Luis entró a la habitación y se tiró en la cama suspirando. Cerró los ojos y se relajó. Hasta que sintió como algo se colocaba sobre él.
En cuanto abrió los ojos se encontró con una Miranda sonriente y desafiante. Las manos de Luis se fueron directas a su cintura.
-Todo esto ha sido agotador, ¿verdad?-Le dijo ella. Luis enarcó una ceja.
-Emmm... Sí, demasiado-Contestó.
-¿Necesitas uhm... un masaje? ¿Un baño? ¿Alguna cosa que sirva para relajarte?
-Se me ocurre algo...
-¿El qué?-Miranda se tendió sobre él, con las manos en su pecho. Sus rostros quedaron muy cerca.
-Necesito tus manos-Le susurró en el oído. Miranda se estremeció y sintió como un escalofrío placentero subía por su columna vertebral.
-¿Un masaje, entonces?-Acertó-¿Dónde?-La mirada de Luis bajó hasta su entrepierna. Miranda soltó un seguido de carcajadas y se bajó de la cama. Luis se incorporó apoyándose en los codos y la miró-No pienso complacerte de esa manera, Aguayo. Y mucho menos si no me complaces tú antes.
-Ah, con que esas traes, ¿eh?-Fue tras ella y la cogió de la cintura, volteándola. Sus labios chocaron. Miranda gimió. Luis se abrió paso con su lengua y emprendió una lucha con la de ella mientras la movía hasta la cama, donde la tendió-¿Quieres que te complazca?
Ella se mordió un labio y asintió varias veces con la cabeza.
Antes de que pudiera prepararse, Luis se había deshecho de su camisa y la había dejado sin aliento. Luego volvió a besarla y comenzó a quitar cada prenda de ropa que vestía, hasta dejarla desnuda. Ella lo empujó con fuerza y quedó sobre él. Le quitó los pantalones y sonrió al ver el tamaño que su bóxer había alcanzado.
-¿Tan caliente te pongo?
-Buff...-Luis bufó-No te imaginas cuanto.
-Es injusto que yo este sin ropa y tú aun lleves los bóxers encima. Será mejor que te los quite...
Y bajó los bóxers liberando su erección, rígida, dura como una roca. Luis suspiró. Cogió a Miranda por la cintura y la colocó sobre él.
-Eh, eh-Lo paró-Seré yo quien mande aquí, tigre-Luis la soltó.
-Está bien. Como quieras. Tú mandas.
Miranda sonrió, picara, y se deslizó hacia atrás. Antes de que Luis pudiera parpadear ella ya se había colocado sobre su pene. Ambos jadearon.
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Alejandro y Danielle llegaron al restaurante donde Él había encargado una mesa y un camarero se acercó a ellos, les pidió el nombre al que habían dejado la reserva y los llevó hasta su mesa.
El lugar era bonito. Demasiado, podría decirse. Era elegante y romántico. Sonaba una música lenta de fondo, ambientando el lugar. Había muchas parejas más de todas las edades, todas bien vestidas y entablando una serena conversación. Aquel lugar era agradable.
-Alex, no debiste...-Le recriminó Danielle.
El chico le cogió las manos y la miró a los ojos.
-Claro que debía. Eres mi chica. Mi novia y... Tengo que hacerte feliz de alguna manera. ¿No te parece bien comenzar con una cena romántica?
-Sí, por supuesto que me parece bien, pero este lugar... Te costará una fortuna.
-Cielo, estamos en Londres, sé que lo que le ha ocurrido a Lexa nos afecta a todos pero Atl ya dijo que él se ocuparía de ella. ¿Por qué no disfrutar un poco y alejarnos de los problemas? Solo por esta noche.
Danielle lo miró a los ojos con preocupación y duda pero después de percibir aquel brillo especial en los ojos de Alejandro, la tranquilidad y comprensión que cargaba él se transmitió hasta su cuerpo y una sonrisa se dibujó en su rostro.
-Está bien-Asintió con la cabeza-Démonos un respiro.
-Así me gusta. Esta es mi chica-Alejandro retiró la silla hacía atrás, se levantó y le dio un beso. Ella volvió a sonreír aún más. El camarero de antes volvió a acercarse y tomó nota de sus pedidos.
