XXIV. El largo camino a casa

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"Querida Raschia Solan,

(...)

Quizá esta sea la última carta que recibas de mí después de que mi libro sea publicado aquí en Osvian, y tenga que enfrentarme a un motín de personas cazando magos. Aun usando mi seudónimo: Hish Urtan, defenderme será difícil por los brazaletes en mis manos.

Aunque, siendo sincero contigo, parece que el rumbo que Osvian está tomando es un camino brillante para la magos y la magia. El nuevo rey Grimn Garruthia ha reformado las leyes, pero la gente no está feliz con eso. Muchos no están dispuestos a aceptar un cambio, sobre todo con el incidente que ocurrió en provincia con un noble y un mago que atacó al ejército del padre del rey. Y los conflictos con Setranyr.

La magia es el único camino para defendernos de Setranyr, y si es posible, quizá evitemos lo que sucedió en mi hogar hace años. Sé que no debería meterme en asuntos políticos de un país que no es mío. Pero si recibes más cartas mías después de publicar mi libro, podrás venir tú misma a saludar y a quitarme los brazaletes —si es que lo consideras pertinente, por supuesto—. ¡Y volveré a tener mi magia!

En fin, espero que puedas seguir ayudándome a localizar magos de Sarkat que hayan huido, o que hayan vivido fuera antes de la masacre. Háblales de mí: Hish Urtan. Diles que los estoy esperando, que los busco.

En fin, te diré algo, por último: Hish es un nombre común en Sarkat y a la vez, fuerte, que significa fuego. Si no puedo hacer más magia, e invocar a mi elemento, entonces, lo invocaré a través de las palabras de mi libro. Haré magia sin poder hacerla en realidad, y si así debe ser, moriré así.

(...) Espero escuchar pronto de tu ascensión a rectora de la Academia de Sighart, mi querida Raschia. Y espero que consigas una copia de mi libro cuanto antes, incluso si no me lo pides, te mandaré uno firmada.

Sin más qué decir, me despido.

Atentamente: Shiur Tanh."

—de la carta de Shiur Tanh en Osvian, a la antigua rectora Raschia Solan de la Academia de Magos en Sighart.

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Las lágrimas escurrieron por sus mejillas. No las enjugó, y se quedó mirando a la nada en el suelo. Había dolido, había dolido mucho. Todo aquello que había amado se había quedado solo como un recuerdo al que no podría regresar jamás. E incluso así, todas esas memorias frescas en su mente se borrarían lentamente como las huellas en la arena.

Se quedó en el suelo, cerró los ojos y las lágrimas trazaron sus caminos en su rostro. Solo quedaba silencio, un dolor punzante y débil en su mano izquierda, y la calma de un sueño del que acababa de despertar.

Quiso quedarse ahí, en ese sueño, pero necesitaba avanzar, lo había prometido, aunque ya no quedaba nadie para que lo viera cumplir su promesa. Se enjugó las lágrimas.

Se incorporó. Ese gran salón circular seguía igual que cuando lo vio por primera vez, los pozos de agua en las paredes reflejaban su brillo en el techo, una luz anaranjada se asomaba por el único espacio del tragaluz que no había sido cubierto con arena. No había señales de ninguna pelea, ninguna indicación de lo que había pasado ahí. Solo que ahora en el pedestal del centro yacía una esfera negra y el polvo se había acumulado por todos lados, incluso sobre él.

Al no ver señales de Sakradar, más que la esfera, vio su muñeca y sonrió amargamente. Se trataba de un pequeño árbol oscuro en su piel, las raíces sin hojas se extendían como si fueran sus venas. No medía más de un centímetro, aun así, suspiró. Era la maldición que Sakradar le había prometido.

El mago de la ciudad destruida | Crónicas de Desconocido #0.5 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora