En multimedia: Surrender - Natalie Taylor
Tiro la pequeña maleta de ropa que Amber me hizo, pues yo no tenía cabeza siquiera para hacer la jodida maleta. Amber me suplicó que la dejara venir, pero estaba muy consciente de que ya era demasiado peligroso que yo viajara con la policía. Lo estoy. Salgo al lobby y bufo emocionado. El puto corazón me late con fuerza, casi puedo sentirlo estallar en mi jodido pecho. No puedo creer lo que está a nada de pasar, menos después del día que tuve.
En cuanto abrí los ojos busqué a Jessica e intenté obtener información, sin embargo, conseguí poco. Dijo que solo se acostaba con Donaldo porque quería cabrearme de alguna manera, pero que Donaldo jamás le soltó información y que hacía muchos meses que no sabía nada de él. Por un momento quise ahorcarla con mis propias manos, sentía que mentía. Lo dejé estar, no podía perder el tiempo y me fui directo a la prisión de mujeres en la que tienen encerrada a Margaret.
Juro que nunca en la vida había deseado tanto matar a una persona como a esa mujer. Lo que siento por Clarisa me rebasa a tal punto que no sentí coraje porque estaba frente a la asesina de mi madre y mi padre, experimenté repudio porque estaba frente a la mujer que ha hecho sufrir a mi copito de tantas formas diferentes. Supongo que de no haber actuado de la forma en la que lo ha hecho, Clarisa y yo no estuviéramos juntos, y, a pesar de estar consciente de ello, hubiera preferido no aparecer en su vida si con eso ella obtuviera una infancia feliz, una adolescencia normal y una juventud placentera, la familia que siempre ha querido. No ha sido el caso y nada me daría más gusto que una bala le perforara la cabeza a esa maldita mujer.
Contuve mis emociones lo mejor que pude y al verla de cerca me percaté de que no era la misma Margaret que se creía la dueña del mundo. Estaba deteriorada y seguía sin ser suficiente. Inicié la conversación de forma educada, haciendo preguntas que en un principio se negó a contestar. Hasta que pensé mejor de qué forma podía manipularla. Dinero, a ella siempre le ha importado el puto dinero.
—Si me dices lo que quiero saber, pagaré por tu seguridad aquí dentro. Ya me han dicho que intentaron matarte.
—¿Tú de verdad crees que podrás vencer a Donaldo? Ya eres hombre muerto —escupió las palabras.
—Si a ti no te importa tu hija a mí sí, y todo esto que le está pasando es por tu maldita culpa —mascullé.
—Ella está segura —me dijo mirándome directamente a los ojos—. Sé que Donaldo no le hará nada. Sé que no la matará.
—La tienen secuestrada, ¿no estás escuchando? Leila le dio una golpiza y siempre la están amenazando. ¿Qué más quieres? ¿Más dinero? Te daré todo lo que me pidas, pero por favor dime si sabes exactamente en dónde queda esa casa —casi le supliqué.
—Si quieres que te ayude, sácame de aquí.
—Eso no puede ser, ya fuiste juzgada. Morirás aquí, Margaret. Si quieres morir en paz yo me aseguraré de eso, pero si quieres morir cualquier día de estos, te juro que yo mismo le pagaré a alguien para que te mate —la amenacé.
—Ella está bien...
—¡No! —grité rabioso—. Ella no está bien, pero tú no tienes idea de lo que está sufriendo, tú no la conoces y ¿sabes qué? Perdiste la oportunidad de conocer y amar al mejor ser humano que hay en esta puta tierra. Te perdiste la dicha de lo que es sentirse amado por alguien tan bueno, honesto, real, noble, especial. Ella es maravillosa y sé que estás vacía por dentro, que eres una hija de puta que abandonó a su hija con un maldito bastardo que la golpeó sin parar. ¿Eso te deja dormir por las noches? Saber que le has destrozado la vida a la única persona que a pesar de todo el daño que has causado sería capaz de perdonarte y venir a verte cada maldito día de visita. Porque de todo eso te has perdido, así de buena es tu hija. Ella cree en el perdón, en la redención, en las segundas, terceras y hasta la décima oportunidad, ella aprendería a querer hasta a un ser despreciable como tú. Así de perfecta es su alma. Por favor dime cómo llegar a ella. Dímelo.
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RETANDO AL AMOR (+18)
RomansaTERCERA PARTE DE LA TRILOGÍA RETANDO. El último reto está puesto sobre la mesa.