Una semana más tarde...
—Baja los pies de ahí.
—Pareces mi madre.
—Como si lo fuera.- ahí Efrén tenía razón, la verdad.- Bueno hermanita, cuéntame. Llevas desde que murió papá sin venir a Pontedeume, ¿qué te ha traído por aquí?
—¿Puedes hacerme de chofer y callarte? Para una cosa que te pido...
—Bueno bueno, perdone usted.
Efrén paró el coche en la plaza del pueblo, y yo me bajé tras darle un beso en la mejilla.
Cada vez que venía aquí me venían cientos de recuerdos a la cabeza. Más malos que buenos, la verdad, pero algo es algo. Estaba esperando a Héctor cuando me empezó a vibrar el móvil, lo saqué de mi bolsillo y vi que era Roi.
Roi.
Miri, en cuanto veas algo que no te guste me llamas, ok?Miriam.
Tranquilo Roi, va a ser unos minutos, no hay peligro.¿Que no hay peligro? Nota mental: dejar de engañarme a mí misma.
Si llevaba tres años sin pisar Pontedeume era porque todo aquí era peligro para mí. En cada esquina de este maldito pueblo había una historia, una deuda, un enemigo, o cualquier cosa menos cariño y morriña. Estaba bien lejos de aquí. No podría haber seguido adelantes si hubiera aceptado a quedarme.—Tú, espabila.- la voz de Héctor me sacó de mis pensamientos.- ¿qué tal el viaje?
—Déjate de tonterías Héctor, dime qué coño tengo que hacer para que la soltéis.
—Lo primero no hablarme así.- la vena del cuello se le había hinchado por completo.- Y lo segundo...- Señaló hacia la otra punta del puerto, donde había una casa abandonada en la que había pasado demasiado tiempo como para no saber qué significaba eso.
—Héctor...-dije casi en un susurro.- Yo no puedo acercarme a allí. Y lo sabes.- mi voz sonó más desesperada de lo que me hubiera gustado.
—Me parece muy bien, pero si quieres recuperar a la canaria tienes que hacerlo.- lo de "canaria" sonaba asqueroso dicho por él.
No podía dejar de mirar la casa a lo lejos. Era revivir una pesadilla, y no sabía cómo despertarme para que acabara. De todos modos, no me fiaba de él una mierda.
—¿Y ya está? ¿Así de fácil? -pregunté apartando la mirada de la casa para mirarle a él.- Quiero pruebas de que está allí, y sobretodo de que está bien.
Vi cómo sacaba su móvil del bolsillo. Marcó unos números y le dio a llamar. Tras unos tonos, lo cogieron.
—Pásame con la chica.- me dio el móvil y lo cogí con miedo. Con mucho miedo.
—S... Sí?
—¿Miriam? - la voz de Ana sonó al otro lado de la línea y yo quería llorar de felicidad... Estaba bien... - Miriam, escúchame por favor, no les hagas caso, vete de aquí...
—¡Calladla! - oí un grito seguido de unos golpes mientras escuchaba el llanto de Ana.
—¡Joder! ¡Haz que paren! - las lágrimas casi no me permitían gritar, pero me daba igual.- ¡Haz que paren de pegarla, por favor Héctor, hago lo que sea!
A Héctor se le iluminó la cara y me quitó el móvil.
—Dejadla consciente, la vamos a necesitar esta noche.- colgó y se acercó a mí, demasiado.- Esta noche a las 20:00 en la casa, ¿me oyes? - susurró muy cerca de mi cara.- Pórtate bien, y podrá volver sana y salva a casita.- Quería arrancarle la mano por tocarme el pelo, pero no me convenía, sinceramente.
Se fue y yo respiré aliviada. No sabía qué era capaz de hacer Héctor, y más después de la paliza que le di la semana anterior...
—Miriam.
—¡Joder! - me giré y vi a Roi con Mimi.- ¡Qué susto, coño!- miré a la rubia.- Espera... ¿tú que haces aquí? Os dije que...
—No voy a permitir que a Banana le pase nada, así que vengo a hacer de refuerzos, por si me necesitas.- su tono era de reproche y a la vez de cariño, mi cara debía ser un cuadro en ese momento.
—Oye... ¿qué te ha dicho?
—Que esta noche va a ser muy larga, Roi...