña, digna de una persona que había vivido ya muchos años. Ni hablar de la forma en que a veces miraba a los demás, como si estuviera por encima, como si estuviera cansado. Él pareció advertir que lo miraba demasiado, así que sonrió mostrando sus blancos dientes y... ¿Eso de ahí era un colmillo?

—Depende —le respondió, y se inclinó sobre ella con genuina diversión—. ¿Sueles meterte en lugares donde no debes, señorita Wesley?

Ah, de modo que también iba a usar esa forma anticuada de hablar fuera de la escuela. Hacía un rato ya que la canción de fondo había cambiado, pero fue hasta ese momento, cuando intentó concentrarse en otra cosa para no perder los estribos, que se dió cuenta de que ahora sonaba Believer (hombre, pero qué buen gusto tenía ese DJ).

 [PAUSADA] Érase una vez: El secreto detrás de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora