V. Las memorias que quiero olvidar

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"Con la primera luz de la mañana, la arena se levanta como un recordatorio silencioso de las cenizas.

Ojalá todas ellas encuentren el hogar que nunca tendré. Ojalá reciban un nombre, vida y recuerdos que valgan la pena recordar. Porque los vivos, como yo, tenemos que recordar rostros, almas y risas que nadan en polvo.

Olvidar solo es para ellos, porque han perdido sus cuerpos. Solo las cenizas pueden olvidar. Nosotros necesitamos recordar para que no se vuelvan un grano de arena más." — de las Crónicas de Sarkat, de Hish Urtan

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A pesar de todo, no se atrevió a hablar con Hok, y lo trató de ignorar lo mejor que pudo hasta el día de los exámenes de rendimiento para ingresar a la universidad. Al despertar, supo que Hok ya se había ido para trabajar papeleo del condado, pues escuchó sus pasos y lo vio salir. Cuando bajó después de arreglarse para poder desayunar, a pesar de todo, encontró un vaso con jugo de naranja y una nota que decía:

«¡Suerte en tus exámenes, Ev! ¡Seguro lo lograrás!».

Al ver su letra tan pulcra, y a Lara sorprendida también, no supo qué hacer ni cómo sentirse. A pesar de todo, Hok no estaba enojado, aunque lo evitó toda la semana. ¿Por qué seguía comportándose así? Dejó el papel en la mesa, y aunque quiso ignorar el jugo, no pudo hacerlo y lo bebió todo junto a un pan.

Cuando terminó, Alek estaba bajando por fin, y Evel decidió levantarse de la mesa para no traer problemas: necesitaba que aquel día saliera bien. Caminó a la cocina, y al entrar, el olor a naranjas picadas, y a azúcar inundó su nariz, Lara estaba preparando mermelada de naranja, primero lo miró por el rabillo de su ojo y luego dio un respingo antes de reír.

—¡Me descubriste! —dijo ella y luego le sonrió.

—¿Por qué estás haciendo mermelada? —preguntó Evel mirando la cazuela con pulpa.

Lara sonrió, se acercó a él y le apartó el cabello de la frente. Evel sonrió un poco.

—Era sorpresa para celebrar tus exámenes —dijo Lara—. Pero ya la descubriste, niño travieso.

Evel bajó la mirada, y luego fue a su mente Alek. Si se enteraba que Lara lo había consentido se iba a enojar.

—¿Y a Alek?

—Por él no te preocupes. También tendrá su regalo —dijo Lara—. Ahora, vete... Con cuidado, ¿sí?

Evel sonrió un poco y abrió la puerta de la cocina, inclinó la cabeza, miró la pequeña cocina y Lara le hizo gestos para salir.

—¡Suerte, mi niño! —gritó Lara desde adentro—. ¡Que Draimat te acompañe!

Afuera, la granja se extendía hacia el fondo, y algunos trabajadores ya estaban ahí, Evel descendió las escaleras, miró a ambos lados esperando encontrar alguna de esas criaturas, pero no sucedió, suspiró y caminó a Villa Berbentis.

Esos últimos días habían sido extraños, como si no hubieran sucedido, quizá era efecto de la medicina o de que había comenzado a ver cosas que nadie más podía ver. Sabía que no eran alucinaciones, ni producto de nada... Existían como los insectos, o como los pájaros, alteraban sus alrededores, aunque nadie más lo supiera. Se posaban sobre las ramas de los árboles y estas se balanceaban debajo de ellos, picaban la fruta y esta caía al suelo, hacían agujeros y estos permanecían como si hubieran sido fabricados por otro animal.

El mago de la ciudad destruida | Crónicas de Desconocido #0.5 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora