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"Hubo una vez en la que creí que el mundo vivía solo para mí. Que las risas, el llanto, las canciones y las despedidas eran solo para que yo las escuchara.
Como extraño las canciones. Como extraño el amor. Como extraño mi hogar". — de las Crónicas de Sarkat, de Hish Urtan
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El aire era escaso, turbio, asfixiante, ardía en sus ojos y su nariz. El mar se arrastraba bajo sus pies, pero no diluía en humo frente a su rostro, y con cada paso, la arena lo engulló. Al final, no miró atrás, no se preguntó que quedó, no quería saberlo, y trató de solo concentrarse en el viento, y en avanzar.
El aire picó en su garganta y tosió, y tosió, no pudo más y despertó. Inhaló con fuerza por aire, y sus músculos protestaron con el movimiento. Sus ojos se adaptaron rápido: la luz pálida entraba a través de la ventana frente a su escritorio, como los fantasmas que soñó.
Negó con la cabeza. Ni siquiera sabía quiénes eran.
Su cuerpo se sentía horrible, como si hubiera sido aplastado, remolido y traído de nuevo a su forma original, pero peor. Su magia latía suavemente, no como la tormenta de siempre, sino como olas llegando a la playa. Supo que no era por los brazaletes. Abrió los ojos y miró sus manos, desde las palmas hasta el codo, estaba envuelto en vendajes gruesos.
Sus dedos temblaron, ¿qué había sucedido el día anterior? ¿Cómo había llegado a casa? Había peleado con Hok, lo sabía, y luego había ido a la biblioteca... pero después, todo era niebla.
¿Por qué se sentía tan mal?
No, eso no importaba. Había peleado con Hok, y no se había disculpado.
Se llevó las manos al rostro y el dolor de sus brazos lo atravesó hasta su espalda. Y entonces, la madera de la puerta crujió, Evel consideró acostarse y fingir estar dormido, pero no había tiempo. Miró a la puerta, ¿qué se suponía que diría? ¿Qué se suponía que haría si lo veían con lástima? Las bisagras chirriaron, y Hok entró con una bandeja en las manos.
Su corazón golpeó contra su garganta, y no se atrevió a moverse. Hok también se detuvo en la puerta, bajó la mirada y fingió una sonrisa antes de entrar.
—Estás despierto —dijo.
Evel desvió la mirada, y Hok cerró la puerta tras de sí antes de caminar hasta el escritorio, y luego se sentó en una silla a su lado. Tomó un frasco de la bandeja y forcejeó con el corcho por un minuto entero en un silencio incómodo.
Evel no supo qué hacer ni qué decir, vagó la vista a cada rincón del cuarto a excepción de Hok. Su vista fue a sus muñecas vendadas, a las repisas con libros, y no paró de preguntarse a dónde iría la conversación aquella vez. ¿Le diría qué no recordaba nada luego de haber huido después de pelear con él? ¿Qué todo se debía a...? Ni siquiera lo sabía.
El corcho chasqueó por fin.
Hok se dio la vuelta para tomar un vaso con agua. El silencio de sus movimientos, de sus gestos, de todo invadió cada milímetro de aquella habitación, como un peso más para respirar. Hok vertió el frasco en el vaso y tomó una cuchara para mezclar.
—Toma, Ev —dijo Hok dándose la vuelta y le ofreció el vaso.
Evel miró el vaso y sus manos, tan arrugadas por los años, las manos de un padre amable, pero que él no merecía... Titubeó, y decidió por fin alzar la cara.
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El mago de la ciudad destruida | Crónicas de Desconocido #0.5 |
FantasyLa magia es una forma de poder importante, prohibida, y detestable, que solo pocos poseen. Evel Berbentis, un chico adoptado que puede hacer magia, se enfrenta a las consecuencias de su imprudencia al practicarla frente a las personas que la...