Capítulo 25: Clarisa.

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            En multimedia: Kodaline - High hopes.

El corazón me martillea tan fuerte que de pronto pienso que si miro mi pecho encontraré un orificio profundo. Zed es toda una unión de emociones, al ver esos ojos verduzcos turbios, con esas lágrimas formándose tan claramente frente a mí, me doy cuenta de que lo único que he hecho es llevarme las manos al vientre. Hay algo ahí, más bien alguien formándose mientras yo he cavado nuestras posibles tumbas con mi plan.

El doctor explica que estoy de cuatro semanas. Un mes, mi copito tiene un mes. ¡Dios mío! Estoy inerte, en un estado de shock inmenso. Zed camina de un lado a otro hasta que grita de felicidad, es lo que él quería desde que me rescató, es lo que él esperaba con ansias durante todo este tiempo. ¡Pero cómo es posible! He bebido todas mis pastillas, no olvido ni una sola.

—¿Se encuentra bien señora? —escucho decir al doctor.

—¿Tienes alguna molestia? —agrega Zed ya preocupado.

¿Qué si estoy bien? Claro que no. Por supuesto que no.

—Sí —es mi escueta respuesta. Zed une su entrecejo y se arrodilla frente a mí. Toma mis manos con ternura.

—¿No estás feliz? —la seriedad expuesta en sus palabras me advierte de su casi enojo por mi actitud seca e inexpresiva—, escucha Clari. Sé que no querías un hijo hasta que Donaldo estuviera en prisión, pero es por eso por lo que vamos a irnos del país una temporada, ahora más que nunca me interesa sacarte de aquí para que la policía haga su trabajo y podamos volver cuando ese hijo de puta esté encerrado y nosotros tres podamos hacer nuestra vida en paz. No les ocurrirá nada, te lo prometo. Es un pequeñito o pequeñita Clari, es un copito, el primero de muchos. Estaremos bien, te lo juro.

Me quiebro, sí, lo hago. Me pego a su pecho y lo envuelvo con mis manos que son recibidas por su cuerpo fornido. Estoy embarazada. Vamos a ser padres y me olvido por un segundo del maldito plan para poder experimentar felicidad y, vaya que lo hago. Me empiezo a reír con entusiasmo y me pego aún más al futuro papá. No podría ser más perfecto, nuestra pequeña familia, por fin una familia, esa que ninguno tuvo realmente, esa que atesoraremos por siempre.

—Lo siento, es que todavía no comprendía la noticia. Hay alguien aquí —susurro poniendo nuevamente mis manos en mi vientre, Zed levanta la camisa y besa mi piel blanca y mi vientre aún plano.

—Lamento interrumpir —interviene el médico—. Necesitamos revisarla.

Ambos asentimos, olvido por completo el resto y disfruto de este momento. Seré mamá y no cualquier mamá, no seré como Margaret. Jamás.

El doctor nos guía hasta otro pequeño cuarto, me proporciona una bata azul y me pide que me cambie. Intento hacerlo en la misma habitación a pesar de que sé bien que afuera hay un baño, pero Zed me mira con ojos asesinos justo cuando trato de quitar mi camisa. Aclara su garganta y se disculpa con el doctor para luego sacarme del pequeño cuarto y encerrarse en el baño conmigo.

—Pero qué coño pretendías hacer —me riñe aunque acaricia mis mejillas con ternura.

—Iba a cambiarme, Zed. Es un doctor.

—Me importa una mierda que sea un doctor, es un hombre.

—Pues te informo que ese hombre va a mirar mi coño —le informo para que no haga un escándalo en el cuarto.

—¡Qué! —parece aterrorizado.

—Sí, y también introducirá algo parecido a tu miembro pero mucho más delgado. Tendrás que soportarlo y comportarte educadamente o esperar aquí.

RETANDO AL AMOR (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora