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 —¡Se que fui alguien muy responsable de mis malos actos! —Se gritaba a si misma, arrepentida ante la situación.

Yo no sabia como reaccionar. Juraría que, solamente estuve ahí parada sin hacer nada hasta que dejo de llorar. Lo pensé varias veces y en un momento llegue a estar en los zapatos de Yaoyarozu; si alguien estuviera quitándome algo que yo amo, también reaccionaria de esa forma...

...

¿En realidad reaccionaria de esa forma?
Yo ya no sabia que estaba bien o mal. No podía odiar a Yaoyarozu, ni por nada del mundo lanzaría rencores hacia ella.
Tan era grave el asunto que ella simplemente me rogaba su perdón, ¿tan mal estaba?
No quería verla así... ¡odiaba verla así!

Agarre su cara toda devastada hasta el punto en el que ella se me quedase mirando fijamente a los ojos; con todo el enojo y la furia que conllevaba mi alma en pena, alce una de mis manos y le di un golpe en la mejilla, obligándola a retroceder.

—¡¿Pero que diablos te pasa?! —Le grite. —Okey, hiciste las cosas mal, y lo admites...¡pero eso no significa que tengas que venir a rogarme sobre mis pies!

Ella aun desconcertada, se levanto del frió piso y se puso frente mio. Parecía que quisiese decir algo, pero las lágrimas se lo impedían.
A lo que yo desistí.

—¡Eres Yaoyorozu Momo...! —Exclamé. —La inteligente, Hermosa y Amigable Yaoyarozu Momo. La que yo siempre admiraba desde lejos pero aun así no dejaba de hablarte.

—Pero... —Ella quería protestar, pero yo se lo impedía.

—Dime. —Agarré sus dos hombros y la mire de frente a frente. —¿Dónde esta la Yaomomo que yo conozco? —Dije. —¿La que nunca se dejaría caer por tan poco cuando sabe que vale mas que eso?

Su mirada.
Ella ya había dejado de llorar; simplemente seguía con la impresión en la punta de su lengua.
Tras unos pocos segundos, Yaoyarozu limpio sus lágrimas y me volvió a mirar, pero ahora ya no tenia la misma mirada de inconformidad y miedo.

Su mirada era la de una chica superada.

—¡Aquí! —Exclamó.

Haa...
No ha habido momento o vez en la que no la termine envidiando.
Como me gustaría haber tenido esa mirada segura de mi misma.

—¿No me odias?

Alce una ceja e interrogativamente pregunte...

—¿Porqué debería de hacerlo?

Ella conoció la respuesta, por lo que se limito a responderme.

—Eres fuerte. —Comentó. —Te admiro demasiado.

A lo que yo reí.

—Tu eres la fuerte aquí.

Y era relativamente verdad.
Yo no hubiera tenido el valor de confesarle a la chica que siempre he estado engañando que alguna vez llegue a tener la culpa.
Ella era una mujer fuerte, y de gran valor.
Algo que a mi me hacia falta.  

  

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Cartas a un Joven Llamado Shouto || Todochako Donde viven las historias. Descúbrelo ahora