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¿Qué estaba pasando? ¿Por qué de pronto se encontraba rodeada de personas que apenas conocía? ¿Cómo había llegado a eso? Estaba casi claro que, de alguna forma, el mundo se había confabulado en su contra para que ella terminara en esa situación.

—¿Cómo te sientes, Bee?

El chico de cabello más claro fue el primero en hablar. Bee frunció el ceño.

—¿Cómo sabes mi...

—Ah, perdona —él pareció un tanto apenado—. Bred nos ha dicho tu nombre.

—Ya... —repuso ella, dubitativa—. ¿Y quiénes son ustedes?

El mismo chico le sonrió, pero no fue él quien respondió.

—Sus nombres son Treyn y Nora —A Bee le pareció que Bred había casi escupido el segundo nombre—, son conocidos.

—Amigo y hermana —señaló Treyn, ignorando por completo la afilada mirada que el otro le dirigió.

Bee miró de uno a otro. Las presentaciones no aclaraban ninguna de sus dudas. ¿Por qué los tres seguían mirándola como si esperaran algo de ella? Comenzó a arrastrarse a la orilla de la cama, hacia donde estaba su celular.

—Pues... —dudó—, les agradezco que me hayan ayudado pero debo irme —comenzó a incorporarse—. Me aseguraré de pagarles de alguna forma, así que...

Pero las piernas le temblaron, y las palabras se desvanecieron en su boca mientras ella estiraba la mano para sostenerse de algo. Por fortuna, de pronto se encontró siendo sujetada.

Aunque luego de descubrir gracias a quién no había caído de bruces al suelo, no se sintió tan afortunada.

—No deberías moverte tan rápido aún, señorita Wesley.

Joder, cómo le encantaba fastidiarla. Y ¿cómo rayos se había movido tan rápido? Había estado a por lo menos dos metros de ella.

—Ya —masculló, volviendo a sentarse en la cama—. Entonces —dijo, alzando la mirada hacia ellos—, ¿qué es lo que quieren?

Mientras la mujer, Nora, parecía mantenerse con una mueca de irritación —lo cual ahora la llevaba a pensar que antes sólo había sonreído porque se burlaba de ella—, Treyn y Bred la miraron con curiosidad. Treyn fue quien habló, arqueando una perfecta ceja obscura.

—¿Qué te lleva a pensar que queremos algo?

Bee casi bufó, revoleó los ojos y los miró con desgana.

—Nadie ayuda de a gratis a un desconocido —repuso—. Además, no creo que los tres hayan hecho acto de presencia porque estuvieran muy preocupados por mi salud. De ser así —señaló hacia Bred—, sólo él habría bastado.

Volvió a mirarlos, uno a uno y, casi sin poder evitarlo, sus ojos se quedaron clavados en el contrariado semblante de Nora. Bee luchó para tragarse su comentario, pero le fue imposible. Apuntó en dirección de la mujer y agregó:

—Ella realmente parece odiar estar aquí.

Al instante en que terminó la frase, Treyn se soltó a reír; era un sonido bastante peculiar para ser una risa: un poco ronca, otro tanto aguda y, sobre todo, melodiosa. Daba una sensación adictiva, como si se estuviera embriagando y no pudiese parar de tomar.

—Bueno —la voz de Bred (que era otro sonido que se le antojaba más bien cautivador) y el timbre seco en ésta, la hizo girar—, ella puede irse.

—¿Qué estás...

Nora no terminó de hablar, se interrumpió de pronto, como si el aire le faltara, y se esfumó por la puerta de inmediato. El ambiente en la habitación se sintió un poco tenso, pero tan pronto como esa sensación llegó se esfumó.

 [PAUSADA] Érase una vez: El secreto detrás de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora