Capítulo 23: Clarisa.

34.9K 2.4K 1K
                                    

           

En multimedia: The Killers - Be Still


Corro al baño de la habitación que Zed y yo conocemos bien. Las arcadas me atacan con fuerza y saco todo lo que he comido en el día y por supuesto el alcohol. Me quedo varios segundos sostenida del retrete y respiro un par de veces. Un burbujeo extraño se hace presente en mi vientre y me llevo una de mis manos hasta ese punto. Mi trasero impacta con el piso frío y cierro los ojos unos segundos. Seguro han sido tantas emociones.

Hago un esfuerzo por ponerme de pie y lo consigo, me lavo el rostro y también la boca. Aliso mi camisa y salgo en medio de la penumbra. Muevo el picaporte solo un poco y el peso de una mano sobre mi hombro me sobresalta. Lo primero que pienso es gritar, y enseguida mi boca es cubierta por otra mano. El material helado de una pistola se presiona sobre mi cuello y entro en pánico.

—Tranquila. No te haré daño —escuchar esa voz hace que me duela el estómago como si recién hubiera recibido una patada justo en medio. Forcejeo y el arma se hunde en mi piel—. He dicho que no te haré nada, pero si no haces lo que te pido me veré obligada a hacerlo.

El pecho se me abre en cuestión de segundos y algo escarba tan profundo, tan dentro, tan interno. Claro, si ella se ve obligada le importará un bledo que es mi madre y que yo soy su hija.

—Lamento hacerte esto hija. —Esa última palabra me transporta en un segundo a muchos años atrás, sin embargo, ésta es la primera vez que puedo darle un guantazo a los recuerdos y enviarlos lejos.

Mi mente trabaja tan rápido que ni siquiera lo he terminado de pensar cuando mi cuerpo por si solo no se resiste y camina hacia donde me lleva. Es que estoy decidida a no ponérselo fácil y encontrar una forma de escapar y pedir ayuda, o he sido totalmente manipulada por el arma que se hunde y se hunde en mi cuello.

Me encierra en el baño y la miro a la cara después de tanto tiempo. Está demacrada, no es ni parecida a la mujer que llegó a nuestro antiguo apartamento fingiendo no saber nada, creyendo que me convencería en un abrir y cerrar de ojos.

—No te haré daño —repite debajo del marco de la puerta mirando hacia la puerta de la habitación y hacia mí en repetidas ocasiones.

—Entonces ¿qué es lo que quieres? —mi voz es potente, no demuestra miedo a pesar de estarme rompiendo por dentro.

Por unos microsegundos me mira con ternura y arrepentimiento.

—No tenemos mucho tiempo. Estos meses en la cárcel me hicieron darme cuenta de lo diferente que habría sido mi vida, si hubiera tomado las decisiones correctas. Si hubiese tenido fuerzas suficientes para escapar contigo; con mi hija y luchar realmente por un futuro mejor, sin la influencia de Donaldo... no hay tiempo. Donaldo está en la ciudad. Sé de buena fuente que no podía cruzar ningún aeropuerto, así que ignoro cómo lo ha conseguido. Me ha sacado de prisión, no sé con qué objetivo pero no seguiré junto a él en esto porque quiere matarte a pesar de saber que eres su hija, que llevas su sangre y cree que mi odio por Zed me cegará por completo. He fingido estar completamente de acuerdo y ahora sé el plan. Este sábado hay una fiesta en la empresa de mi difunto esposo, presentarán a Zed como el nuevo presidente y cuando esté recibiendo el nombramiento, justo a las doce en punto, él, Leila y sus hombres entrarán, no quedará nadie vivo, Clarisa. Tienes que decírselo a Zed y huir de aquí.

El cuerpo se me eriza por completo. Soporto mis lágrimas y las oculto. No puedo desmoronarme, tengo que aguantar. Las cuatro paredes que nos rodean se hacen tan angostas de pronto y me falta el aire. Parpadeo tratando de devolver mi llanto a su lugar y niego con mi cabeza. ¿Cómo sé que está diciendo la verdad? ¿Cómo puedo confiar en ella después de todo lo que me ha hecho? Fue capaz de dispararme la última vez que nos vimos.

RETANDO AL AMOR (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora