Era Héctor.
Héctor fue mi novio desde los 10 años hasta que conocí a Pablo, y, aunque solo estuvimos juntos 4 años, me destrozó la vida. Estaba metido en problemas muy grandes aunque sólo era un niño. Y me arrastró a todo aquello por lo que me fui de Pontedeume. Él me presentó a Pablo, que fue quien, unos años después, quiso sacarme de toda esa mierda y traerme a vivir a Madrid. Así que, dentro de lo malo, Pablo era lo mejor.—Miriam, ¿estás bien? - Cepeda me miraba sin entender la expresión de pánico de mi cara.
—Luis... -dije lo más bajo que pude.- Luis, sácame de aquí... Por favor...
Luis pidió la cuenta mientras yo me metía en el baño. Respiré hondo delante del espejo y me mojé la nuca. Miré el reflejo de mis ojos en él y una lágrima se derramó de ellos.
—Miriam, se lo prometiste... - no paraba de repetirme lo mismo para no caer en la tentación.
Llamaron a la puerta y me sobresalté hasta que escuché la voz de detrás de la puerta.
—Miriam, he preparado el coche fuera. Sal, anda...
Salí dubitativa y me agarré al brazo de Cepeda. Fuimos hasta el coche lo más rápido que pudimos y, justo cuando iba a montarme en el coche miré hacia donde estaba él... Y me estaba mirando. Sonrió con superioridad y señaló la moto sobre la que estaba montado mientras esperaba a alguien. Era la moto que arregló mi padre antes de lo que pasó.
—Miriam, se lo prometiste joder, se lo prometiste... - susurré eso y cerré los ojos con todas mis fuerzas mientras me metía en el coche.
—Oye, ¿vas a contarme ya quién era ese tipo?- Cepeda me miraba de reojo mientras conducía.
—Nadie importante. Pero, hazme un favor...
—¿Cuál?
No me puedo creer que fuera a pedirle esto...
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