En multimedia :Human -Christina Perri
En cuanto la llamada termina empiezo a llorar descontroladamente. Todo es una trampa, nos matarán a ambos, de eso no tengo duda. Miro con desesperación mis manos y mis pies atados, no puedo moverme y Donaldo ha dicho la verdad, me estoy desangrando. Leila me hirió con una navaja en medio del estómago. Ni siquiera entiendo por qué no me asesinan aún.
Después de ser atrapada cubrieron mi cabeza por completo. Tuve que concentrarme para aprovechar el poco oxígeno que aún me quedaba. Pensé que una bala me perforaría la cabeza en cuestión de nada. No sucedió, me encerraron en las mismas habitaciones subterráneas en las que ya había estado gran parte de mi cautiverio. También creí que me golpearían hasta matarme y tampoco pasó. No me siento aliviada por no haber muerto, porque el hecho de que me conserven con vida grita sin parar que lo que vendrá a continuación será mucho peor que morir. El miedo que me invade es indescriptible. Ya he acumulado un pequeño charco de sangre en el suelo, quizás quieren que muera de forma lenta, que vea segundo a segundo cómo la vida se me escapa.
—¡Ya deja de llorar! —Donaldo tira de su cabello y me mira con esos ojos suyos tan llenos de maldad.
—Te odio —mi llanto ahora se mezcla con gritos. Si voy a morir, le diré todo lo que tengo guardado para él—. Eres un desgraciado, un maldito y siento asco de ser tu hija, de llevar tu sangre. Prefiero morir que vivir sabiendo que algo nos une.
—Cállate, maldita sea. ¡Cállate! Debí matarte, pero primero mataremos a tu estúpido príncipe. Nadie me gana, nadie vive para contarlo —repite sin parar.
—Papá. —Leila entra desesperada al pequeño cuarto y me mira con desprecio—. Todo está listo, debemos irnos.
—Yo te alcanzaré después. Tengo un asunto pendiente.
—¿Por qué no me dejas matarla? ¿Por qué la mantienes con vida? No lo entiendo papá, no nos sirve de nada. Van a atraparnos si no nos vamos de una vez. Necesitamos irnos, la policía puede venir con Zed.
—No, no vendrá con la policía porque lo único que quieres es mirar a Clarisa.
—¡Papá! —insiste Leila.
—Que no voy a irme, voy a matarlo. ¿Qué no te das cuenta? Yo soy el puto jefe y ese niño ha creído que puede conmigo. Que puede destruir lo que ni toda la policía del mundo ha conseguido, cree que esto es un juego, que somos como en las películas y las novelas románticas, que me atraparán y ellos serán felices por siempre mientras yo me pudro en prisión. Eso no pasa en la vida real, cariño. No voy a irme hasta verlo desangrarse en mis narices.
—Por favor no lo mates —suplico sabiendo que no servirá de nada.
—Por favor, papá. Tenemos que irnos. ¿Quieres perder todo por orgullo?
—Trae a Bill —ordena y Leila niega con la cabeza.
—Nos ha traicionado.
—No seas idiota hijita, claro que no nos ha traicionado. ¿Crees que no sé escoger a mis hombres de confianza? Se ha enamorado de esta basura. Ya ha recibido su merecido y ahora le daré un premio —finaliza.
—Él nos ha...
—Mira, Leila si sigues enamorándote de todo el que te folla tendré que enviarte lejos para que aprendas que en este negocio no puedes andar por la vida creyendo en arcoíris, flores y mariposas. Trae al imbécil, va a divertirse un poco.
Ya no tengo ganas ni de hablar. El dolor en todo mi cuerpo es tan profundo. En mi cabeza es imposible comprender cómo un padre puede hablarle de esa manera a su hija. ¡Cómo este hombre ha convertido a su hija en una criminal! ¿Y yo? Yo soy una basura. Él sabe que nos une la sangre y es tan despreciable que le importa un comino. ¿Cómo puede verme en estas circunstancias y seguir con su plan?
ESTÁS LEYENDO
RETANDO AL AMOR (+18)
RomanceTERCERA PARTE DE LA TRILOGÍA RETANDO. El último reto está puesto sobre la mesa.