Capítulo 25

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23:30.

Una hora y media para poder salir de ahí.

-Iba a contártelo, te lo prometo. -dije llorando mientras levantaba un poco la cabeza para mirarle.

Ana negó con la cabeza con los ojos cerrados y los labios apretados para evitar llorar en señal de que no hablara del tema, así que volví a apoyar la cabeza en su hombro mientras ella me acariciaba el pelo con una mano y el brazo con otro y la abracé todo lo fuerte que pude contra mí.

-¿Crees que... -tragué saliva- crees que no te quería?

Dejó un beso en mi cabeza sin dejar de acariciármela.

-No me demostraste mucho lo contrario, la verdad... Pero no -me levantó la cabeza y me cogió la cara con ambas manos para que le mirase- Nunca pensaría eso después de todo lo que vivimos juntas. Y supongo que, si no me hubieras querido aunque fuera un poco, no estarías aquí jugándote la vida por mí. ¿Me equivocó? -sonrió de lado y me morí de ternura.

-No... -susurré mientras le ponía un mechón de pelo detrás de la oreja.- Te quise, y no un poquito... Te quise más que a nada. Más que a mí misma y a mi vida entera. Te quise, te quiero, y te querré, que no se te olvide. ¿Vale?

Bajó sus manos hasta apoyarlas en sus piernas y suspiró mientras asentía con la cabeza.

-Y yo a ti, Miriam.

En ese momento un horrible ruido proveniente de un lateral de la sala nos hizo gritar del susto y mirar hacia su lugar de origen.

-Pues al final era verdad.

-¿Ves? Te dije que si era madera de la mala un petardo la tiraría.

-Siento interrumpirles, pero ¿qué hacen acá?

-¡Banana! -gritó Mimi mientras corría hacia nosotras.

-Dios Ana, ¿cómo estás? -Roi iba detrás.

-Bueno, ahora bien. Miriam me ha curado las heridas y me ha cuidado muy bien. -sonrió y me apretó la mano.

Mimi y Roi se echaron una mirada cómplice entre ellos.

-Ella enfermera -reí. Provoqué la carcajada de los tres y Ana me dio un beso en la mejilla. ¿Podrían vivir sus labios toda la vida en mi piel, por favor?

Mimi y Roi se miraron otra vez y sonrieron.

-Bueno, entonces vámonos de aquí cuanto antes. -me levanté, al igual que Roi y Mimi, pero Ana se quedó inmóvil.

-¿Ana?

-¿Sí?

-Vamos.

-No, Miriam... Vais. Yo no me puedo ir.

-¿Qué dices? Anda, levanta. -dijo Roi cogiéndole del brazo.

-Chicos, se lo estoy diciendo muy enserio. No me puedo ir. -se levantó y abrazó a Roi.- No me va a pasar nada, ¿vale? Simplemente no me puedo ir porque saben dónde vivo, dónde vivís vosotros e incluso dónde vive Amaia. Si me voy, van a ir a por todos. Si me quedo, como mucho me darán tres palizas más y a la calle. O, en el peor de los casos, me matarán. Pero solo a mí.

-No digas eso... -pidió Mimi con la voz quebrada.

-Ay, Mimita... -Ana le abrazó.- Te quiero mucho, ¿vale? Te prometo que nos vamos a volver a ver.

-No te despidas, no me pienso ir sin ti.

-Sí, sí que os vais. -interrumpí.- Todo esto es culpa mía, por mi culpa ya han pagado mi padre y Ana, no puedo permitirme que paguéis vosotros también. Vosotros os vais y os olvidáis de que estamos aquí y yo me quedo, ¿entendido?

Mimi y Roi conocían ese tono de voz y lo delicado que era ese tema para mí desde la noche en que mi padre murió por mi culpa y violaron a mi prometida por lo mismo. Y ésta volvía a estar en peligro por mí. Y ellos lo sabían tan bien como yo. Así que se limitaron a tratar saliva y asentir, ya que sabían que al final iba a ser lo que yo dijese. Abrazaron a Ana diciéndole que le querían y que se veían pronto, y luego hicieron lo mismo conmigo. "No dejes que le vuelvan a hacer daño, por favor" me susurró Mimi en nuestro abrazo. Le apreté más fuerte y asentí. Más para mí que para ella. No lo iba a permitir.
Se fueron y Ana se acercó a mí cogiéndome la cara con ambas manos.

-Miriam, mírame. Sé que piensas que me debes algo por lo de aquella noche, pero no es así. No fue tu culpa. No fue culpa de nadie. Solo de ese cabrón. Así que, por favor, vete.

-No te voy a dejar aquí sola, Ana. -rodeé su cintura con los brazos para acercarle a mí hasta pegar nuestras frentes. Ambas cerramos los ojos.

-Te van a hacer daño. -susurró mientras ponía sus manos en mi nuca para acariciarla.

-Me da igual.- susurré yo también.

Quería que ese momento fuera eterno. Ambas con los ojos cerrados, diciéndonos con caricias lo que tanto habíamos callado o formulado demasiado mal. Respirando el aire que la otra expulsaba. Podría pasarme así toda la vida. Con ella. Lo que hubiera pasado si no hubiera sido tan gilipollas. Una lágrima cayó por mi mejilla y ella lo notó.

-Ey, bebé. Ya está, ¿vale? Estoy aquí, contigo.- dijo mientras limpiaba mi lágrima con su pulgar sin variar la postura anterior.

-Te quiero, Ana. Te quiero mucho.

-Y yo, amor.

-Que no me llames amor.- reí.

-Gilipollah, -rió ella también- ya has roto el momento bonito. -se separó riendo y se dio la vuelta para volver donde estábamos sentadas.

-Ana. -le paré cogiéndole por el brazo provocando que se girara y quedase aún más pegada a mí.

Abracé su cintura con un brazo y la otra mano la puse en su nunca atrayéndole hacia mí. Volví a juntar nuestras frentes y froté mi nariz contra la suya en un gesto de amor puro y completo. Notaba su respiración acelerada y me aproximaba cada vez más a sus labios. Los rocé con los míos pero sin llegar a posarlos sobre los suyos por miedo a que me rechazara y me cargase la amistad que he conseguido tener al menos. Así que volví a frotar la nariz con la suya y dejé un beso en la comisura de sus labios.

-Bésame ya, joder. -suplicó.

-Te quiero. -susurré.

Y lo hice. Y juré que no iba a ser la última vez que lo hiciera.
Había echado de menos sus labios. Su sabor. Ella era casa para mí, y solo quería que lo fuera para siempre.
Nos separamos para coger aire y atrapó mi labio inferior con sus dientes, a lo que yo respondí con una sonrisa y dándole un beso en la frente.

-¿Esto significa que me perdonas?

-No. Esto significa que no sé qué va a pasar, y si estas son mis últimas horas las quiero pasar contigo como cuando nada de eso pasó. Tú y yo. Nada más. Pero si salimos de aquí vamos a tener que hablar mucho y de temas que no nos gustan a ninguna de las dos, ¿vale? -me dijo con un brillo extraño en los ojos.

Asentí con la cabeza y sonreí de medio lado.

-Claro. -le di un beso en la cabeza y le abracé con fuerza.- Vamos a tener esa conversación, te lo prometo. -susurré.

Holaaaaa!!!
Lo siento mucho por la hora y de verdad que lo siento un montón por tardar tanto en actualizar, soy una persona horrible, pero no tenía ni tiempo ni inspiración para escribir lo que quería escribir (que no me ha salido muy bien, pero bueno).

Sólo quería preguntaros que qué os está pareciendo y deciros que quedarán un par de capítulos más el epílogo, no queda mucho. Así que nada.

Gracias por seguir aquí, nos leemos❤

Una Eterna Despedida ||•Wariam•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora