En multimedia: Michael Schulte - Falling Apart
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El auto cayó en cuestión de segundos. No hubo gritos, nos mantuvimos abrazados todo el jodido tiempo hasta que golpeamos algo y nos separamos. El sonido de los vidrios explotando en nuestros rostros y luego el auto haciéndose pedazos igual que yo está muy bien grabado en mi memoria.
Mientras girábamos sin parar no perdí la conciencia, fui totalmente testigo de cómo nuestros huesos se quebraban uno a uno. Quise hacer algo para ayudarla, pues los gemidos que llegaban a mis oídos me estaban volviendo loco. Supe entonces que ella también iba despierta y me sentí tan impotente por no poder haber hecho nada más que decirle unas cuantas palabras antes de lo que pensaba sería mi último día en este puto mundo.
Lo último que recuerdo es que de pronto dejé de escuchar sus jadeos y rogué al cielo morir también. Si ella se había ido, yo no quería seguir viviendo ni un segundo más.
Ahora estoy aquí. Despierto. Sé que estoy en un hospital porque todo a mi alrededor lo indica, y la cantidad de enfermeras que intentan quizás estabilizarme me lo gritan. Intento moverme, levantarme y hablar. No consigo nada más que mover mis ojos de un lado a otro en busca de un rostro que no estoy seguro de si podré volver a ver.
Cada intento que hago es más doloroso que el anterior. Me piden que me calme, pero cómo voy a calmarme, ¡joder! Solo necesito saber si ella está bien, si ha sobrevivido como yo y entonces podré tranquilizarme. Gruño de impotencia, pues ni siquiera puedo mover la lengua y veo que ponen algo en mi brazo que me cansa de inmediato y dejo de luchar. Caigo en la maldita oscuridad.
<<—¿Te ha gustado? —pregunta haciéndose hacia delante y mostrándome sus perfectas tetas.
—Me gustan más tus tetas —respondo.
—Eso ya lo sé, me lo dejas claro todos los días, cada minuto, segundo y microsegundo. —Se ríe y se levanta. Ya no veo a copito número uno ni a copito número dos.
—Es bueno que lo sepas, también que sepas que ni de coña vas a salir con esa camisa, se te ven las tetas cuando te inclinas —sentencio.
—Voy a dejar a nuestro hijo al colegio, no a coquetear con los padres de familia —responde enfurruñada. Sí, últimamente la celo hasta del aire, pero es que solo hay que verla, sigue igualita que cuando la conocí, ni siquiera le han salido arrugas y yo... bueno, sigo siendo simpático, pero no soy el jovencito de antes. Ayer me salió una cana y Clarisa se rio de mí hasta las lágrimas.
—Me importa una mierda que vayas al puto colegio. Cámbiatela —le ordeno.
—¿Me pregunto si alguna vez notarás que yo jamás te hago caso? Me visto como se me antoje señor Allen. Diez años de feliz matrimonio y sigues sin acostumbrarte.
De acuerdo, es verdad, hace lo que le viene en gana. ¡Mujer desobediente!
—¿Podrías por favor quitártela, amor? Solo ponte una que no deje al aire a mis favoritos... ¿por favor? —le suplico.
Clarisa se ríe y se acerca a mí y me besa. >>
Despierto con lágrimas en los ojos. Miro hacia todos lados, otra vez. Ha sido un sueño. Un puto sueño. Necesito saber qué ha pasado, cómo estoy en un hospital, ¿qué pasó con ella? Me esfuerzo para calmarme, quizás si consigo relajarme pueda decir un par de palabras o llamar a alguien. Tras varios intentos consigo gritar, no es una palabra, pero ha llamado la atención de quien esté afuera porque veo una sombra moverse y luego entran.
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RETANDO AL AMOR (+18)
RomanceTERCERA PARTE DE LA TRILOGÍA RETANDO. El último reto está puesto sobre la mesa.