Capítulo 14: Clarisa.

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En multimedia: Adele-You Make Me Feel My Love


No sé qué ha pasado, no entiendo cómo en Turquía me sentía tan valiente, tan dispuesta a darle lucha a lo que intenta derrumbarme, los recuerdos, las torturas, el sufrimiento. No pienso darme por vencida, eso sin dudar. Pero al entrar a este lugar en donde ingenuamente creí que Zed y yo habíamos vencido todo aquella noche en la que decidí no comportarme más como una tonta y volver a su lado, me he dado cuenta del gran peso que continúo llevando encima, un peso que con él es por supuesto más ligero, más no es nulo. Sigue presente. Pensé estúpidamente que en ese sillón en el que nos besamos y oficialmente volvimos a estar juntos ganamos el último reto. No es así.

A pesar de mis heridas físicas —las cuales me importan poco—, son las que llevo dentro las que me lastiman, queman, me debilitan y me arrastran por el piso y no exagero al afirmar que de no ser por Zed justo ahora me estaría tomando de los cabellos hasta arrancarme cada uno de ellos. Me siento mal, más que mal. Todo da vuelta en mi cabeza y la inestabilidad me abre otra clase de herida en medio del pecho llevándose la ignorancia en la que me había encerrado en el hospital, con Zed haciendo bromas cada segundo y yo riéndome y haciendo bromas también.

Esta es nuestra realidad, no la que ambos jugamos a tener en las últimas veinticuatro horas. Sé que cuento con él, que no se irá por esa puerta y que jamás lo hará. De los dos, él, a pesar de ser un ex mujeriego terrible siempre se ha aferrado a lo nuestro incluso más que yo, aunque la presencia de esa mujer, la tal Hasret no me hace sentir tranquila. Pero, ese es el menor de los males.

Me aparto de Zed porque la herida de mi brazo ha empezado a punzar. Él me acuna el rostro con sus manos grandes y me sonríe tiernamente. Mi chico puede ser un grosero de primera con sus bromas pesadas y su humor negro, sin embargo, puede ser el hombre más tierno de este planeta, lo sé cuando me mira de esa forma tan delicada. Le acaricio las mejillas y le doy un beso rápido.

—Creí que Donaldo estaba mintiendo.

—No. Yo lo escuché hablando con Leila. Soy su hija y quizás Osmar lo sabía. Esa es la razón de sus golpes.

—No pienses así, nada justifica un golpe, Clari. Nada justifica lo que has vivido. Y antes de que lo digas o lo pienses, tú no eres como ellos. Jamás serás como ellos.

—Lo sé, jamás podría disfrutar el sufrimiento ajeno. Aún así es difícil. Me sentí culpable por los golpes de Osmar toda la vida, sufrí algo que no me correspondía. Y todo esto que ha pasado, todos los problemas... han sido provocados por ella, por Margaret y no quiero saber de ella. No me interesa qué ha sido de ella. Quiero olvidarme de todo lo malo y conseguir enfocarme en lo bueno, en ti.

—Así será. Te prometo que haré todo lo que esté en mis manos para que un buen día te despiertes y tu mente no retroceda, se quede aquí conmigo, con lo nuestro, con nuestra vida.

—No sé cómo pude olvidarte por un tiempo... todo esto. —Señalo el lugar entero—. Nuestras vidas.

—No me olvidaste del todo —habla con cierto orgullo. Eso es verdad.

—Eso era imposible, Zed. No eres una persona que uno pueda arrancarse de la piel de un día para otro.

—Tuve mucho miedo de que no te acordaras de mí nunca. Estaba acurrucado como un perdedor en ese sillón en el que tantas veces te he hecho mía cuando llamaste la primera vez. Mi corazón latió nuevamente entonces. Pensé que estaba loco, que ya estaba alucinándote y resultó que sí eras tú, estabas regresando a mí. Amber e Iván querían meterme a una puta clínica de reposo, ¿puedes creerlo?

RETANDO AL AMOR (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora