Capítulo 23

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—Tranquila, leona...

—No puedo Mimi, la he perdido...- Mimi no me había soltado desde que me desperté, y menos mal, porque no sé qué habría hecho si me hubiera dejado suelta. Me acomodé más en el espacio entre su hombro y su cuello y empecé a llorar más.

—Tiene que haber una manera... -Roi llevaba en shock sentado en el suelo y mirando hacia abajo desde que Rubén cogió la moto de mi padre y se fue diciendo que le iba a dar mucha pena deshacerse de "la canaria esa", de mi canaria...

Me imaginé una serie de escenas de cómo podrían estar torturándole o haciéndole cualquier cosa y empecé a llorar aún más si podía. Le he vuelto a fallar, he vuelto a dejar que le hagan daño. Se alejó de mí por eso, y ahora que la vuelvo a ver desde aquella maldita noche, aunque sea en una fiesta con nuestros amigos, vuelve a pasar lo mismo. Me abracé más fuerte a Mimi sin parar de llorar.

—Mimi, prométeme que está bien, por favor...

Suspiró y me acarició el pelo.

—Ojalá pudiera prometerte eso... -susurró.

Roi se levantó y empezó a andar hacia la casa.

—¡Roi, no!

Se dio la vuelta y me miró furioso y con lágrimas en los ojos.

—¡Miriam, está Ana ahí dentro! ¡No sabemos si está bien, si la están destrozando, o si está muerta! ¡Que tú seas una puta cobarde no significa que yo vaya a dejar que le hagan daño a mi amiga como haces tú poniendo la excusa de que no puedes entrar! -se dio la vuelta y siguió andando.

—Miriam, deja de temblar... No lo piensa en realidad.

—Sí lo piensa... Tiene razón, desde que aparecí en su vida solo ha sufrido por mi culpa...

—¿Y si entramos...? Sé que no puedes, pero entiéndeme Miriam, está mi Ana Banana dentro... -esta chica siempre me saca una sonrisa.

—Con una condición. Quiero entrar yo sola.

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—Y nada más... Que si pasa algo grites y entramos.

—Vale.

—Pero hazlo, que nos conocemos.

—Mimi, que sí. -me abracé a ella y le di un beso en la cabeza.- te quiero, amiga.

Hice lo mismo con Roi.

—Miriam, no pensaba lo que dije antes... -le cogí la mano y le acaricié la cara.

—Roi, de verdad, no importa. -le di otro beso y suspiré. - Voy para dentro, ¿vale? -me despedí con la mano y abrí la puerta de hierro que habíamos forzado unos minutos antes.

Era un sitio que conocía muy bien, por lo que no se me hacía difícil moverme por él aún estando a oscuras. Realmente esperaba que Ana estuviese aquí, porque me estaba jugando la vida prácticamente entrando, y sola. Además, si no estaba aquí ya podría olvidarme de volver a verla...
Era una única planta enorme con tres salas; dos a los lados, pequeñas, y la más grande al fondo. Entré intentando no hacer ruido en la primera sala, la de la derecha, pero había simplemente una mesa de madera con un flexo encima. Cerré la puerta para dejarla como estaba y fui directamente a la sala grande, sabía que si había alguna posibilidad de que Ana estuviera aquí, iba a estar en esa sala. Antes de abrí la puerta me santigüé y respiré hondo.

—Venga Miriam, venga. Lo estás haciendo por Ana.- me susurré.

Suspiré por última vez, agarré el picaporte y lo giré despacio. Estaba todo oscuro, pero gracias a Dios entraba algún rayo de la luz de la luna por el ventanal que había en la parte superior de la pared. Cerré la puerta detrás de mí y me adentré más en la sala. Había, como en la primera, una mesa de madera blanca en la pared izquierda sobre la que había un flexo, igual que en la habitación anterior, encendido y alumbrando a lo que parecía ser un papel. Me acerqué y lo cogí para leerlo mejor:

"O ella o tú, tienes 3 horas para darnos una respuesta."

¿Qué cojones...?

La puerta se abrió de golpe y alguien cayó desplomado al suelo dentro de la sala mientras la puerta se vivía a cerrar tan rápido como se pudo. No entendía nada. Hasta que la vi.
Estaba boca bajo, pero reconocería ese cuerpo, ese pelo, y ese tono de piel a kilómetros. Me acerqué corriendo y al llegar a su lado me tiré de rodillas. La di la vuelta con cuidado y al quedarse boca arriba noté cómo se humedecían mis mejillas. Tenía cortes por toda la cara, bastante recientes ya que seguía sangrando por todos ellos, un ojo morado, la nariz sangrando, el labio roto, y los brazos y el cuello llenos de moratones. Con cuidado puse su cabeza sobre mis piernas y agarré su cara entre mis manos mientras con los pulgares le acariciaba las mejillas con cuidado. Cerré los ojos para evitar que siguieran saliendo las lágrimas e intentar no mirar más todo lo que le habían hecho por mi culpa, otra vez, hasta que su voz me hizo abrir los ojos.

—¿Miri...? -la vi ahí, con los ojos entrecerrados, tan débil, y llamándome con ese hilo de voz, y sólo me quería morir por haber permitido que alguien la tocase. La quería más que a nada, y siempre permitía que la hicieran daño por mi culpa. No paro de repetírmelo, y no dejaré de hacerlo. No podía hablar, de verdad que era imposible, solo me salió un susurro que casi no había escuchado ni yo.

—Lo siento...

He pensado en poner al final "Lola Índigo" en vez de "lo siento", pero no iba a joderlo todo😹😹

Bueno, vengo a deciros que si me queréis linchar/amar/matar/follar/insultar etc lo hagáis por mi twitter y así le dais vidilla (@idolmlsb)

Lo siento por tardar tanto en actualizar, pero estoy con dos historias más y no me da la vida (a parte de que soy muy vaga), pero prometo dejar de ser tan capulla y actualizar más seguido.

Gracias por seguir ahí💜

(Imaginaos la foto que he puesto pero Miriam llorando y de rodillas, y Ana reventada encima de ellas xd.  Ana te quiero)

Una Eterna Despedida ||•Wariam•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora