11: Son muchos años

1.5K 190 321
                                    

Empieza.

El príncipe del reino sin nombre empieza a jugar con sus manos en el momento en el cual el heredado de Sefliglan ha dejado el jardín para continuar con sus estudios dejándolo en compañía de su progenitor, quien le acaba de ofrecer otra taza de té.

—M-Muchas gracias, majestad.

Dice con la mirada baja y trata de controlar el rubor en sus mejillas cuando los dedos del rey ha rozado los suyos, los cuales están sosteniendo la taza.

—No hay problema —el tono es suave— ¿Qué le pareció la comida, príncipe Komaeda?

—Ha estaba más que deliciosa —responde tomando dos sorbos del líquido—. Sin duda, su reino cuenta con hombres maravillosos, majestad.

— ¿Hombres maravillosos? — Alza una ceja al darse cuenta de aquellas palabras— ¿Acaso más hombres han tenido la dicha de llamar su atención, príncipe Komaeda?

El mencionado abre los ojos, horrorizado, al percatarse que lo ha dicho se puede interpretar de una manera errónea.

— ¡No para nada! — Deja la taza con nerviosismo—. Perdóneme, majestad. No quise expresarme de esa forma, yo...me refería a que su reino tiene ma...hablo que es maravilloso que haya...y-yo...

Un desagradable sentimiento aparece en el pecho del rey al observar como el gris está nublado.

—Príncipe Komaeda, está bien —garantiza—. Entiendo lo que desea decir —el rojo lo mira con culpa—. Perdóneme más bien por  haber puesto a su persona de esta manera.

Parpadea aturdido.

—Solo quise hacer una broma —inclina el cuerpo para aspirar las orquídeas—. Pido perdón, príncipe Komaeda.

Balbucea desviando la mirada y niega con la cabeza.

—N-no se preocupe, majestad —agacha la cabeza—. Disculpe por no darme cuenta —se sonroja con intensidad—. S-solo me asuste al pensar que usted... —levanta la mirada y el gris refleja seguridad—,...majestad, recuerde esto, por favor —agarra la mano en la cual esta el anillo—. Mi cuerpo, vida y alma le pertenecen solamente a usted. Nací para obedecerlo, seguirlo y honrarlo incluso si no soy digno, siempre voy a seguirlo.

Kamukura siente como su lado alfa comienza a ponerse inquieto.

—Tendré presente sus palabras, príncipe Komaeda —retira su mano con lentitud y un desagradable sentimiento aparece al recordar el tema de la tradición—. Tal vez, sea atrevido de mi parte el decirle que hay un asunto, el cual quiero resolver, sobre nosotros.

—Oh —lo entiende— ¿H-Habla de la tradición, majestad?

—Así es, príncipe Komaeda. Voy hablar sin rodeos sobre la tradición —el carmín se expande hasta las orejas—. Creo que hay que llegar a un acuerdo para que haya placer por ambas partes.

El omega evita morder su labio inferior.

—No comprendo, majestad —se siente estúpido— ¿Qué quiere decir con llegar a un acuerdo?

—Bueno, príncipe, qué cosas no le gustan durante las relaciones sexuales —el contrario se pone pálido—. No quisiera hacer algo que llegue a incomodar a su persona.

No hay respuesta.

Komaeda encoge los hombros, abre y cierra la boca, mira el césped apenado y pestañea con rapidez.

— ¿Príncipe Komaeda? — Se acerca y suaviza el tono—. No tiene que tener vergüenza, es natural este tema, ¿verdad?

Asiente.

—Bien, entonces, por favor, dígame que cosas no le gustan en el sexo.

De nuevo, no hay respuesta.

El rey de Sefliglan piensa que quizás ha sido muy brusco con la forma en la que manejó el tema de unirse sexualmente.

—Y-yo...la verdad... —mumurlla poniéndose más blanco de lo que es—,...no sé.

— ¿Disculpe, príncipe?

Muerde su labio inferior y alza los hombros.

—No sé...yo...n-nunca...jamás he...

Kamukura parpadea, sorprendido, al haber comprendido.

Por el rey del sol. Es virgen.

—Está bien, príncipe Komaeda —no quiere ponerlo más nervioso—. Perdóneme por no haber pensando en aquella probabilidad.

—He estado esperando por usted, majestad —dice soltando un largo suspiro—. Le dije que mi cuerpo, vida y alma le pertenecen.

No pensé que fuera tan literal.

—Todo está bien —se dice más para sí—. Prometo que seré cuidadoso.

Hace que se ponga rojo.

—Gracias, majestad.

Sin embargo, una cuestión aparece en la mente del alfa supremo.

—Príncipe Komaeda —lo llama mientras lo observa con más detenimiento—. Quisiera hacerle una pregunta personal.

—Por supuesto —el gris está expectante—. No tiene que pedirme permiso, majestad.

—Mhm, en ese caso —entre cierra los ojos— ¿Cuál es su edad, príncipe Komaeda?

—Tengo diecisiete primaveras, majestad.

Kamukura cierra los ojos con fuerza, respira con profundidad, la cabeza le da vueltas y frunce el ceño con molestia, no por la edad del albino sino por qué no entiendo como los consejeros del reino sin nombre pudieron mandar a prácticamente un niño ha cumplir con un tema de complejidad; es decir, solo le lleva por once años a su cachorro, prácticamente podría ser su hermano mayor.

Y él podría ser su padre, pues la diferencia de  quince primaveras es la prueba suficiente.

 Our Kingdom © [KamuKoma/Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora