Capítulo 3: ¿¡Buen Cuerpo!?

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Ya han pasado tres semanas desde que iniciaron las clases y por el momento todo bien —eso creo— en realidad ahorita se vuelve un poco pesado para mis amigos y para mí ya que dentro de unos días van a comenzar las prácticas y elecciones para los chicos y chicas que quieren unirse a equipos deportivos.

Chris por otro lado se junta con nosotros después de clases para salir al centro o hacer alguna otra salvajada que hoy en día todo adolescente hace.

Hoy ya es martes y para nuestra mala suerte hace un calor infernal, miro en mi móvil a que temperatura estamos y me quedo en shock al per la temperatura

Cuarenta y dos grados Celsius —marcaba la aplicación— no lo puedo creer y yo que pensaba hacer hoy las prácticas de lacrosse para integrar a nuevos jugadores.

Tomo de mi armario la ropa que necesito para vestirme hoy así que de lo íntimo escojo unos bóxers azules y calcetines negros y para lo de encima escojo unos shorts verdes y una playera sin mangas amarilla con algunas franjas celestes; tomo mi desodorante y loción y me los aplico hasta oler rico; abro de uno de los cajones del mueble en mi habitación y saco un reloj plateado que me regalo mi hermano hace dos años y lo coloco en mi muñeca para que la adorne.

Me miro en el espejo por un momento y noto que todo el ejercicio que hice en vacaciones si rindieron frutos, — ya que tengo más musculo en ellos— volteo a ver que no venga nadie y levanto la playera para apreciar mi abdomen —vaya en verdad este año lo tengo más marcado que hace dos años.

Escucho unos pasos asomarse por las escaleras y que se aproximan a mi habitación, entonces bajo mi playera con rapidez y tomo lo necesario para el día de hoy.

Camino hasta la salida de la habitación y me encuentro con mi padre que se aproximaba al baño — ¡Mierda de todas las personas del mundo tenía que ser el!— No es que no lo quiera pero él tampoco ha sido el mejor padre de todos que digamos, económicamente nos mantiene bien porque siempre nos da lo que queremos sin ponernos limites o peros, pero en verdaderos momentos nunca ha estado a mi lado y mucho menos a lado de la familia.

Un silencio incomodo se apodera de la situación, el intenta saludarme pero utilizo una de las excusas más viejas que pueda existir en todo el planeta; finjo que me están llamando, por suerte tenía mi móvil entre mis dedos para que sea más creíble.

Finjo deslizar la pantalla de mi móvil en plan de contestar.

— ¿Diga? —Digo por lo alto —mi padre medio levanta la mano en forma de saludo— ignoro su saludo y sigo con mi actuación, obvio nadie me iba a contestar por que la llamada es fingida, pero mi padre se lo cree y sigue su rumbo al baño.

Bajo las escaleras hasta llegar a parte baja de la casa, sigo con mi actuación hasta que noto que mi padre no se encuentra por ningún lado, guardo mi móvil en mi bolsillo trasero derecho junto con mis auriculares.

— ¿Con quién hablabas tan temprano? —interroga mi hermana, doy un salto de nervios por el enorme susto que me dio.

— ¡Con nadie! — digo tras recuperar el aliento; ella no parece comprender lo que digo ya que hace una mueca de confusión.

¿Si no era con nadie por qué fingiste? —ya va empezar con sus preguntas de detective, elevo los ojos dejándolos en blanco con solo escuchar a mi hermana.

— ¿Oye torpe? —consigue mi atención dándome un golpecito en el abdomen.

¡No vuelvas a ponerme los ojos en blanco! o a la siguiente va cachetada — me advierte con malicia en sus ojos.

Memorias de un Adolescente©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora