XIX. La ciudad destruida

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"Tres semanas duró la masacre en Sarkat. En el primer día, barcos blancos del sur invadieron las costas de Ustil donde los pocos que huyeron hablaron de escudos improvisados y olvidados, de pieles desolladas de soldados que escurrían al agua y eran arrastrados al océano, de gritos implorando piedad que no fueron escuchados.

Los soldados agonizantes con los que pude hablar en el sur mencionaron que el suelo se estremeció de manera tan violenta que cayeron las torres norte y sur de la ciudadela. Hablaron acerca de la muerte de la diosa de la magia, cuyas estatuas se rompieron en mil pedazos cuando la noticia de la invasión llegó a Sarkat. El templo quedó sin la bendición de su diosa, y el país, sin la seguridad que ella proporcionó por tanto tiempo

Ninguno de los sabios pudo explicar nada de eso, y tampoco pudieron prever lo que acontecería después. Esa noche, se despidieron de los soldados, esperando que pudieran contener a los bárbaros de Setranyr.

Luego, todo fue caos." —de las Crónicas de Sarkat, de Hish Urtan.

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El viaje a través de Setranyr para llegar a Alfarno desde Dramaris no tuvo complicaciones. Había guardado su capa de mago y los broches al fondo de su maleta junto al único libro que llevaba. No lo cuestionaron por su apariencia, quizá porque llevaba dinero en el bolsillo, por su idioma o quizá solo porque quienes lo llevaron eran demasiado jóvenes para saber cómo lucían los magos de Sarkat.

Duró tres días en Setranyr sin hacer magia, sin alejarse del puerto, y sin tratar de recordar la primera vez que fue a ese lugar. Al tercer día abordó a la embarcación que lo llevaría al norte.Iba a un lugar que le había sido arrebatado de niño y que apenas recordaba, a Sarkat.

Primero desembarcaría en Ustil, un pueblo colonizado por Setranyr después de la guerra. Por algún motivo los setraneses no le habían cambiado el nombre, y lo que antes había sido una de las ciudades principales de Sarkat ahora era solo un centro de esclavitud y de viajeros que iban al norte o a Sengrou.

Después del primer día, las potestades pequeñas inundaron su cuarto. Ninguna hablaba, pero gruñían si Evel quería moverlas, se sentaban en las piernas de Evel mientras trataba de estudiar o dormían a su lado. Al menos no estaba solo, y se preguntó si era por eso por lo que estar en su camarote no era tan sofocante ni nauseabundo como antes...

Al tercer día, Evel se despertó como todas las mañanas, se levantó de la cama y trató de no tirar a las potestades, cuidó sus pasos y salió. El viento le golpeó el rostro con fuerza al subir a cubierta. Se dirigió a la proa y miró al este.

El sol apenas comenzaba a salir, pero a la distancia comenzaron a dibujarse los contornos oscuros de un país. Tal vez por eso se había despertado antes.

Estaba de regreso en Sarkat.

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Al arribar, Evel entendió por qué los reyes de Setranyr habían conservado el nombre de aquel lugar. Era evidente, desde la forma en la que el capitán setranés se refería a esa ciudad y a su pasado, hasta las estructuras complejas medio destruidos y vandalizadas, y los puertos reconstruidos sin cuidado. La apariencia era deplorable a comparación de lo que Evel había visto en pinturas y en dibujos de aquel lugar. Como si la gloria descrita en el pasado de Sarkat jamás hubiera existido.

El mago de la ciudad destruida | Crónicas de Desconocido #0.5 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora