Cuerdo.

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Mi arma con cuatro balas, el simple olor a humo de mi pistola me hace estremecer con fiera locura y excitación. Mis ojos se postran ante tal majestad del lago carmesí del callejón.

La vida termina a la luz de la noche y el pasado manchado ya está tomado. Unas cuantas balas más para dejarlo inmóvil, solo para calmar a mi corazón impaciente.

La luna muestra al crédulo muerto y en mis manos contempló su cabeza, mi cuchillo rozando sus pálidas mejillas ya muertas. Ahora amablemente arranco con mis dedos uno de sus ojos para llevarlo a mi frasco.

"Una verdad ante todo esta y la mentira es la crueldad del animal, ¿y tus ojos? ". Dejo mi poema rojo en la pared, sucia, llena de hedores.

Tomó el cuerpo para unirmeles a su velada, aún está fresco. Retomo con fuerza y meto mi mano dentro de su otro ojo, con una fuerza tan desalmada que el cráneo truena contra la pared solo para ver los sesos salpicar en mi rostro de felicidad, dulce néctar de los impuros.

Aún desafinada sinfonía más parecía que faltaba algo. Me abro paso a su estómago desgarrado su piel como papel, rompo las costillas y con mi mano limpia saco con furia el corazón.

La pieza está acabada y ante mi yace un hombre sin cabeza, un charco de sangre y mi poema para ti.

Adiós mundo, envidiarme por siempre. Canto mi último lamento a la nada, "Madre perdón por no sentir los placeres carnales y mi más sentido pésame al no tener cordura para no llorarte esta noche ni ninguna otra", solo decirte que aun tengo tu mano en mi bolso para que nunca dejes de acariciarme en las noches de soledad y temor.

Salgo del callejón campante, balanceandome de un lado al otro, juguetón con mi cuchillo rojizo y el rostro se impacta al ver a los ojos del mismo demonio que una señora por curiosidad se encuentra.

Gritos y llantos, la música comenzaba a tener más ritmo y yo con mi dulce instrumento me uní al arte de la mágica noche de luna roja. Le disparé en la cabeza, al siguiente en la pierna, corte algunas  gargantas con suavidad y sutileza.

Empezó a llover y los dulces gritos sonaban de izquierda a derecha. Yo a carcajadas apuntaba con habilidad, con destreza y serenidad mataba.

Una ramera me escupió al creerse superior, no tardó mucho en oír su brillante y suave grito, sonaba mejor cuando corte su páncreas y después varias cortadas más hasta dejar desnudo su estómago.

Hasta girar la cabeza un montón de moscas me rodeaban, las sirenas sonaban y arruinaba el compás, ¡¡¡CALLATE!!!.

Disparo al tanque de gasolina y un estruendoso y hermoso tambor consigue llegar al éxtasis de la música.

La lluvia cae con fuerza y las luces apuntan a mi persona, sin dudar todos disparan hacia mi...

Lo último que recuerdo es ver el cielo gris de lluvia y extrañando a la carmesí luna de noche.

Pero para el punto final me envuelvo en el fuego, mis órganos explotan como fuegos artificiales, haciendo a la muerte la más bella para mi y la más trágica para todo el que esté a mi alrededor.

Después de todo fue un hermoso sueño...

Historias de una nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora