—Miriam...
—¡Cállate, hijo de puta!
Cada vez me costaba más respirar debido a la agitación provocada por los golpes que le acababa de dar a Héctor y por el llanto que, aunque estuve todo el camino desde casa de mis amigos hasta mi antigua casa intentando calmarlo, no pude.
—En su habitación no está. - miré a Mimi que aparecía por el pasillo después de rastrear la casa. Volví a mirar a Héctor, que estaba tirado en el suelo con las manos en la nariz ensangrentada.
—¿Dónde está Pablo?
—No lo sé.- Le cogí de la camisa del cuello levantándole del suelo y apoyándole contra la pared. No sé de dónde coño saqué la fuerza para ello, pero él sabía dónde estaba mi canaria, y no iba a permitir ninguna gilipollez.
—Vale, cambiaré de pregunta. ¿Dónde está Ana?- se estaba ahogando, pero me daba exactamente igual. - ¿eso tampoco lo sabes? ¿Eh?
—Suéltame.- se estaba poniendo rojo y no paraba de patalear, y yo tenía la adrenalina y la rabia por las nubes.- Miriam, piensa en él... Se lo prometiste.- Le solté de golpe y se cayó al suelo. Me acerqué con las mejillas empapadas en lágrimas y sonrió de medio lado mientras recuperaba el ritmo normal de su respiración.- ¿Le echas de menos?
—Cállate.- primer aviso.
—Nunca olvidaré su cara cuando te vio tirada en el suelo.
—¡Que te calles!- segundo.
—Ellos pagaron por ti, los tres. Lo sabes, ¿verdad? Y como ahora ellos dos no pueden pagar nada, va a pagar la zorra esa.
A la mierda. Le pegué una patada en la nariz y se desplomó del todo.
Otra vez la presión en el pecho. Otra vez el nudo en la garganta. Otra vez el no poder respirar. Otra vez el escozor en los ojos. Otra vez la rabia por no poder protegerla de mí misma, ni de mi pasado. Otra vez las sensaciones de aquella maldita noche. La última noche que los vi. A los tres. Al menos a ella le había vuelto a ver, y no quiero volverle a perder, ni mucho menos podía permitir que volvieran a hacerle daño.—Sólo dime dónde está ella, por favor...- mi voz había pasado de estar cargada de rabia a estar rota y soltar un susurro de súplica.
—Mira, hacemos una cosa...-se levantó todavía con las manos en la nariz y se puso enfrente de mí, a la distancia suficiente como para poder percibir el olor a Vodka en su aliento.- Vamos a jugar a un juego. Te vas a venir conmigo a Pontedeume, vamos a arreglar un par de cosillas...- se acercó aún más y me acarició la mejilla mientras disfrutaba de mi expresión de asco y rechazo- y si te portas bien, recuperas la querida moto de tu difunto padre, y a la putita esa.
—¡No es ninguna puta!- gritó Mimi desde la entrada, que esta observando la escena junto a Roi, Ricky y Cepeda.
—Siempre lo ha sido.- dijo friamente mirándoles por encima de mi hombro.- ¿aceptas, leona?
—¡Miriam no va a volver allí! ¿Me oyes? - Cepeda se acercó a nosotros, pero ninguno apartábamos la vista del otro.
—Tick, tack, tick, tack... Yo que tú decidiría rápido, por el bien de tu amiguita.- esto era repulsivo.
Me di la vuelta apartando bruscamente su mano de mi mejilla y leí en los labios de Roi:
—Todo va a estar bien, no le escuches Miriam, por favor.
Una semana más tarde...
¿Cómo vais? ¿Os va gustando?