Capítulo 1

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Esa mañana el cielo era de un azul intenso. Tan especial acompañado de un sol radiante.Llegaba el vuelo 114 desde Oakland a una de las ciudades más deseadas, más amadas y más odiadas: New York.

Al aterrizar, bajo del avión Gerald Coleman. Un chico el cual había regresado para continuar sus estudios en su ciudad natal, porque sus padres decidieron que tal vez el era muy joven como para llevar el control de su vida. Pues el siempre había sido un niño, algo mimado y de buena familia.Su aspecto siempre era de chico malo. Esa mañana con una chaqueta de cuero negra, camisa y jeans negros, botas negras y un peinado de los ochentas (de los clásicos). Alto y delgado. Al bajar del avión, en su semblante, reflejaba que no le agradaba el estar de regreso en el lugar en donde nació.

En la puerta del aeropuerto lo esperaba su chófer, quien llevaba años trabajando para la familia. Le abrió la puerta del auto, el cual más bien, era una limusina. En su interior esperaban sus padres, quienes al verlo dibujaron en su rostro una sonrisa. Su madre, de cabello largo y lacio, color miel. Con ojos grises, como el día en que recibió la última llamada de su hijo. Con un abrigo de piel gris y peluche en la orilla del cuello, botines negros con una pequeña y delicada moña de cuero a un lado. Y un aroma ligero a Chanel 5°. Al verlo su cara cobro un poco más de color, lo saludo con un beso. Su padre, con un traje de una de las marcas más caras, la barba con muy buena forma de candado, y con aroma a el perfume de Hugo Boss "Para el hombre de hoy", lo saludo con un estrechón de manos. Entonces la madre rompió el silencio.

-¿Que tal el vuelo cariño?- dijo con tono amoroso. Gerald quito la vista de la ventana.

- Bien- Respondió de forma cortante regresando la vista hacia la ventana, contemplaba lo que había cambiando en los tres años que él había estado lejos.

Al llegar a casa. La cual era grande y la fachada pintada de blanco, como si fuera un palacio, con un gran jardín al frente, como si fuera un bosque, en donde había tantos recuerdos de su infancia. Recuerdos que se congelaron en el tiempo. Los Coleman una gran familia, gracias a la gran cadena de emporios que llevaban el nombre y sello de la familia.

Gerald se bajo del auto sin saludar a nadie, ni decir nada. Solamente con un simple maletín. No espero a que entrara el auto a la cochera, cuando comenzó a caminar por un largo sendero. Pero antes de llegar a la puerta, a esa gran puerta, que al atravesar, no sabía cuántas sorpresas se encontraría. Camino con tanta prisa, que antes de abrir la puerta paro, y dio un pequeño suspiro. Dio un empujón a la puerta, como si solo quisiera quitarla de su camino. En su rostro permanecía ese semblante tan serio, como si le pesara volver. Así que al fin se decidió entrar.

-¡Bienvenido a casa!-. Gritaron los sirvientes.

La recepción, estaba decorada con globos, y un gran cartel que decía:

¡Bienvenido Gerald!. Todos estaban muy emocionados. Cuando en ese momento, los padres entraban detrás de él. Él solamente vio a sus padres sin cambiar su expresión. Fue la misma que al entrar. Movió la cabeza negando algo. Observo todo y a todos, con una mirada tan seria, como si tratara de decirles algo, y solo siguió su camino. Comenzó a subir las gradas. En ese momento. Todos guardaron silencio, y vieron a los señores Coleman. La madre quedo impresionada, y el padre solo se alejo, casi con la misma actitud que su hijo. Entonces Gelen Colem, bajo un momento la mirada.

-Creo que ya no es el mismo. Por favor recojan todo-Dijo con la voz entrecortada.

- ¡Y todos a trabajar!- Agregó mientras recuperaba el aliento.

Mientras tanto, Gerald antes de abrir la puerta de su habitación, dio un corto suspiro. Pensando:

-Aquí no pudieron cambiar nada.

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