El Slayer puro.

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—¡¡AAAAAHG!!

Se escuchaba el grito retumbar en el gran y escalofriante lugar, llegando a las profundidades del sitio en las cuales un grupo de Slayers se sacudían violentamente intentando escapar, intentando hacer algo para ayudar a su amigo.

—¡¡DÉJENLO EN PAZ!!— gritaba Iver desesperado, a un paso de perder la cordura, a un paso de la locura. No lo soportaba—¡¡TOMENME A MÍ!!

Pero a pesar de todo lo que hicieran o dijeran, a pesar de que sus muñecas sangraran, sus ojos se inundaran y sus gargantas se rasgaran... Los gritos seguían y seguían. Hasta que llegaba el momento en que los gritos paraban.

Entonces una pelirroja entraba a la celda de ellos y sabían que era el turno de ellos de gritar. Resistían lo más que podían... Lo hacían... Pero eran humanos...

No podían soportar tanto.

“Dios, te lo imploro... Que alguien aparezca”

Pero nadie aparecía... Y sabían que morirían tarde o temprano...

—T-tenemos que salir de aquí... N-no puedo soportar más— balbuceaba Sara con la poca energía que tenía, con el poco valor que aún tenía.

Los demás estaban o desmayados por el dolor o simplemente perdidos en sus pensamientos.

¿Qué no era deber de la reina buscarlos?¿No debería haber llegado por ellos ya?

Iver la mandó a callar con un gesto y a ella no le quedó más que llorar en silencio... No le quedó más que llorar...

La mente de Iver estaba operando a más de su capacidad, buscaba una forma de salir de ahí desesperadamente. Si no salían pronto... Ya no les quedaría sangre en el sistema.

No sabían porque querían su sangre, no tenían las agallas de preguntar. Pero la obtenían a través del piso que ellos pisaban.

Cada que la pelirroja terminaba sus torturas el piso terminaba como el cabello de esa malvada y asqueroso ser.

Rojo.

Eran 12 Slayers en total, 6 hombres y 6 mujeres. El género no tenía importancia aparentemente, solo la sangre.
Algunos eran contrarios, otros eran platónicos, complementos o en el caso de Mikasa... Cazadores.

Lo que más le dolía era que Yusuke sufriera más que ningún otro, pues él tenía un lazo con Deimos y lo hacían sufrir por ello.

No podía llamarlo por medio de su lazo, se aseguraron de eso... Pero había algo en el grito de Yusuke que le daba un sentimiento extraño. No sabía que era... Pero lo sabría... Pronto.

Tendría que forzar a uno de los Slayers de ahí a que lo ayudara, pero valdría la pena.

—Hey... Despierta bastardo— le decía a un rubio que se encontraba a su derecha a la vez que lo sacudía intentando despertarlo de su letargo.

El rubio abrió los ojos mostrándole a Iver dos orbes de diferentes colores que brillaban llenos de furia, una furia que sabía que el hombre siempre llevaba en la mirada.

—¿Acaso tienes mierda en el cerebro?— le preguntó el rubio dirigiendo su mirada al piso, tenía ambos orbes, rojo el derecho y azul el izquierdo fijos en un punto inexistente.

Iver se sorprendió por el color de sus ojos, pues juraba que habían cambiado de color.

El día anterior eran ambos de un color plata.

—Sí.— respondió al instante el castaño, provocando un bufido de parte de Bakugo o Katsuki, para quien tuviera ganas de morir.

—Te-te voy a transferir... Lo que m-me queda de poder— tartamudeo el castaño, llamando la atención de los demás que permanecían en la habitación.

Tu Reina. La Reina Slayer [Los Errores Del Cazador: I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora